Este fin de semana empieza el Adviento, una invitación a ponernos en camino para preparar la venida de Jesús. Pero ¿cómo prepararse para la Navidad y, sobre todo, cómo preparar nuestro corazón?
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en Aunque el tiempo de Adviento está marcado por el espíritu de penitencia y una cierta austeridad, es ante todo un periodo de espera alegre. Pero ¿qué esperamos y cómo? Durante el Adviento, esperamos y preparamos la venida de Jesús en Navidad.
¿La Navidad, solo una ilusión?
Esto parece evidente, pero quizás ya hayas escuchado a tus hijos (rara vez los pequeños, más bien los adolescentes) objetar que este proceso les parece artificial:
“¿De qué sirve prepararse en Adviento para la Navidad? Jesús nació hace mucho tiempo tiempo y no va a volver el 25 de diciembre. La Navidad será como todos los años: al final, no pasa nada. Después la vida sigue exactamente igual que antes: siempre hay dificultades, gente que sufre y guerras”.
Y cuántos adultos, en el fondo, piensan lo mismo:
“La Navidad es para los niños. Nosotros ya no nos hacemos ilusiones: sabemos que la Navidad no va a cambiar nada”.
Para ellos, la Navidad es o bien una especie de ficción para hacer soñar a los niños o bien una simple conmemoración: se hace “como si”, pero eso no tiene mucho que ver con la auténtica vida de hoy día, con nuestro día a día.
Y el Adviento se resume, entonces, a los preparativos materiales de la fiesta.
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¿Qué queda hoy de aquel nacimiento?
Es cierto que la Encarnación del Hijo de Dios lo hace entrar en la historia: sin duda nació en Belén, de una vez por todas, y no “renace” todos los años en Navidad.
Pero el nacimiento de Jesús es un acontecimiento que no afecta únicamente a sus coetáneos. Jesús no nació solamente para María, José, los pastores y los magos. Nació para mí, para cada uno de nosotros.
Incluso aunque no pueda dirigirme al portal como los pastores, estoy invitado a contemplar y adorar exactamente como ellos.
No hago “como si”. Es hoy, en mi vida, cuando puedo acoger el misterio de la Encarnación y vivirlo. Jesús, que nació en Belén por amor a mí, está realmente vivo y presente.
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El pesebre, la paja y los llantos del recién nacido, fueron ayer, pero Jesús hecho hombre por amor a mí, es hoy. Y ahí está lo esencial de la Navidad.
Preparar el corazón
Dicho de otra forma, durante el Adviento, no preparamos una cuna para recibir a un recién nacido, sino que preparamos nuestro corazón para recibir a Dios hecho hombre.
“¡¿Pero no lo hicimos ya el año pasado?! ¡No tiene sentido repetirlo siempre!”. ¿El año pasado? Por supuesto, y no solamente el año pasado, porque estamos invitados a recibir a Jesús todos los días.
Pero no lo recibimos de una vez por todas y nunca es suficiente. Nunca termina. Entonces, ¿cómo preparar nuestros corazones para recibir el misterio de la Navidad?
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Tres palabras clave que van de la mano con el Adviento
La oración, la pobreza y la paciencia deben convertirse en nuestras guías hacia la Navidad.
1.Oración
Primero y siempre. En familia e individualmente, dedica más tiempo a la oración durante estas cuatro semanas que nos separan de Navidad. Es posible para todo el mundo: cada uno tiene que ver el modo. Pidamos a la Virgen que nos ayude con ello, ella que vivió un “Adviento” de nueve meses, de la Anunciación a la Natividad: no dudemos en rezar el rosario, oración por excelencia de pequeños y pobres. Meditemos los pasajes de la Palabra de Dios que la Iglesia nos da a entender a lo largo del Adviento. Retomemos, durante la oración familiar, por ejemplo, los salmos que hablan de la espera y la Esperanza del pueblo de Dios.
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2. Pobreza
No hay más que mirar el portal de Belén y la sencillez de los pastores que, en primer lugar, fueron invitados a reconocer al Mesías, para comprender que hace falta un corazón de pobre para comenzar a entrar en el misterio de la Navidad. Eso implica liberarnos de nuestras riquezas: todos las tenemos, tanto a los cuatro años como a los cincuenta, y no necesariamente valen su peso en oro, pero sí son un obstáculo entre Dios y nosotros. El Adviento es un tiempo de despojo.
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3. Paciencia
Durante el Adviento, estamos invitados a meditar la larga espera del Pueblo elegido que, durante milenios, deseó la venida del Mesías. El Antiguo Testamento nos recuerda que “el Señor es paciente” y misericordioso, infinitamente: su pueblo (como cada uno de nosotros) puede darle mil razones para renunciar a su proyecto de amor, que Dios no dice nunca: “¿De qué sirve esto? ¡Es una pérdida de tiempo!”. La paciencia se aprende cada día, cuando sé aceptar con calma y alegría los obstáculos, los retrasos y los contratiempos, cuando acepto caminar a un paso un poco más lento, cuando abandono en las manos de Dios toda angustia y todo temor por el futuro para vivir plenamente el instante presente.
¡Así que dediquemos tiempo a preparar bien la Navidad!
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