El mandamiento de "Honrarás a tu padre y a tu madre" puede ser el más fácil o el más difícil que Dios dio a Moisés.
A menudo, la relación con nuestra madre es una relación que acariciamos y fomentamos a lo largo de los años.
Por otro lado, a veces podemos tratar de evitar deliberadamente a nuestra madre, ya sea porque hemos sido heridos en el pasado, o porque hemos hecho algo malo que creemos que la provocaría a la ira.
Sea cual sea nuestra relación con nuestra madre, Dios nos llama a honrarla.
El Catecismo de la Iglesia Católica explica que es importante observar este mandamiento:
"Dios ha querido que, después de Él, honremos a nuestros padres, a quienes debemos la vida y nos han transmitido el conocimiento de Dios. Estamos obligados a honrar y respetar a todos aquellos a quienes Dios, por nuestro bien, ha investido con su autoridad".
Frutos espirituales y temporales
El Catecismo también explica que siempre que honramos a nuestra madre, obtenemos frutos espirituales por nuestra obediencia a la ley de Dios:
"La observancia del cuarto mandamiento trae su recompensa: "Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Yahveh tu Dios te da". Respetar este mandamiento proporciona, junto con frutos espirituales, frutos temporales de paz y prosperidad. Por el contrario, su inobservancia acarrea grandes perjuicios a las comunidades y a los individuos".
Nunca perder el respeto a nuestra madre
Es importante tener en cuenta que, a medida que crecemos y dejamos de vivir con nuestros padres, puede que no estemos obligados a obedecerles en todo, pero siempre estamos llamados a respetarles:
"A medida que crecen, los hijos deben seguir respetando a sus padres. Deben anticiparse a sus deseos, buscar de buen grado sus consejos y aceptar sus justas amonestaciones. La obediencia hacia los padres cesa con la emancipación de los hijos; no así el respeto, que siempre se les debe. Este respeto hunde sus raíces en el temor de Dios, uno de los dones del Espíritu Santo".
Independientemente del tipo de relación que tengamos con nuestra madre, Dios sigue exigiéndonos que le demos respeto y honor.
La vida puede ser difícil como madre, y las madres no siempre toman las decisiones correctas.
A través de cualquier prueba que la vida nos traiga, necesitamos apoyar a nuestra madre y amarla con el amor de Dios.