Algunos cristianos dicen que hay razones para creer, en base a la Escritura, que Jesús habría apoyado el “matrimonio homosexual”. ¿Hay ambigüedad en la Biblia respecto a la definición de matrimonio?
Para ayudar a Aleteia a continuar su misión, haga una donación. De este modo, el futuro de Aleteia será también el suyo.
No, Jesús no habría apoyado el “matrimonio homosexual” porque él claramente reiteró la definición de matrimonio que se encuentra en el Antiguo Testamento, de que el matrimonio es para toda la vida, una exclusiva unión mutua entre un hombre y una mujer orientada a engendrar y criar a los hijos. Esta ha sido considerada también la enseñanza fundamental de la Iglesia católica a lo largo de su historia.
1. La base escriturística del matrimonio está establecida en el Génesis, cuando Dios crea a la persona humana –hombre y mujer– a su divina imagen y semejanza.
El matrimonio es un tema central en la Escritura, que habla de su “misterio”, de su institución y del sentido que Dios le dio, de su origen y de su fin (Catecismo de la Iglesia Católica, 1602).
De hecho, la Biblia comienza y termina con el matrimonio: en el Génesis, leemos la creación de un hombre y una mujer a imagen y semejanza de Dios (Génesis 1, 27), y en el Apocalipsis encontramos la visión de “las bodas del Cordero” (Apocalipsis 19, 7-9).
El fundamento del matrimonio fue establecido el sexto día de la creación, cuando Dios “creó al hombre a su imagen; lo creó a imagen de Dios, los creó varón y mujer” (Génesis 1, 27).
“La vocación al matrimonio se inscribe en la naturaleza misma del hombre y de la mujer, según salieron de la mano del Creador” (Catecismo de la Iglesia Católica, 1603).
” Fundada por el Creador y en posesión de sus propias leyes, la íntima comunidad conyugal de vida y amor se establece sobre la alianza de los cónyuges“, afirmó el Concilio Vaticano II. “Pues es el mismo Dios el autor del matrimonio, al cual ha dotado con bienes y fines varios” (Gaudium et spes, 48).
La creación de la mujer, que participa de la misma realidad del hombre – representada simbólicamente por la costilla – nos habla del alma profunda del matrimonio como unidad de vida y de amor.
El Cantar de los Cantares exalta el amor en su belleza ligada a la pasión, al eros, al sentimiento, pero también en su reciprocidad total de donación: “Mi amado es para mi y yo soy para mi amado”. También los profetas recurren al simbolismo matrimonial para celebrar la alianza entre el Señor y su pueblo (Jr 2,2; Os 2).
2. Dios reconoce que Adán no debería estar solo, y que necesita una “ayuda adecuada”. Esta compañía es una mujer, Eva.
En el segundo capítulo del Génesis, Dios determina que no era bueno que el hombre estuviera solo, y que necesitaba una “ayuda adecuada” (Génesis 2, 18).
Charles Pope, párroco y popular bloguero de la archidiócesis de Washington, observa que una compañía adecuada a Adán es en primer lugar un humano: “El hombre puso un nombre a todos los animales domésticos, a todas las aves del cielo y a todos los animales del campo; pero entre ellos no encontró la ayuda adecuada” (Génesis 2, 20).
El Génesis explica que Dios tomó una de las costillas de Adán mientras él dormía, y con ella “el Señor Dios formó una mujer” (Génesis 2, 21-22).
Dios entonces presentó Eva a Adán, y éste exclamó: “Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne! Se llamará Mujer, porque ha sido sacada del hombre” (Génesis 2, 23).
“La compañía adecuada para Adán era una mujer”, concluye Pope. “Dios creó a Eva, una mujer, no a Esteban, un hombre”.
Además, observa, “la compañía adecuada para Adán es “una” mujer. Pues Dios no creó a Eva, y a Elena, Juana y Susana. Por tanto, la poligamia no está en el plan de Dios”.
A pesar de que, reconoce Pope, “varios patriarcas del Antiguo Testamento tuvieron más de una esposa”, recuerda que “lo que la Biblia cuenta como hechos no significa necesariamente que los apruebe”.
“El hecho es que”, añadió, “la Biblia muestra que la poligamia siempre trae problemas. Como la historia bíblica demuestra, la poligamia empieza a desaparecer”.
3. Adán y Eva “se hacen una sola carne”, constituyendo un vínculo para toda la vida, estable e indisoluble.
Después de que Dios creara a Eva a partir de la costilla de Adán, el narrador del Génesis comenta: “Por eso el hombre deja a su padre y a su madre y se une a su mujer, y los dos llegan a ser una sola carne”.
“Ser una carne significa adherirse, pegarse como una lapa”, dice Pope. “Por lo tanto, el divorcio y la desunión no forman parte de la visión de Dios para el matrimonio”.
“Maridos y mujeres tienen que luchar por la unidad y la estabilidad por la gracia de Dios”, añade. “El divorcio “exprés” de nuestra cultura es hostil a los planes de Dios para el matrimonio. Las parejas no deberían buscar salidas fáciles, sino hacer lo necesario para preservar la unión y estabilidad en su compromiso matrimonial”.
El Concilio Vaticano II afirma que “que por el pacto conyugal ya no son dos, sino una sola carne, con la unión íntima de sus personas y actividades se ayudan y se sostienen mutuamente, adquieren conciencia de su unidad y la logran cada vez más plenamente”.
Añade que “esta íntima unión, como mutua entrega de dos personas, lo mismo que el bien de los hijos, exigen plena fidelidad conyugal y urgen su indisoluble unidad”.
La Conferencia Episcopal de EE.UU. nos recuerda que la unión entre un hombre y una mujer en matrimonio es “un vínculo que no puede ser disuelto por voluntad de los esposos”: “El matrimonio es una esfera fiel y privilegiada de intimidad entre los esposos que dura hasta la muerte”.
4. Los niños son una dimensión esencial del matrimonio cuando Dios dice a Adán y Eva que sean fecundos y se multipliquen.
El primer capítulo del Génesis termina cuando Dios bendice al primer hombre y a la primera mujer y les dice: “Sed fecundos y multiplicaos ” (Génesis 1, 28).
Desde los inicios, Dios aclaró que uno de los propósitos esenciales del matrimonio es traer al mundo y criar a los hijos.
El Concilio Vaticano II afirma que ” la institución del matrimonio y el amor conyugal están ordenados por sí mismos a la procreación y a la educación de la prole, con las que se ciñen como con su corona propia”.
“Los niños son el don supremo del matrimonio”, añade. “El cultivo auténtico del amor conyugal y toda la estructura de la vida familiar que de él deriva, sin dejar de lado los demás fines del matrimonio, tienden a capacitar a los esposos para cooperar con fortaleza de espíritu con el amor del Creador y del Salvador, quien por medio de ellos aumenta y enriquece diariamente a su propia familia”.
El Catecismo observa que “los esposos a los que Dios no ha concedido tener hijos pueden llevar una vida conyugal plena de sentido, humana y cristianamente. Su matrimonio puede irradiar una fecundidad de caridad, de acogida y de sacrificio” (N. 1654).
5. Jesús reitera el plan de Dios para el matrimonio tal y como está presentado en el Génesis y añade: “Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”.
En el capítulo 19 del evangelio de Mateo, Jesús es preguntado sobre el matrimonio y la posibilidad del divorcio. Sin dudar, Jesús responde: “¿No habéis leído que el Creador, desde el principio, los hizo varón y mujer; y que dijo: Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su mujer, y los dos no serán sino una sola carne? De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Que el hombre no separe lo que Dios ha unido” (Mateo 19, 4-6).
Los que preguntaban presionaban aún, observando que el propio Moisés permitió el divorcio. Jesús responde con la misma claridad: “Moisés os permitió divorciaros de vuestra mujer, debido a la dureza de vuestro corazón, pero al principio no era así. Por lo tanto, yo os digo: El que se divorcia de su mujer, a no ser en caso de unión ilegal, y se casa con otra, comete adulterio” (Mateo 19, 8-9).
En esta conversación Jesús es claro en la definición de matrimonio: que es entre un hombre y una mujer, y que es un vínculo que ni siquiera las propios cónyuges pueden romper.
Pope interpreta el texto de esta manera: “Jesús no dice que un hombre se une a su “pareja”, sino a su “mujer”. Jesús añade, con su propia autoridad: “Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”.
Este texto sin duda prohíbe el divorcio, pero también se podría argumentar una interpretación más amplia en la que Jesús nos prohíbe interferir en lo que Dios ha establecido”.
Para comprender cómo recibieron las primeras comunidades cristianas las enseñanzas de Jesús sobre la indisolubilidad del matrimonio, san Pablo, que habla muchas veces de la relación entre marido y mujer, no duda en transformar el matrimonio en un gran símbolo cristológico y eclesiológico.
En Efesios 5,25-33 la donación amorosa entre los dos se compara con la de Cristo y la Iglesia, y concluye: “Este misterio (nupcial) es grande; lo digo respecto a Cristo y la Iglesia”.
El Papa León XIII observa que al leer el evangelio de Mateo, “vemos claramente que esta doctrina (del matrimonio) fue declarada y ampliamente confirmada por la divina autoridad de Jesucristo. El dio testimonio a los judíos y a sus apóstoles de que el matrimonio, desde su institución, sólo debería existir entre dos, es decir, entre un hombre y una mujer; de que los dos constituirían, dice, una carne; y de que el vínculo matrimonial es por voluntad de Dios tan fuerte y profundo que nadie puede disolverlo o romperlo”.
Dice también: “Jesucristo, que restauró nuestra dignidad humana y que perfeccionó la ley mosaica, tuvo desde el principio de su ministerio no poca solicitud por la cuestión del matrimonio.
Ennobleció el matrimonio en Caná de Galilea con Su presencia, y lo hizo memorable con el primer milagro que realizó; y por esta razón, de ese día en adelante, parece como si se hubiera conferido una nueva santidad a los matrimonios humanos”.