Más de un millón de personas de todo el mundo asistieron al funeral de Juan Pablo II, en Roma, el 8 de abril de 2005, el cual también un acontecimiento político
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Hace veinte años, el 8 de abril de 2005, al funeral de Juan Pablo II asistieron en Roma más de un millón de personas, entre ellas 200 líderes internacionales, demostrando la influencia espiritual y política del pontífice polaco fallecido seis días antes. El entonces decano del Sacro Colegio, el cardenal Joseph Ratzinger, dejó su impronta con una homilía que le convirtió, probablemente sin quererlo, en el sucesor natural de Juan Pablo II.
Juan Pablo II "fue realmente a todas partes, e incansablemente, para dar frutos, frutos que permanecen", explicó el cardenal Joseph Ratzinger en su homilía, interrumpida varias veces por los aplausos de la multitud, entre la que había un gran número de peregrinos procedentes de Polonia. "Nos despertó de una fe cansada, del sueño de los discípulos de ayer y de hoy. Todavía hoy nos dice: '¡Levantaos, vamos!
"El Papa sufrió y amó en comunión con Cristo, y por eso el mensaje de su sufrimiento y de su silencio ha sido tan elocuente y tan fecundo", dijo el cardenal al final de su homilía, refiriéndose a la dolorosa bendición que Juan Pablo II pronunció unos días antes, el Domingo de Resurrección, cuando no podía hablar.
"Podemos estar seguros de que nuestro amado Papa está ahora en la ventana de la casa del Padre, que nos ve y nos bendice. Sí, que nos bendiga, Santísimo Padre, confiamos su querida alma a la Madre de Dios, su Madre", concluyó el futuro Papa Benedicto XVI, entre grandes aplausos.
La liturgia se rezó en latín. El viento recorrió el escenario, pasando las páginas del libro de la Sagrada Escritura colocado sobre el sobrio ataúd en el suelo. "Fue un espectáculo increíble; realmente vimos el soplo del Espíritu Santo en él", recuerda uno de los participantes.
Wojtek Laski/East News
Este funeral, el último de un Papa reinante hasta la fecha, fue seguido en mondovisión en todas sus fases, a excepción del entierro del pontífice, que se celebró en la intimidad en la cripta vaticana. Cerca de 6.000 concelebrantes, entre ellos 140 cardenales y 700 obispos y arzobispos, participaron en la misa, marcada por los gritos de "Santo Subito".
El cardenal Ratzinger permaneció impasible ante esta presión popular, pero una vez elegido Papa con el nombre de Benedicto XVI, unas semanas más tarde abrió el proceso de beatificación de su predecesor. Juan Pablo II fue proclamado beato el 1 de mayo de 2011, y el Papa Francisco lo canonizó conjuntamente con Juan XXIII tres años después.
El funeral de Juan Pablo II fue también un acontecimiento político. Asistieron numerosos Jefes de Estado, entre ellos el Presidente francés Jacques Chirac, el polaco Alexander Kwasniewski y su predecesor Lech Walesa, y el estadounidense George W. Bush, acompañado por sus predecesores Bill Clinton y George Bush padre. Jimmy Carter, que recibió a Juan Pablo II en la Casa Blanca en 1980, no pudo asistir por falta de plazas asignadas a Estados Unidos en el protocolo.
Más sorprendente fue la presencia de dirigentes de países que nunca habían sido visitados por el Papa, como Argelia con Abdelaziz Buteflika y Afganistán con Hamid Karzai: la presencia de este último fue tanto más sorprendente cuanto que este país no tenía presencia católica oficial y nunca había establecido relaciones diplomáticas con la Santa Sede. En cambio, la República Popular China no estuvo representada.
Entre los dirigentes que veinte años después seguían en el cargo se encontraban el brasileño Lula, el azerbaiyano Ilham Aliev, el turco Recep Tayyip Erdogan, el húngaro Viktor Orban (que acudió como ex primer ministro), el rey Abdalá II de Jordania y su esposa, la reina Rania, los soberanos de Suecia, Noruega, Lesoto y Luxemburgo, y el presidente del Parlamento libanés, Nabih Berri.
El principal ausente entre los altos dirigentes internacionales fue el Presidente ruso Vladimir Putin, que se había reunido dos veces con Juan Pablo II en el Vaticano en 2000 y 2003, pero estuvo representado por su Primer Ministro Mijail Fradkov.
Asistencia controvertida
La presencia del Presidente sirio Bashar El-Assad, que había recibido a Juan Pablo II en Damasco en 2001, fue controvertida: el régimen sirio estaba entonces en el punto de mira de la comunidad internacional tras el asesinato del ex Primer Ministro libanés Rafic Hariri en Beirut el 14 de febrero de 2005.
Otra presencia que causó polémica fue la del Presidente de Zimbabue, Robert Mugabe, que tenía prohibida la entrada en la Unión Europea en aquel momento por los abusos de su régimen contra la minoría blanca, pero que pudo viajar al Vaticano con escolta italiana en virtud del estatuto de neutralidad de la Santa Sede.
Su apretón de manos con el Príncipe Carlos provocó un escándalo en el Reino Unido, en un momento de intensa presión mediática sobre el Príncipe heredero: para representar a la Corona británica en el funeral del jefe de la Iglesia católica, el futuro Rey de Inglaterra había tenido que aplazar 24 horas su boda con Camilla.
Otro diálogo insólito tuvo lugar durante los funerales de Juan Pablo II, dando lugar a una breve esperanza de acercamiento diplomático: el mantenido entre el presidente israelí de la época, Moshe Katsav, y su homólogo iraní Mohammad Khatami. El dirigente del Estado hebreo, nacido en Irán, relató cómo pudo hablar en persa con su vecino, ya que los jefes de Estado estaban sentados en el atrio en orden alfabético por países. Durante la Misa, el momento de la paz de Cristo reuniendo a un líder judío y otro musulmán chiíta fue una de las imágenes asombrosas de este día tan especial en la historia de Roma y del mundo.
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