separateurCreated with Sketch.

¿Por qué un niño necesita ánimos para crecer?

PLAYING
whatsappfacebooktwitter-xemailnative
Edifa - publicado el 20/12/20
whatsappfacebooktwitter-xemailnative

Para madurar y progresar, todos los niños necesitan ánimos. Pero ¿cómo valorar sus cualidades sin inflar demasiado su ego?

Para ayudar a Aleteia a continuar su misión, haga una donación. De este modo, el futuro de Aleteia será también el suyo.


Deseo donar en 3 clics

Desde los primeros meses de vida, el niño pequeño necesita sentir la confianza de sus padres. La alegría y el orgullo con los que reciben el menor de sus progresos –ya sea sostener la cuchara o atreverse con los primeros pasos– son poderosos estimulantes que le dan gran seguridad y le invitan a ir aún más lejos. Así es como podrá crecer. Constantemente buscará en la mirada de sus padres la confianza que le motiva a perseverar en el esfuerzo, que le da ganas de convertirse en adulto y que le permite, llegado el momento, levantar el vuelo. Pero no hay que olvidar que animar con propiedad es animar en la verdad.

Aunque es malo insistir en los límites del niño, no es mejor mantenerlo en la ilusión de que lo sabe todo y lo puede todo. En un primer momento, quizás eso le dé confianza en sí mismo pero, tarde o temprano, se percatará del engaño y llegará a dudar inevitablemente de sí mismo y de los demás.

Dios le ha confiado unos talentos que lo convierten en una persona irreemplazable, ¡ahí está su valía! Son esos talentos los que hay que ayudarle a conocer y a hacer fructificar. Un niño es un secreto que Dios desvela poco a poco a sus padres.

Para estimular de verdad, hay que plantear exigencias. El objetivo de los ánimos no es agradar al niño o a los padres. El objetivo es ayudarle a madurar. Y, para ello, el niño necesita que la confianza de los padres se exprese sin demagogia.

Saber graduar las exigencias

Motivar no consiste en complacerse en la enumeración de las cualidades de un niño. Motivar es ofrecer los referentes que le permitirán dar lo mejor de sí mismo. Por tanto, es recurrir a la autoridad de padres sin olvidar nunca que la cualidad primera de quien ejerce la autoridad es amar a quienes se les han confiado, no para imponerles una visión de las cosas, sino para estar al servicio de su crecimiento y su madurez.

Hay que saber graduar las exigencias e intentar discernir en qué puntos deben centrarse. Si colocamos el listón demasiado alto, si intentamos combatir en todos los frentes a la vez, nos arriesgamos a generar desaliento. No hay que exigir demasiado al niño, sino pedirle lo suficiente como para que vaya hasta el límite de sus posibilidades en todos los ámbitos.

Eso implica respetar quién es profundamente sin intentar adecuarlo a los sueños parentales de un hijo ideal. Al mismo tiempo, no hay que contentarse con las cosas a medio hacer ni inventar excusas demasiado fáciles para el niño. Hay que asumir el riesgo de verle equivocarse, caer, soportar el fracaso. Hay que resistir la tentación de actuar en su lugar y asumir las responsabilidades que le corresponden al niño o niña.

Dios nos anima siempre, nunca nos adula. Nos ama demasiado como para permitir que vegetemos en una tranquila mediocridad. En su misericordia, Él nos revela nuestra belleza, pero nos muestra también nuestro pecado. Su amor es exigente. No pierde nunca la paciencia ante nuestras caídas, nuestras reticencias, nuestras negativas, pero no se contenta con medias tintas. Incansablemente, Él nos llama a amar más.

Christine Ponsard


LITTLE BOY,TANTRUM
Te puede interesar:
¿Qué se esconde detrás de un niño “difícil”?


SUPERHERO
Te puede interesar:
Los valores que las películas de superhéroes aportan a los niños

¿Te ha gustado leer este artículo? ¿Deseas leer más?

Recibe Aleteia cada día.

Aleteia vive gracias a sus donaciones

Permítenos continuar nuestra misión de compartir información cristiana y bellas historias apoyándonos.

banner image
Top 10
See More
Newsletter
¿Te ha gustado leer este artículo? ¿Deseas leer más?

Recibe Aleteia cada día.