El COVID-19 nos impone estar vigilantes a nuestra temperatura, ya que uno de los síntomas de la enfermedad es una fiebre elevada. Pero ¿qué pasa con la temperatura de tu relación de pareja? Esa otra “temperatura”, la que indica que alguno pueda estar infectado de una mala actitud que sofoca o enfría a tu cónyuge o a ti mismo…
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“¡Qué calor!”. Esta expresión, empleada en sentido figurado, designa una situación erotizada por un cuerpo desvestido por motivo del calor y, por extensión, una actitud sugerente. Por un desplazamiento de su sentido evocador, “caliente” puede calificar también una situación difícil o incómoda, sin duda para señalar el riesgo de quemadura o desbordamiento y, por tanto, el carácter complejo de controlar de un suceso. Todo eso puede implicarse con el “calor” de un matrimonio. Preguntarnos a veces por la temperatura que tiene nuestra pareja interpela a todos los aspectos de la vida conyugal.
Emplear un buen diagnóstico
Todos somos sensibles a la calidez o la frialdad de una persona. La frialdad, y también el polo opuesto de un carácter tipo sauna turca en una personalidad sofocante, desestabilizan nuestro equilibrio interior. La cuestión no está en inventar el agua tibia, sino que interesa precisar en uno mismo y en el otro cuál es el clima que percibimos y si lo percibimos de la misma manera. Está el clima que yo pienso emanar y luego el que percibe mi pareja. Y también está el clima que producimos juntos. A menudo, ese clima “habla” mucho más de lo que creemos, porque habla de todo lo que no expresamos. Nos sorprende, nos abruma, nos obliga a reconocer que lo que queríamos acallar se manifiesta de otra forma. ¿No es el mismo caso con las tormentas? Una explosión debida a la acumulación de electricidad, humedad y calor.
Se trata de diagnosticar y dar a conocer al otro aquello de su actitud que me ha hecho sentir frío o que me sofoca o me quema. El objetivo: ¡detener el mecanismo! Nuestra afectividad se ha desarrollado con la inevitable carencia o exceso de calor, a pesar de toda la bondad de nuestra familia, y a menudo creamos un clima de respuesta. Es difícil reequilibrar una mala reacción espontánea y, sin embargo, es un desafío básico en la vida de pareja.
Comprender las motivaciones de cada uno… y cambiar
Cuando envío frío o demasiado calor a mi cónyuge, estoy intentando protegerme de alguna cosa. ¿Me estoy sintiendo juzgado/a? ¿Menospreciado/a? ¿Me ha privado demasiado de escucha o de ternura? ¿Me resulta difícil obtener su atención? O al contrario, ¿soy dependiente de su humor, de su opinión, de su elección? ¿Tengo iniciativas propias? ¿Estoy atado/a o controlado/a por mi pareja? ¿Siento que nunca hago suficiente? El deber de adaptarse, ¿no debería ser recíproco? ¿A qué carencia le tengo miedo? ¿De libertad? ¿De proximidad?
Después de haber intentado comprender las motivaciones y los sentimientos profundos de cada uno, viene el deseo de cambiar o de mejorar las propias capacidades para crear un calor suave para la pareja. Puedo actuar o comportarme de manera que responda a una necesidad que el otro ha expresado. También puedo abrir los ojos o repetirme interiormente y decirle todo lo que hace por mí y me causa bien. Quizás alguno se vuelva sofocante cuando sus gestos de amabilidad no sean reconocidos o recibidos y, entonces, piensa que debe añadir más. Bien es cierto que a veces olvidamos expresar gratitud por todo lo que hace la pareja y observarlo con precisión. Se genera calor en el corazón cuando se expresan o se reciben palabras de reconocimiento por un gesto, una sonrisa, una mirada, o por un perdón por una falta de delicadeza o una queja, o por la alegría de pasar un buen rato juntos.
Sophie Lutz