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El Creacionismo no es lo mismo que la teoría del Diseño Inteligente, aclara el experto en evolución humana Carlos Alberto Marmelada
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“La antropogénesis cristiana no es en absoluto incompatible con los datos de la ciencia”, que “es capaz de responder a ciertas cuestiones, pero no a otras”.
Lo afirma el autor de guiones para documentales científicos sobre Evolución Humana y Cosmología y exdirector del departamento virtual de Evolución Humana del Gobierno de Murcia, el profesor Carlos Alberto Marmelada.
Autor de varios libros sobre Darwin y su teoría del eslabón perdido, entre ellos Evolucionismo. ¿De dónde venimos?, afirma que los descubrimientos actuales rubrican que no hay un eslabón perdido “sino muchos”.
Como experto de años de estudio y difusión, ¿en qué momento estamos actualmente en la teoría de la evolución?
La paleoantropología humana vive una época dorada. En los últimos veinte años se han hecho muchos descubrimientos y muy importantes.
Basta con pensar que a principios de los años noventa se pensaba que los humanos actuales descendían de Ramapithecus, que habrían evolucionado hacia los Australopithecus, de los que solo se conocían dos especies.
Una de esas especies de las cuales habría dado lugar a Homo habilis, y este a Homo erectus del que habrían surgido los neandertales y los Homo sapiens, nosotros.
Un gran cambio
Pues bien, hoy todo esto ha cambiado radicalmente.
Empezando por el hecho de que ya no se acepta la existencia de los Ramapithecus, y continuando por el descubrimiento de tres posibles géneros de primeros homínidos anteriores a los australopitecinos, de los que se han descubierto cuatro nuevas especies a sumar a las dos ya conocidas.
Y lo mismo sucede con las especies humanes existentes. En las dos últimas décadas, algunos investigadores proponen la existencia de numerosas especies humanas (Homo georgicus, Homo antecessor, Homo cepranensis y tantas otras).
¿Hasta dónde ha confirmado -si es que ha confirmado- la ciencia la hipótesis de Darwin?
Si por “hipótesis de Darwin” entendemos que la vida se ha desarrollado evolutivamente a partir de un antepasado común a todos los vivientes, entonces podemos decir que numerosas ramas de la ciencia, infinidad de experimentos y una enorme cantidad de investigadores han proporcionado evidencias de la veracidad de esta idea.
Así la teoría de la evolución puede ser considerada como algo más que una mera hipótesis. Hay muchos datos que la avalan.
Otra cosa bien distinta es si la evolución procede siempre a través de los mecanismos descritos por Darwin. Aquí las discusiones entre los especialistas todavía despiertan pasiones.
Los responsables de Atapuerca afirmaron que sus investigaciones “desmontaban” la idea cristiana de creación del hombre. Los hallazgos actuales ¿apuntan en esta dirección?
Comparto la opinión del prestigioso biólogo Francisco Ayala cuando afirma que la ciencia es capaz de responder a ciertas cuestiones, pero no a otras y que esas son objeto de estudio de la filosofía y la teología.
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La antropogénesis cristiana no es en absoluto incompatible con los datos de la ciencia, ya que el barro del que nos habla el Génesis bien pudo ser una determinada especie de australopiteco o cualquier especie de homínido prehumano aún no descubierta.
La ciencia es limitada
En cualquier caso, ese relato nos dice que Dios tuvo una especial relación con la aparición del hombre.
Por definición, esta es una cuestión que cae fuera del terreno de estudio de la ciencia.
La antropología física nos puede explicar las transformaciones anatómicas acaecidas entre los homínidos prehumanos y los protohumanos, pero nada más.
Por su parte, la arqueología nos puede informar sobre los primeros productos culturales de la humanidad.
Pero el análisis de las facultades mentales de los primeros humanos es algo que se escapa a los métodos de investigación de la ciencia experimental.
Como mucho se pueden hacer extrapolaciones, pero cuesta extraer de ellas certezas firmes. La ciencia es un producto humano maravilloso, pero tiene sus límites.
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El descubrimiento en el yacimiento burgalés de huesos del oído desvela que aquellos individuos se comunicaban con un lenguaje, ¿eran sonidos sin más o un código más elaborado?
Determinar cuál era el lenguaje de las paleoespecies humanas es algo muy difícil. Aún se discute cómo hablaban exactamente los neandertales de hace 50.000 años, pero es seguro que lo hacían con un lenguaje abstracto realmente complejo.
Ellos disponían de las bases físicas para ello, así como de un estilo de vida complejo y de una producción de instrumentos que demuestra la existencia de un pensamiento simbólico.
Definir cómo lo hacían los Homo heidelbergensis de hace 400.000 años descubiertos en Atapuerca es algo, naturalmente, mucho más complicado.
¿Cómo nos hicimos humanos?
Se sabe que su aparato fonador ya era apto para el lenguaje, aunque lo más seguro es que no hablaran con la fluidez y la variabilidad que lo hacemos nosotros.
Puede que, por ejemplo, no pudieran usar todas las vocales que hacemos servir nosotros, lo que no impediría la elaboración de mensajes orales significativos.
Los trabajos en este campo suponen uno de los retos apasionantes que tienen los investigadores a la hora de poder precisar cómo nos hicimos humanos.
¿Caminan en la misma dirección las teorías Creacionista y del Diseño Inteligente? Si no es así, ¿cuáles son sus diferencias?
Los partidarios del Diseño Inteligente (DI) insisten en que no se les debe confundir con los Creacionistas.
En rigor, los creacionistas opinan que Dios creó las especies tal como las observamos hoy en día.
Por lo tanto son fijistas y rechazan la evolución biológica esgrimiendo argumentos bíblicos extraídos de una interpretación literal del relato del Génesis.
Tuvo que haber un “diseñador”
Los partidarios del DI, por su parte, alegan que ellos sí aceptan la existencia del hecho evolutivo.
Lo que sucede es que insisten en que ciertas estructuras de complejidad irreductible no pueden haber aparecido por este procedimiento, ya que las fases intermedias no aportarían ventajas adaptativas.
De modo que si existen es gracias a que un diseñador que está fuera de la Naturaleza ha sido el responsable del diseño que se observa en ella.
Se distinguen de los creacionistas en que consideran que sus tesis se apoyan en datos de la ciencia.
Personalmente opino que, en sentido estricto, la cuestión del diseño en la Naturaleza es de índole filosófica y teológica y no propiamente científica.
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A su juicio, ¿en qué aspectos se fundan los partidarios de que el evolucionismo negaría la existencia de un Creador?
En primer lugar, en motivos ideológicos personales. Si se rechaza la existencia de Dios, cualquier cosa que pueda servir de prueba resulta un elemento válido para cumplir el propósito de intentar convencer a los demás de que Dios no existe.
En este sentido, la ciencia brinda una oportunidad espléndida, puesto que goza de un gran prestigio social gracias a la aplicación práctica de su conocimiento a través de la técnica.
A partir de aquí es cuestión de presentar ante la sociedad aquellas ramas de la ciencia que, manipulándolas pertinentemente, parezcan apuntalar la idea de que Dios no existe.
Pero entonces ya no aparece esta como la expresión de un querer subjetivo, sino como un dato ofrecido por la mejor forma de conocimiento objetivo.
Naturalmente esto no es así.
Siempre nuevos interrogantes
Ya hemos dado a entender anteriormente que la ciencia no sólo no es la única forma de conocimiento objetivo que sea válida. Es que ni siquiera es la mejor, puesto que no existe tal categoría.
Lo que sucede en realidad es que el ser humano se plantea interrogantes y estos son de diversa índole.
De manera que cierto tipo de cuestiones solo son abordables por la ciencia, mientras que otras solamente pueden ser contestadas por la filosofía o por la teología, depende.
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El momento en el que supuestamente el mono deja de serlo y da un salto evolutivo hasta ser hombre fue el enigma que Darwin llamó “eslabón perdido” y que los científicos se afanan en encontrar. ¿Se ha hecho algún avance?
Como ya he dicho anteriormente, se sabe muchísimo más ahora que hace veinte años y esto nos abre a la esperanza de que dentro de veinte sepamos muchísimo más que ahora.
Pero también hemos descubierto que cada nuevo descubrimiento, al mismo tiempo que arroja luz sobre cuestiones que estaban pendientes, abre un buen número de nuevos interrogantes.
De hecho, actualmente conocemos varias especies de posibles candidatos a primeros miembros de nuestra familia biológica, la de los homínidos.
Pero no estamos seguros de cuál fue el primero en separarse de la rama evolutiva que condujo a los chimpancés. Ahí tenemos un nuevo eslabón perdido.
Tampoco conocemos cuál fue el género de homínido que dio lugar a los asutralopitecos, lo que representa un nuevo eslabón perdido.
Ni cuál fue el autralopitecino que dio lugar a los primeros humanos, si es que fue de una especie de australopiteco de la que apareció el género humano. Lo que implica un nuevo eslabón perdido.
Igualmente se discute cuál fue la primera especie humana existente. Y así muchas otras cuestiones.
De modo que ya no estamos ante un eslabón perdido, sino ante un buen número de ellos.
Una historia complejísima
Esto no ha de ser interpretado de forma negativa. Al contrario, es el fruto de la mejora en nuestro conocimiento de la evolución humana.
Lo que pasa es que en vez de haber descubierto que la respuesta a la pregunta de cómo fue nuestro pasado evolutivo era simple, lo que ha sucedido es que nos hemos topado con que se trata de una historia muchísimo más compleja de lo que nos habíamos imaginado.
Y seguro que se encontrarán nuevos datos que nos convencerán de que lo es incluso mucho más de lo que ahora se piensa.
Los evolucionistas insisten en que su teoría contradice la fe cristiana. ¿Son incompatibles la idea de evolución y de creación?
No. Para nada. Esto ya lo había advertido el propio Darwin. De hecho para que haya evolución ha de haber habido antes creación.
La creación no implica necesariamente la evolución, pero la evolución sí que supone una creación previa. No son dos conceptos antitéticos, sino complementarios en cierto sentido.
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