Muchos santos recibieron la Palabra de Dios al abrir la Biblia y al encontrar un versículo por casualidad, ¿puede ayudarme eso a mí también?
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Testimonios incuestionables lo demuestran: se puede pedir la luz del Señor abriendo la Biblia. Uno de los ejemplos más famosos es el de san Francisco de Asís. Una noche, su amigo Bernard de Quintevalle lo invitó y le contó su gran deseo de dejarlo todo como él y de compartir su vida de pobre. ¿Es esta la voluntad de Dios? Francisco no tenía intención alguna de fundar una comunidad, y mucho menos una orden religiosa. Después de una larga conversación, convinieron en asistir a misa la mañana siguiente y pedirle al Señor una respuesta. Por este motivo, abrirán el Santo Evangelio tres veces. Siempre se topan con uno de los pasajes donde Jesús llama a sus discípulos a que dejen todo para seguirlo. Un poco antes, Francisco ya había sido instruido por un pasaje de la Escritura: en la pequeña iglesia de la Porciúncula, durante una misa, el relato del envío de los discípulos de dos en dos, sin palo, sin cinturón, sin dinero, había sido la revelación del camino en el que estaba a punto de embarcarse.
También tenemos el ejemplo de santa Teresita de Lisieux. En sus escritos, cuenta cómo fue habitada por deseos y llamadas aparentemente contradictorios e inviables. Ella quería vivir todas las vocaciones y, sin embargo, no era más que una pequeña carmelita en un convento de provincia. La respuesta la encontró abriendo un cuaderno en el que se habían copiado pasajes del Nuevo Testamento. En el capítulo 12 de la Primera Carta a los Corintios, leyó sobre la diversidad de vocaciones en la Iglesia. En el capítulo 13, leyó que el camino superior a todos los demás es la caridad. Entonces ella entendió que en la Iglesia, hay varios miembros, pero también existe un corazón. Encontró su lugar: “En el corazón de mi madre la Iglesia, yo seré el amor”.
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Así que es un hecho. No hay razón para estar a favor o en contra de esta práctica, es parte de la tradición espiritual. Muchos cristianos podrían, además, dar testimonio del impacto de una Palabra del Señor en tal o cual momento de sus vidas. Palabra recibida como respuesta o llamada, solicitada al abrir la Biblia, o encontrada sin ni siquiera solicitarla, lo cual es quizás lo más fiable.
Sin embargo, en este ámbito se debe actuar con cautela y moderación. Existe un peligro espiritual y psicológico si esta práctica se convierte en un proceso sistemático y más o menos mágico. Las personalidades frágiles pueden buscar una seguridad que las libere de su responsabilidad, como si nuestro futuro estuviera escrito, como si ya no tuviéramos que asumir los riesgos de la libertad y los debates de la inteligencia. Por el contrario, las personalidades dominantes o seductoras pueden utilizarlo, consciente o inconscientemente, para manipular a un grupo o a individuos. Algunos dicen: “Vamos a sortear una Palabra”, otros: ” Vamos a sacar una Palabra al azar”. Estas expresiones son inapropiadas. Abrir la Biblia no es como jugar a la lotería o sortear cartas. Es un acto de fe. Es ante todo orar, escuchar, humildemente. Luego es abandonarse al Señor, en la actitud del discípulo que se deja instruir, del hijo que quiere obedecer.
Los teólogos critican este enfoque subjetivo e ingenuo de la Escritura. Incluso dirían que se trata de un enfoque fundamentalista, que pasa por alto un estudio un tanto objetivo del texto y del contexto. Obviamente, la lectura segura con un corazón sencillo no exime de una lectura estudiosa con inteligencia, pero lo contrario también es cierto. El propósito de la exégesis no es poner un filtro tan complejo entre la Palabra de Dios y aquellos que la escuchan que impida que se oiga la voz del Amado.
Por el padre Alain Bandelier