El mito de Matthew Shepard es que fue martirizado por homófobos recalcitrantes. Un impresionante nuevo libro de un periodista homosexual desacredita esto
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Esta semana un libro ha probado que la revolución sexual estadounidense ha sido construida en mentiras. Tres de los casos que transformaron el sistema legal y alteraron el ecosistema moral están basados en ficción: Roe contra Wade, convertido en la piedra angular de los derechos al aborto; Lawrence contra Texas, que despenalizó la sodomía y llevó inexorablemente al matrimonio entre homosexuales; y el asesinato de Matthew Shepard, que transformó la desaprobación de los actos homosexuales en odio homofóbico.
Así lo subrayó esta semana la publicación de El libro de Matt : Verdades ocultas sobre el asesinato de Matthew Shepard, por el periodista gay Stephen Jimenez.
La muerte de Shepard, un estudiante homosexual de 21 años de edad, de la Universidad de Wyoming en Laramie, se ha convertido en un símbolo de la lucha contra la homofobia en EE.UU. y un indicador del movimiento de intimidación anti- gay. En octubre de 1998 haciendo autostop, Shepard fue recogido por dos vecinos, Aaron McKinney y Russell Henderson. Ellos lo llevaron a un campo, le robaron, lo golpearon con una pistola, lo ataron a una valla y lo dejaron morir.
Este incidente violento se ha convertido en el crimen de odio anti- gay más famoso de la historia de Estados Unidos. Shepard se convirtió en un mártir: una alma gentil que había sido asesinada simplemente por ser gay. La reacción fue inmensa.
En 2009, el presidente Obama firmó la Ley de Prevención de Crímenes de Odio, una ley federal contra los crímenes de odio gays, que lleva el nombre de Matthew Shepard. Elton John y Lady Gaga han cantado sobre su muerte. Tres películas se han hecho al respecto. Una obra de teatro, "El proyecto Laramie ", se ha realizado más de 2.000 veces en todo el mundo. El primer jugador abiertamente gay de la NBA, Jason Collins, llevaba el número 98 en su honor durante la temporada 2012-2013. Una fundación perpetúa su memoria "para combatir el odio con entendimiento, compasión y aceptación".
Sin embargo, en un libro publicado esta semana, Jimenez echa por tierra esta hagiografía. Después de entrevistar a más de un centenar de personas, incluyendo a los asesinos, ha llegado a la conclusión de que el asesinato tenía poco que ver con la sexualidad de Shepard y mucho que ver con las drogas. El crimen de odio más denigrante de Estados Unidos no fue un crimen de odio, después de todo.
Resulta que Shepard era un usuario regular y traficante de la metanfetamina y que su asesino, McKinney, había estado en una juerga de metanfetamina, que McKinney y Henderson, posiblemente incursionaron en el sexo gay, que McKinney había festejado con Shepard e incluso había tenido relaciones sexuales con él. Es una historia sórdida, llena de violencia desgarradora. Pero no es una historia de cerriles homófobos torturando y asesinando a un activista gay refinado y amable.
Al escribir en The Advocate, el periódico gay líder en EE.UU. , Aaron Hicklin pregunta, "¿nuestra necesidad de hacer un símbolo de Shepard nos cegó a una confusa, compleja historia que es más oscura y más preocupante que el relato "oficial"?"
Pero la santificación de Matthew Shepard es sólo el último capítulo de una mitología de la queja y la opresión sexual.
En 2003 la Corte Suprema de EE.UU. revocó una ley de Texas que penalizaba la sodomía. Esto efectivamente hace la homosexualidad legal en los EE.UU. Y como el juez Scalia señaló en su discrepancia en el caso Lawrence contra Texas, abrió la puerta a la redefinición del matrimonio: " La opinión de hoy desmantela la estructura del derecho constitucional, que ha permitido una distinción que debe hacerse entre las uniones heterosexuales y homosexuales, en cuanto al reconocimiento formal en el matrimonio se refiere”.
Pero el caso fue construido sobre las mentiras de los activistas. En 1998, la policía recibió un informe de que "un negro [ se ] volvía loco con un arma de fuego" en un suburbio a las afueras de Houston. Cuatro agentes irrumpieron en un apartamento y encontraron a John Lawrence de 55 años, un hombre blanco y un hombre negro de 31 años de edad, Tyron Garner. La noche terminó con los hombres, abiertamente homosexuales, siendo acusados de "sexo desviado" y se les mantuvo durante toda la noche en la cárcel antes de ser liberados.
Los activistas gays se enteraron de los hechos y llevaron el caso a la Corte Suprema. Lo demás es historia.
El año pasado, en su libro Flagrante Conducta, Dale Carpenter, profesor homosexual de derecho de la Universidad de Minnesota, reveló que la narrativa convencional es falsa. La policía y Lawrence y Garner dijeron mentiras, por diferentes razones. La policía acusó a los dos hombres porque eran abierta y flagrantemente gays.
Pero los dos hombres no estaban teniendo relaciones sexuales. Originalmente se declararon "no culpables”. Sólo cuando los activistas señalaron que era un caso ideal, se declararon "nolo contendere". "Desde el principio", su abogado dijo, "nosotros no queremos complicar el caso para tratar con los hechos. Dijimos: 'Lo que dijo la policía, no lo vamos a impugnar". Carpenter afirma que "Lawrence prosiguió con el caso porque nadie quería saber cuáles eran los hechos subyacentes".
Y luego está la tragedia de Roe contra Wade. El verdadero nombre de Jane Roe es Norma McCorvey, quien más tarde se convirtiera en activista a favor de la vida y católica. En 1969 era una chica problemática de 21 años de edad que había descubierto que estaba embarazada sin desearlo por tercera vez. Ella no sabía lo que era un aborto, pero se encontró con abogados que querían poner a prueba la ley de Texas. Ha contado la historia muchas veces:
"La declaración jurada presentada ante la Suprema Corte no sucedió del modo en que dije, así de claro. ¡Mentí! Sarah Weddington y Linda Coffey [ sus abogadas ] necesitaban un caso extremo para que su cliente pareciera lamentable. Violación parecía ser el billete. ¿Qué hace que la violación sea peor? Una violación en grupo. Todo comenzó con una pequeña mentira, pero mi mentira creció y se hizo más horrible, con cada relato”.
"No sólo mentí sino me mintieron. No he venido a la Suprema Corte en nombre de una clase de mujeres. Yo no persigo ningún recurso legal para mi embarazo no deseado. Yo no fui a la justicia federal para encontrar alivio. Me reuní con Sarah Weddington para averiguar cómo podía obtener un aborto. Ella y Linda Coffey dijeron que no sabían dónde podía conseguir uno. Sarah ya había tenido un aborto, pero ella me mintió igual que yo le mentí a ella. Ella sabía dónde podía conseguir uno, por supuesto, pero yo no era de ninguna utilidad para ella a menos que estuviera embarazada. Sarah y Linda estaban buscando a alguien, cualquiera, para promover su propia agenda. Yo era su incauta más dispuesta".
"Muy pocas cosas suceden en el momento adecuado y el resto no suceden en absoluto", escribió Mark Twain. "Un meticuloso historiador corregiría estos defectos". Que es exactamente lo que los activistas del aborto y los derechos homosexuales han hecho. Se elaboraron guiones de sufrimiento e injusticia y luego hicieron una búsqueda de talentos para que los actores jugaran el papel. Se pusieron de relieve hechos convenientes, los inconvenientes fueron suprimidos.
¿Tiene esto alguna diferencia? Incluso si se repasan los hechos, los tribunales de justicia y la opinión pública ya habían llegado a una decisión. Tarde o temprano un caso habría surgido otro caso cuyos hechos se adaptarían a la ideología a la perfección.
Pero sí hay una diferencia. Sólo una causa que no tiene confianza en su propia justicia tiene que mentir para probar su razón. Como el periodista gay, líder en los EE.UU. , Andrew Sullivan, comenta sobre el libro de Matt: "Nadie debe tener miedo de la verdad. Menos aún los gays … ¿No deberíamos entender mejor por qué y cómo?".
Y lo peor de todo, repsando y reorganizando los hechos, es cada vez más probable que se omitan y que no encajen en el mito. Tal vez es por eso que "El proyecto Laramie" se está exhibiendo en el Teatro Ford en Washington DC este mes, mientras que el asesinato en 2002 de María Stachowicz, una ama de casa que fue golpeada, apuñalada, estrangulada y asesinada por un compañero homosexual del trabajo porque cuestionó su estilo de vida ha sido olvidado. Ella no encaja en el mito de la opresión gay.