Esta oración por las vocaciones de san Juan Pablo II es una ayuda para pedir a Dios que envíe obreros a su mies, como nos anima Jesús en el Evangelio.
Porque el mundo necesita sacerdotes santos, necesita hombres y mujeres que vivan con alegría junto a todos sus hermanos. Así que ¡pidámoslo!
Padre Bueno,
en Cristo tu Hijo nos revelas tu amor,
nos abrazas como a tus hijos
y nos ofreces la posibilidad de descubrir, en tu voluntad,
los rasgos de nuestro verdadero rostro.Padre santo,
Tú nos llamas a ser santos como Tú eres santo.
Te pedimos que nunca falten a tu Iglesia ministros y apóstoles santos
que, con la palabra y con los sacramentos,
preparen el camino para el encuentro contigo.Padre misericordioso,
da a la Humanidad extraviada,
hombres y mujeres, que, con el testimonio de una vida transfigurada,
a imagen de tu Hijo,
caminen alegremente con todos los demás hermanos y hermanas
hacia la patria celestial.Padre nuestro,
con la voz de tu Espíritu Santo,
y confiando en la materna intercesión de María,
te pedimos ardientemente:
manda a tu Iglesia sacerdotes, que sean testimonios valientes de tu infinita bondad.
¡Amén!
Entrega sin reservas
Esta oración aparece al final del mensaje para la jornada mundial de oración por las vocaciones del año 1999.
En él, el Papa magno recuerda que Dios sigue manifestándose a través de personas que le dedican totalmente su vida a él y al servicio de la Iglesia:
"Dios continúa manifestándose Padre a través de hombres y de mujeres que, impulsados por la fuerza del Espíritu Santo, testimonian con la palabra y con las obras, e incluso con el martirio, su entrega sin reservas al servicio de los hermanos.
Mediante el ministerio ordenado de Obispos, presbíteros y diáconos, él ofrece garantía permanente de la presencia sacramental de Cristo Redentor (cfr Christifideles laici, 22), haciendo crecer la Iglesia, gracias a su específico servicio, en la unidad de un solo cuerpo y en la variedad de vocaciones, ministerios y carismas".