Habla Renato Buzzonetti, el médico personal de papa Wojtyla
“Nunca supe por qué me eligió precisamente a mí”, confía Renato Buzzonetti, quien siguió durante 27 años con profundos sentimientos de estima y afecto al beato Karol Wojtyla. Médico del conclave, Buzzonetti fue presentado al papa Juan Pablo II inmediatamente después de la primera bendición pública desde la Logia exterior de la Basílica de San Pedro.
Una experiencia importante a nivel tanto humano como profesional, rica de recuerdos imborrables. “Era un enfermo obediente – recuerda Buzzonetti en una entrevista en “A Sua Immagine” (29 marzo) -, pero apenas notaba síntomas de mejoría, no dudaba en levantarse de la cama y en refugiarse en su capilla”.
Hablando en cambio de la santidad del pontífice, “más de una vez – afirma – me sucedió que tuve que suspender la visita medica porque el papa cerraba los ojos y se sumergía en un silencio profundo que le aislaba de los que le rodeaban, incluido yo que estaba con un fonendoscopio en la mano. Rezaba en los momentos más impensables, como cuando entró por primera vez en la sede de la ONU con un rosario en mano”.
“Un momento heroico – recuerda de nuevo el médico – fue después de la operación de traqueotomía. Fue la tarde del 24 de febrero de 2005, al principio del segundo ingreso antes de su muerte. Era una operación necesaria para evitarle crisis respiratorias, pero que le iba a comprometer la posibilidad de hablar. Y cuando, al despertarse de la anestesia, se dio cuenta de que ya no reconocía su propia voz, escribió en una hoja en blanco en polaco: ‘¿Qué me han hecho? Pero… Totus Tuus”.
El momento más crítico fue seguramente el día del atentado que tuvo lugar el 13 de mayo de 1981 en la plaza de San Pedro: “En la ambulancia rezó sin parar, repitiendo en polaco ‘Jesús mío, María madre mía’, hasta llegar al Gemelli, cuando después perdió la conciencia y se durmió tras suministrarle fármacos para la intervención quirúrgica”. Después, continua, recordando irónicamente el atentado, se limitaba a decir: “Ese hombre quería conocer el tercer secreto de Fátima con la fuerza”, aludiendo a Alí Agca.
¿Cómo olvidar, en fin, ese 2 de abril de 2005, la noche de la muerte de Juan Pablo II? Buzzonetti cogió de la mano al Santo Padre hasta sus últimos instantes: “para el médico cristiano, a menudo desconocido ‘cireneo’, la agonía de una persona es el icono de la agonía de Jesús. La de Juan Pablo II fue la muerte de un hombre ya despojado de todo, que había combatido ‘la buena batalla’ y que había llegado al encuentro con su Señor. […] Cantamos el Te Deum, himno de alabanza y de acción de gracias que se fundía con la oración unánime de los fieles en la Plaza de San Pedro”.