En vacaciones, podemos aprovechar una visita a la granja, un paseo por el campo o por unos viñedos para estudiar con los niños las parábolas pastorales de Jesús.
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Las vacaciones ofrecen a menudo la posibilidad de contactos más intensos con la naturaleza. Son muchas las ocasiones para redescubrir con nuestros hijos algunas parábolas. Aquí te explicamos cómo puedes abordar esos textos bíblicos con los niños.
- Después de observar los pájaros o admirar las flores, relean la parábola que nos enseña la confianza inspirándonos en las aves y los lirios (Mt 6,26-30).
- Después de un paseo por un viñedo, contemplen a Jesús que es como la cepa de la que nosotros somos los sarmientos (Jn 15,1-8).
- La visión de los campos de trigo nos conduce a diversas parábolas que recurren a esta imagen. Empezando por el sembrador (Mt 13,3-23, Mc 4,3-20, Lc 8,4-15). Jesús nos enseña a escuchar la Palabra y a ponerla en práctica. El grano de trigo que crece solo (Mc 4,26-29) nos muestra que el Reino no se establecerá por la fuerza ni crecerá por el esfuerzo humano, sino simplemente a través de una germinación pacífica, a través de un desarrollo vivo y suave, bajo la influencia de la gracia de Dios, porque las almas son para el Reino y el Reino para las almas. El grano bueno y la paja (Mt 13,24-43) nos presentan al Diablo sembrando el mal en el mundo, y el Señor que, hasta el final, permite al hombre la posibilidad de convertirse, de elegir bien. El grano de trigo que muere en la tierra (Jn 12,24) nos enseña a morir para vivir, a perder la vida para ganarla. Ante los fardos de heno secándose al sol, recordad la paja y la viga para no juzgar al prójimo (Mt 7,1-5, Lc 6,37-42): “Saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano”.
- Una tarde ocupada en la cosecha de la fruta introduce a la meditación de la parábola del árbol juzgado por sus frutos (Mt 7,16-20, Lc 6,43-49) o la de la higuera estéril (Lc 13,6-9).
- El encuentro con un rebaño de corderos tiene su extensión en la parábola de la oveja perdida y encontrada (Mt 18,15-42, Lc 15,3-7) o la del Buen Pastor (Jn 10,11-16).
- El agua de manantiales y fuentes que se encuentren casualmente por el camino y su vivificante frescor nos recuerdan el agua de vida que Jesús nos da (Jn 4,10-15).
Las plantas de la huerta o de los campos evocan el grano de mostaza (Mt 13,31-58, Mc 4,30-32, Lc 13,18-35) que nos introduce a la contemplación del Reino.
En la Iglesia como en cada uno de nosotros, comienza pequeño para crecer luego y desarrollarse más allá de todo lo previsto.
Expliquen bien a los niños que el grano de mostaza es muy pequeño y que, una vez plantado, da un árbol tan grande que los pájaros pueden reposar.
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