No tengas a san José sólo en el nacimiento, llévalo en el alma y tu corazónQuiero compartir contigo un secreto que descubrí hace poco. Casi un tesoro olvidado.
Dios conoce nuestra débil naturaleza y nos brinda ayudas inesperadas. Curiosamente se trata de alguien que apenas mencionamos en algunas canciones navideñas y que no volteamos a ver en los nacimientos.
Conversaba con un sacerdote amigo y de pronto me dijo: “¿Eres devoto de san José?”. Lo miré sorprendido por esta pregunta y tuve que reconocer: “La verdad es que es casi un desconocido para mí”.
Durante media hora me estuvo narrando sobre personas devotas de san José y cómo los socorrió en sus necesidades.
Le prometí acercarme más a san José, conocerlo y quererlo.
Busqué en internet para saber cuándo empezó esta devoción y hallé algo sorprendente: un texto que lo dice todo:
“Como me vi tan tullida y en tan poca edad, y cuál me habían parado los médicos de la tierra, determiné acudir a los del cielo…
Tomé por abogado y defensor al Glorioso San José, y me encomendé mucho a él. Éste padre y señor mío me sacó con más bien de lo que yo sabía pedir. No me acuerdo hasta ahora de haberle suplicado cosa alguna que haya dejado de hacer” (Santa Teresa de Jesús).
Mientras escribo estas líneas veo frente a mí una estampita de san José que pegué en el monitor de mi computador.
Mi recomendación es sencilla: No tengas a san José sólo en el nacimiento. Llévalo en el alma y tu corazón como un amigo, un gran intercesor que puede mucho ante Dios. Créeme, te lo digo por propia experiencia… las palabras de santa Teresa son ciertas. Lo he comprobado.
Y qué mejor día que hoy, víspera de la Navidad, para que lo sepas.