Dios nos quiere alegres, y Él es la fuente de la verdadera felicidad
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El corazón del hombre desea la alegría. Todos deseamos la alegría, cada familia, cada pueblo aspira a la felicidad. Jesús vino a traer la alegría a todos y para siempre.
Sin embargo, en ocasiones experimentamos en nuestra vida la tristeza y no sabemos cómo enfrentarla. Parece que la alegría escapa de nosotros y no hay nada que logre animarnos. Exclamamos como el salmista: “¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí? Espera a Dios, porque aún le he alabar. ¡Él es la salvación de mi ser!” (Salmo 42, 3)
Quisieramos estar alegres, alabar al Señor, pero nos cuesta mucho. Dice san Francisco de Sales:
“El demonio aprovecha la tristeza para tentar a los buenos, intentando hacer que estén tristes en la virtud, igual que intenta que los malos se alegren de sus pecados. Del mismo modo que sólo puede tentarnos para que hagamos el mal consiguiendo que ese mal parezca atractivo, solo puede tentarnos para que nos apartemos del bien consiguiendo que ese bien carezca de atractivo. Le encanta vernos tristes y desesperanzados, porque él está triste y desesperanzado por toda la eternidad y querría que todo el mundo fuese como él”. (Introducción a la vida devota)
Sabiendo que Dios nos quiere alegres y que la tristeza es una herramienta del demonio para llevarnos a pecar, debemos buscar combatirla en todo momento.
Para ello la Biblia nos da una clave: “El que esté triste, que ore” (Santiago 5,13).
La verdadera alegría nos viene de Dios, y a Él tenemos que acudir en oración pidiéndole que nos ayude a restaurar nuestro corazón turbado. Te compartimos esta oración que te puede ayudar a sanar la tristeza que hoy atraviesas:
Oración
“Señor Jesús, tú conoces mi tristeza que ahoga mi corazón y sabes el origen de ella. Hoy me presento ante ti y te pido, Señor, que me ayudes, pues ya no puedo seguir así.
Sé que tú me llamas a vivir en paz, con serenidad, gozo y alegría, incluso en medio de las dificultades cotidianas. Por eso hoy te pido que pongas tus benditas manos en las llagas de mi psiquis que me hacen tan sensible a los problemas y me liberes de la tendencia a la tristeza y a la melancolía que anida en mí.
Hoy te pido que tu gracia vaya restaurando mi historia, a fin de no vivir esclavizado por el recuerdo amargo de los acontecimientos dolorosos del pasado. Como ellos han pasado, ya no existen, te entrego lo que pasé y lo que pasaron las personas amadas; lo vivido y lo sufrido por nosotros.
Quiero perdonarme y perdonar, a fin de que tu gozo comience a fluir en mí.
Te entrego las tristezas unidas a las preocupaciones o a los temores del mañana. Ese mañana tampoco ha llegado, por lo tanto sólo existe en mi imaginación. Sólo hoy debo vivir y sólo hoy debo caminar en tu alegría. Aumenta mi confianza en ti, para que aumente en mi alma el regocijo. Tú eres Dios y Señor de la historia y de la vida, de nuestras vidas. Por eso toma mi existencia y la de las personas amadas, con todos nuestros quebrantos, con todas nuestras necesidades y que con la ayuda de tu poderoso amor se desarrolle en nosotros la virtud de la alegría. Amén”.
Oración del Padre Gustavo Jamut
Artículo originalmente publicado por pildorasdefe.net