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Según los testigos de Jehová, Cristo ha cumplido un siglo reinando en el cielo… ¿es cierto?

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Luis Santamaría - publicado el 29/12/14
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Predijeron el fin del mundo en 1914, pero al no producirse, le dieron una vuelta a la profecía

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Los testigos de Jehová son conocidos, entre otras cosas, por haber fijado varias veces la fecha de la segunda venida de Cristo. Uno de sus fracasos más sonados tuvo lugar en 1914, pero aprovecharon la ocasión para afirmar que algo sí había sucedido: la llegada invisible de Jesús y el comienzo de su reinado en el cielo. Cuando se cumple un siglo, ¿qué ha quedado de esta enseñanza? ¿Tiene alguna base bíblica cierta?

Un anuncio fallido del fin del mundo

Los testigos de Jehová, secta de origen cristiano nacida en el siglo XIX en los EE.UU., es claramente un grupo de tipo milenarista, donde destacan sus doctrinas escatológicas que avisan de la inminencia de los sucesos narrados por la literatura apocalíptica contenida en la Sagrada Escritura, leída de forma literal. Los autores, fijándose en los propios escritos de la secta, señalan varios anuncios de fechas del fin del mundo entre los que destacan, por la insistencia sostenida en su día, los de 1914, 1925 y 1975. Vamos a fijarnos en la primera de estas fechas, la de 1914, de la que acabamos de cumplir un siglo.

¿Por qué en 1914? Todo se basa en los cálculos cronológicos en los que destacaron desde el principio los testigos de Jehová. Fijándose en la figura bíblica del rey Sedecías, desterrado a Babilonia por Nabucodonosor, comenzaron a contar épocas de “gobiernos de los gentiles” sobre la tierra (imperios babilónico, persa, helenístico, romano, cristiano…). Según los escritos jehovistas, este período de dominio pagano sobre el mundo duraría “siete tiempos simbólicos”, cada uno de ellos correspondiente a un año simbólico (que dura 360 años en lugar de los 360 días naturales del año judío).

Siguiendo con la aritmética de la secta, esos siete tiempos serían 2.250 años, “durante los cuales los gentiles tendrían permiso de ejercer el poder, y al fin de los cuales dicho permiso cesaría legalmente”. Si el establecimiento del dominio babilónico con la expulsión del trono de Sedecías tuvo lugar en el año 606 a.C. (fecha, por cierto, errónea, ya que la caída de Jerusalén, según los historiadores, está entre los años 587 y 586 a.C.), sólo nos queda restar esta cifra de los 2.250 años y como resultado tenemos… ¡el año 1914! ¿Cuál fue el único problema? Que en 1914 no sucedió nada de eso. Al menos, nada vieron, porque la explicación vendría enseguida.

¿Qué pasó en 1914 según los testigos de Jehová?

Tras el fracaso del anuncio apocalíptico, en una estrategia que ha sido abordada de forma sistemática por algunos estudiosos del fenómeno sectario, el cuerpo gobernante de los testigos de Jehová aprovechó la ocasión para reinterpretar sus profecías sobre el año 1914, y comenzaron a sostener entonces que sí tuvo lugar un gran suceso de alcance universal tal como –decían ahora– habían predicho: Jesús regresó en 1914 para comenzar su “presencia invisible”. Tal como explica Don Cameron, antiguo dirigente de la secta, “lo que ellos llaman ‘presencia invisible’ corresponde a lo que todos los demás se refieren como ‘la segunda venida de Cristo’ de Mateo 24,3”.

Basándose en los mismos cálculos cronológicos que hemos citado antes, reformularon el tema para decir que entonces estaba claro que en 1914 tocaba el final del poder de los gentiles sobre la tierra y, con él, “el tiempo para la manifestación del poder mesiánico y la entrada del nuevo orden de cosas”, momento en el que “el Mesías empezó a ejercer su poder preparatorio para el establecimiento del Reino de Justicia”. Además de eso, “Satanás fue expulsado del cielo y arrojado a la Tierra”.

Sin embargo, si miramos hacia atrás en los escritos de la secta, encontramos que su revista

La Atalaya, universalmente conocida, se titulaba entonces La Atalaya y Heraldo de la Presencia de Cristo. Algo que no llamaría la atención si no fuera porque pudo leerse ese título ya desde 1879. Es decir, que estaban anunciando la presencia de Jesús en la tierra mucho antes de 1914. ¿Por qué? Sencillamente porque en sus inicios los testigos de Jehová –llamados entonces “estudiantes de la Biblia”– sostenían que la segunda venida de Cristo tuvo lugar en 1874. Como puede comprobarse, un cambio más de fechas sin hacerse mucho problema.

No quedó la cosa en el salto de 1874 a 1914, sino que Cristo empezó a ejercer este reinado con una serie de actuaciones bien curiosas. Su primera decisión importante de gobierno, en 1918, fue examinar las religiones presentes en el planeta para ver si alguna enseñaba la verdad revelada en la Biblia. Y, como puede suponerse, la única entidad sobre la faz de la tierra que halló representándolo apropiadamente fue la congregación de los testigos de Jehová, dirigida por la sociedad mercantil Watchtower. Esto sucedió en 1919, cuando Jesús reconoció a este órgano jerárquico de la secta nombrándolo “el esclavo fiel y discreto” que administra rectamente el alimento doctrinal a los hombres.

Un fundamento doctrinal para todo lo demás

Desde que los testigos de Jehová señalaron al año 1914 como fecha de la segunda venida –invisible– de Cristo, todo su discurso proselitista se ha basado sobre esta afirmación. En sus revistas, aún en los años 80, podemos observar este reclamo: “Muchos que ahora viven no morirán jamás. No se trata de una afirmación infundada. Hay razones para creer eso”. ¿Por qué lo decían? Porque aseguraban que antes de terminarse la generación de 1914 llegaría el fin del mundo tal como lo conocemos, y por eso algunos de ellos no tendrían que pasar ya por el trance de la muerte, al vivir en carne propia el fin de los tiempos.

Además, es curioso reparar en algo que puede verse al analizar los escritos de la secta a lo largo del tiempo: el vocablo “muchos” no hizo otra cosa que sustituir el que usaban con anterioridad: “Millones que ahora viven no morirán jamás”, expresión que llegó a ser el título de uno de sus libros (escrito por Joseph F. Rutherford, segundo presidente de los testigos, en 1920. Una vez más, observamos el cambio interesado de las doctrinas según la conveniencia del tiempo para mantener una construcción teológica irracional, alejada de todo fundamento bíblico.

Para que vean que no me estoy inventando esto, leamos lo que escribió Rutherford en su libro, después de mencionar el año 1914, decidido a probar “que dentro de un definido período de tiempo el viejo orden será completamente erradicado y el nuevo orden estará en completo dominio; que estas cosas tomarán lugar dentro del tiempo de la presente generación y que por lo tanto hay millones de gente ahora viviendo en la tierra que las verán tomar lugar, a quienes será ofrecida vida eterna y quienes, si la aceptan sobre los términos ofrecidos y obedecen esos términos, no morirán jamás”. Quedaba bastante clara la inminencia del fin del mundo y las muchas posibilidades que parecía tener el lector de vivirlo.

¿Y qué hacer en este tiempo final, que parecía tan claro? Formar parte de la única organización legítima de Dios sobre la tierra: los testigos de Jehová. Porque todo lo de fuera estaba condenado. Como también decía Rutherford hace casi un siglo, “definitivamente vemos que los Tiempos de los Gentiles terminaron en el otoño de 1914. A ese tiempo, de acuerdo con la declaración profética, las naciones se aliaron y la ira de Dios ha estado sobre ellas desde entonces”. Así, “1914 marca el principio del fin del mundo”, algo que siguen sosteniendo ahora.

¿De verdad siguen sosteniendo esto?

Si he citado un libro de 1920 es por la importancia que tuvo. Pero no hace falta ir tan atrás en el tiempo. Si uno busca el año 1914 en la página de Internet de la secta, que tanto han publicitado hace unos meses, se encuentra con múltiples referencias a la importancia de esta fecha centenaria, lo mismo que en su material publicado en papel. Por ejemplo, a la pregunta “¿Qué pruebas demuestran que 1914 fue un año muy importante?” responden con la argumentación –ya resumida antes– de los 2.520 años que habrían concluido en octubre de 1914.

Y añaden, para actualizar la cosa: “Jesús predijo que durante su ‘presencia’ como Rey celestial se producirían sucesos espectaculares, tales como guerras, hambres, terremotos y epidemias. Y así ha sido. Estos sucesos son una prueba convincente de que en el año 1914 nació el Reino celestial de Dios y comenzaron ‘los últimos días’ de este mundo malvado”. Además, aportan muchos versículos del libro del Apocalipsis para demostrar a sus adeptos e intentar convencer a los demás hombres y mujeres del mundo que “los jinetes ya están aquí”, “el mundo está cada vez peor” y, por eso, “esta generación no pasará”. Estas últimas expresiones, por cierto, en La Atalaya de enero de 2014, que concluye categóricamente: “Lo que está pasando desde 1914 debería convencernos de que falta poco para que el Reino de Dios elimine a la gente mala”.

¿Qué fundamento tiene todo esto?

Si nos basamos en la Biblia, tenemos que reconocer que el reinado de Cristo en el cielo comenzó tras su Ascensión, y cualquier otro cálculo temporal carece de sentido. De hecho, ya desde el comienzo de su predicación, Jesús afirma que el Reino de Dios ha llegado con él (Mt 4,17). Cualquier fijación de una fecha concreta es un intento vano de conocer el plan de Dios y sus plazos, que sólo conoce el Padre, según el testimonio del propio Jesús. Cada vez que rezamos la oración transmitida por él, le pedimos que se haga la voluntad del Padre “en la tierra como en el cielo”.

No podemos, por tanto, aceptar una supuesta espera de Jesús hasta el año 1914 para sentarse en el trono mesiánico, y tenemos que reconocer, con toda la Tradición de fe, desde los primeros símbolos que codificaron las creencias de los cristianos, basándose en lo revelado en la Biblia, que tras su muerte y resurrección Cristo “subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre”.

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