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¿Conviene decir siempre la verdad a los niños?

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Edifa - publicado el 21/12/19
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Mentir a los hijos tiene consecuencias

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Nos parece relativamente sencillo decir a nuestros hijos la verdad sobre las cosas “normales”, pero cuando son dolorosas, como la enfermedad, la muerte, la pérdida de un trabajo… estamos tentados de ocultarles el mal a toda costa. ¿Tienes que contarle todo a tus hijos? ¿Acaso es bueno siempre decir la verdad?

No está permitido hacer el mal para conseguir el bien. Una buena intención (por ejemplo: ayudar a los demás) no basta para que una acción sea buena: mentir sigue siendo malo, no importa porque mientes.

Está claro: no se puede mentir, ni siquiera para proteger a un niño.

Decir la verdad, pero no de cualquier forma.

Hay que decir la verdad, pero no necesariamente toda la verdad. En muchos casos, tenemos el derecho e incluso el deber de guardar silencio. Esto es cierto en muchas áreas y no solo con respecto a realidades dolorosas o dañinas. Y no es una falta de honestidad ocultar cosas a tus hijos. Al contrario, es una cuestión de respeto y modestia. Es una verdadera violencia revelarles confidencias o secretos que no son capaces de soportar.

No siempre es posible guardar silencio, especialmente cuando se asume que el niño ha descubierto la verdad o al menos la siente. En este caso, no hay otra opción: hay que hablar, pero no de cualquier forma.

Antes de hablar, debes escuchar, es decir, estar profundamente atento al niño que tienes delante. Cuando una verdad se refiere a una situación delicada, es más importante aún no divulgarla de manera desordenada.

Por lo tanto, parece ser mejor hablar con cada niño, uno a uno, porque cada uno reaccionará a su manera y no todos necesitan escuchar las mismas cosas.

Incluso cuando te han conducido a hablar con todos ellos al mismo tiempo, puedes intentar hablar de nuevo con todo el mundo, incluso cada uno a su vez.

Cabe señalar que una relación de uno a uno implica, como su nombre indica, sólo dos interlocutores: un niño se sentirá más cómodo con solamente uno de sus padres, en lugar de con ambos al mismo tiempo.

Para decir la verdad, las palabras simples son siempre las mejores

Hay que llamar a las cosas por su nombre. En un mundo donde todas las desviaciones son aceptadas y comunes, es más importante que nunca dar a los niños una orientación clara. Los padres deben enseñarles a juzgar las acciones, a decir: “Eso es bueno, eso es malo.”

Y, al mismo tiempo, nunca juzgar a las personas, hablar de cada hombre como hijo de Dios, infinitamente amado por su Padre, porque nunca decimos bien la verdad si no la decimos con amor y por amor. Solo el amor curará al niño de las heridas que ciertas revelaciones pueden infligirle. Solo Él puede poner sobre nuestros labios las palabras adecuadas para llevar a nuestros hijos a la Verdad total.

Christine Ponsard

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