El café es, sin duda, una de las bebidas más populares del mundo; sin embargo, no fue siempre ese el caso. En realidad, la popularidad del café en el hemisferio occidental se debe en gran medida al Papa Clemente VIII, en una fecha relativamente reciente: el siglo XVI.
No es que el café apareciera de repente, en el planeta, en los tempranos 1500. En realidad, esta bebida ha existido, casi en la misma forma en la que la conocemos hoy, desde el siglo IX, cuando algunos pastores musulmanes notaron por primera vez que los granos de café que sus rebaños comían de cuando en cuando, mientras pastaban, tenían un efecto particularmente estimulante sobre sus ovejas.
Al poco tiempo, los clérigos islámicos aprendieron a cultivar la planta y a preparar la bebida, que se extendió rápidamente en todo el mundo musulmán. Es por eso que, cuando el café llegó a Europa, no fue recibido con los brazos abiertos.
"La bebida de satanás"
Al ser la bebida favorita de los musulmanes, con quienes los cristianos habían estado en guerra durante siglos -tanto en España, como en prácticamente el resto del Mediterráneo-, algunos fieles europeos incluso llegaron a llamar al café “la bebida de Satanás”.
Pasado el tiempo, el café llegó al Vaticano. En concreto, a las manos del Papa Clemente VIII. Muchos de sus asesores le pidieron explícitamente que prohibiese la bebida, pero el Papa rehusó hacerlo hasta probarla por sí mismo.
Deberíamos engañar al diablo..."
La historia cuenta que le llevaron al Papa una buena taza de café caliente. Tras tomar el primer sorbo, se comenta, Clemente VIII dijo: “esta bebida del demonio es tan deliciosa que deberíamos engañar al diablo bautizándola”.
Así, la próxima vez que tomes una taza de café en la mañana, o que estés disfrutando de un café frío en el verano, levanta tu bebida y da gracias a Dios por el Papa Clemente VIII.