La respuesta del cardenal Sarah: Caridad no es sólo limosna, es el amor cristiano, entregarse por el otro hasta dar la vida
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“Amor no es igual a caridad. El término amor ya existía antes de Cristo, pero Cristo nos enseñó el ápice del amor, que es precisamente la caridad, es decir, entregarse por el otro”. Lo explicó el presidente del Consejo Pontificio Cor Unum, el cardenal Robert Sarah, este martes 21 de enero en una conferencia pronunciada en Barcelona.
Según el cardenal africano, la palabra “caridad” no es siempre bien comprendida, incluso en el lenguaje cristiano, y “ha decaído simplemente en el significado banal de limosna, o bien, se ve como una forma insuficiente de ayuda al otro, porque no mella las causas profundas de la injusticia”
También hay confusión respecto a lo que se entiende por “amor”: “¡Cuántos hoy día hablan de “amor” sin saber lo que es! –lamentó-. Las numerosas heridas y sufrimientos en la vida matrimonial testimonian la frágil comprensión del amor en el sentir común de la gente de hoy”.
En este sentido, el cardenal africano citó al Papa Benedicto XVI, que en un discurso pronunciado el 23 de enero de 2006 afirmó que “la palabra “amor” hoy está tan devaluada, tan gastada, y se ha abusado tanto de ella, que casi se quiere evitar nombrarla. Sin embargo, es una palabra primordial, expresión de la realidad primordial; no podemos simplemente abandonarla; debemos retomarla, purificarla y devolverle su esplendor originario, para que pueda iluminar nuestra vida y guiarla por el camino recto. Esta es la convicción que me ha impulsado a escoger el amor como tema de mi primera encíclica”.
La cuestión de Dios
“No es casualidad que el documento que trata de la caridad en la Iglesia haga referencia a aquel que es el inicio de la caridad, es más, a quien se identifica con la caridad: Dios es amor”, destacó. “Quizás precisamente el hecho de habernos acostumbrado al texto bíblico nos lleva a veces a olvidar cuán grandiosa es esta afirmación y la novedad que encierra: Dios es amor. Quizá no siempre tenemos claro que fue necesaria la revelación bíblica, especialmente la neotestamentaria, para que el hombre entendiese que Dios es amor”.
Sobre esta cuestión, el cardenal señaló que “la experiencia de los pueblos que no han conocido el Evangelio no es precisamente esta: un estudio comparado de las religiones lo demuestra de manera evidente: la experiencia de lo divino normalmente va acompañada por el miedo, el asombro, la lejanía, la indiferencia, la imposibilidad de nombrarlo. Son numerosos los pueblos que describen con expresiones de terror la aparición de lo divino y con frecuencia el ídolo se aplaca con la sangre, incluso humana. La experiencia primaria es de un Dios al cual pertenecemos de algún modo, pero del cual debemos también guardarnos, por su impenetrabilidad, por su indisponibilidad, por su alteridad”.
Para el cardenal Sarah, la incapacidad del hombre de concebir a Dios como amor depende en gran medida de que el hombre por sí mismo no conoce el amor. “No es casualidad que el término griego de ágape en la acepción de “caridad” sea un legado del nuevo testamento –dijo-. La cultura griega concebía como máximo el amor entendido como amistad. De manera que el hombre no puede producir por sí mismo una imagen de Dios con elementos que no le son propios. Por este motivo es necesaria la revelación.
“El amor es don de sí al otro, relación, apertura –explicó en su conferencia, enmarcada en las Jornadas de Cuestiones Pastorales de Castelldaura organizadas por un centro del Opus Dei en Barcelona-. Implica la alteridad; la persona en la Trinidad indica exactamente esta relación originaria. El Padre es padre porque se relaciona con el Hijo y viceversa. La persona, pues, en la Trinidad tiene una subjetividad que se expresa como relación: estar en relación define la esencia de la persona trinitaria y, por tanto, de Dios”.
El amor auténtico lo aprendemos de Cristo, prosiguió el purpurado, y añadió: “¿Cuál es entonces la característica del amor cristiano, es decir, de la caridad, la que aprendemos de Cristo y que es —Cristo es el Logos— el fundamento de toda la realidad? La caridad entendida como dar la vida.
“Existe, por tanto, un lugar y una persona concreta en donde se manifiesta el amor del que estamos hablando: es Cristo, el Hijo de Dios que en la cruz da su vida por el hombre pecador –explicó-. No olvidemos nunca que, sin esta medida, todo se queda a medias; ni que si hablamos de testimonio cristiano de caridad, hablamos de esta caridad. Esta sostiene el mundo”.
El cardenal señaló que “mediante los cristianos —aquellos que creen en la caridad divina—, su estilo de vida, su testimonio y sus obras, se abre para todos los hombres la posibilidad del amor. Es lo que la historia de la Iglesia nos enseña: las numerosas obras de caridad que nacen del cristianismo se han convertido en escuela también para quien no tiene fe y forman parte de nuestra cultura, de nuestro modo de pensar y de actuar, porque corresponden a lo que el hombre es en su yo íntimo”.
¿De qué amor hablamos?
Sobre la palabra “amor”, el cardenal señaló: “A menudo se oye decir: “se aman, ¿qué mal hacen?” ¿De qué amor estamos hablando? Y, sobre todo, ¿cómo se enlaza este término tan devaluado con la expresión bíblica «Dios es amor» (1 Jn 4, 16) y la fuente de nuestro amor y de toda la actividad caritativa? ¿Cómo podemos relacionar esta expresión de Dios con nuestra propia comprensión del amor?”.
Destacó que Benedicto XVI ofrece una amplia respuesta en su encíclica Deus caritas es y planteó que “considerando lo que la industria del entretenimiento describe como “amor” en sus producciones, uno debe preguntarse si tiene algo que ver con la “virtud teológica” habitualmente mencionada junto con la fe y la esperanza".
“La concepción cristiana del amor al prójimo, en una oleada de humanismo, corre el riesgo de perder sus raíces bíblicas y, por tanto, su inspiración original –advirtió-. El hombre contemporáneo muestra una disposición a ayudar al prójimo necesitado, pero, en algunos casos, esto ha causado la secularización de este aspecto central de la misión de la Iglesia entre sus mismos miembros”.
El enfoque de aquellos que apoyan programas en la Iglesia que ya no se diferencian de los de la Cruz Roja o las organizaciones de la ONU, por ejemplo, “contradice toda la tradición del compromiso caritativo de la Iglesia, reduciendo como consecuencia la credibilidad del mensaje cristiano”, trata de debilitar el arraigo de la caritas en Dios, reduciendo su razón de ser a mera filantropía”.
Finalmente, el cardenal Sarah destacó la aportación del Papa Francisco, que defiende “la caridad efectiva con el prójimo, la compasión que comprende, asiste y promueve”.