La grandiosidad está presente en cada detalle del complejoLa devoción a Nuestra Señora Aparecida moldea la fe del pueblo brasileño desde hace 300 años.
Fue en 1717 cuando una imagen sencilla y rota transformó la fe de una nación, hasta el punto de recibir el título de Patrona del Brasil.
La imagen que representa a la Virgen María fue encontrada en el Río Paraíba do Sul por tres pescadores, a los que se les había encargado conseguir pescado para un banquete para el gobernador de la Provincia de São Paulo y Minas Gerais.
Tras varias tentativas frustradas de pesca, los tres pescadores se sorprendieron al ver en las redes una imagen de María. Primero ellos pescaron la parte del cuerpo. Después, río abajo, encontraron la cabeza.
Después de ello, los pescadores, que hasta ese momento no habían conseguido pescar nada, llenaron sus redes con una cantidad abundante de peces.
Así, en un pequeño altar en una casa familiar, donde estaba expuesta la imagen, comenzó la devoción, reuniendo todos los sábados a los moradores de la región para rezar el rosario y cantar la letanía.
En virtud de la expansión de la devoción a Nuestra Señora ‘Aparecida’ de las aguas, el vicario de Guaratinguetá y algunos devotos construyeron en 1740 una pequeña capilla. En la capilla tenía lugar el rezo del rosario y el canto de las letanías, pero no se celebraba la Eucaristía.
En 1743, el vicario hizo un informe de los milagros y de la devoción del pueblo para con Nuestra Señora Aparecida y lo envió al obispo de Río de Janeiro. Con el culto aprobado por el obispo, se construyó una iglesia donde hoy está el centro de la ciudad de Aparecida, hasta entonces un pequeño poblado llamado Capilla de Aparecida.
La devoción y fama de los milagros de Aparecida creció de forma sorprendente década tras década. En el siglo XIX, los emperadores D. Pedro I y D. Pedro II fueron a Aparecida a rezar ante la imagen.
En 1894 los Misioneros Redentoristas llegaron a Aparecida, provenientes de Baviera, Alemania, para dedicarse al cuidado pastoral del nuevo Santuario, donde permanecen hasta hoy.
Hasta 1946, la imagen permaneció en el estado en que fue encontrada: con el cuello quebrado y sin las partes laterales del cabello que pendían hasta los hombros. En ese estado, la imagen siempre quedó expuesta en el nicho del Santuario para veneración de los fieles. En la década de 1950, le hicieron pequeñas restauraciones.
En 1978, un hombre invadió el Santuario de noche, rompió el vidrio de protección y retiró de allí la imagen. Sorprendido por un guardia, arrojó la imagen, que se rompió en más de 200 fragmentos.
Los pedazos fueron llevados al MASP (Museo de Arte de São Paulo), donde la imagen fue restaurada.
Origen de la imagen
La imagen de Nuestra Señora Aparecida fue esculpida hacia el año 1600. Su confección se atribuye a fray Agostinho de Jesus, discípulo de fray Agostinho da Piedade.
Fray Agostinho de Jesus se ocupaba de moldear en arcilla piadosas imágenes de la Inmaculada Concepción. Eran pequeñas y se destinaban a oratorios domésticos.
No hay informaciones sobre cómo la imagen fue a parar al Río Paraíba do Sul, antes de ser rescatada.
Actualmente el Museo Nuestra Señora Aparecida expone la “Colección Santa Gertrudis de Imágenes Paulistas del Siglo XVII”, y cuenta con 54 obras producidas hace más de trescientos años.
Uno de los elementos destacados de la exposición es una escultura de Fray Agostinho de Jesus con mucha semejanza a la imagen de Aparecida encontrada por los pescadores en 1717. La pieza se considera como ‘hermana’ de la Imagen de la Madre Aparecida.
Estructura del Santuario de Aparecida
El mayor centro de evangelización católica del Brasil es un espejo de la devoción popular brasileña y extranjera por la Reina y Patrona del Brasil, Nuestra Señora Aparecida.
Para acoger a casi 12 millones de peregrinos por año, el Santuario Nacional ofrece a los devotos un área superior a 1,3 millones de metros cuadrados, con casi 143 mil m² de área construida.
El área específica de la Basílica de Aparecida comprende casi 72 mil m², e incluye los pavimentos inferior y en superficie, el arcada y la Tribuna sur, la Cúpula Central y las Capillas de la Resurrección y del Bautismo, además de la Torre Brasília.
En el interior de la basílica, en la planta baja, está el nicho de la Imagen milagrosa de la Patrona de Brasil, expuesta en un retablo de 37 metros de altura. En este pavimento, de 25 mil m², se realizan las celebraciones eucarísticas que llegan a reunir a 30 mil devotos en torno al altar central; en las celebraciones en el exterior, la capacidad es para 300 mil.
El Complejo Turístico Religioso del Santuario Nacional abriga otras importantes áreas sagradas: Morro do Cruzeiro, donde miles de fieles realizan el Viacrucis, el Porto Itaguassu, donde fue encontrada la Imagen de la Señora Aparecida, en 1717, la Basílica Matriz o Basílica Vieja, monumento histórico-religioso que pasa por restauración actualmente, y un belén permanente de 7 mil m², donde se retratan las escenas de los principales momentos de la infancia de Jesús.
La grandiosidad del mayor Santuario Mariano del mundo está presente en cada detalle de su estructura: la Torre Brasília mide 109 metros de altura, incluyendo la Cruz; la Cúpula Central posee 70 metros de altura; las naves miden 40 metros cada una.
La suntuosa Passarela da Fé que une el Santuario a la Basílica Matriz tiene 392,2 metros de longitud, y su parte más alta está a 35,52 metros del suelo.
Varios teleféricos conectan la Basílica con el Morro do Cruzeiro en una extensión de 1.100 metros.
La acogida a los peregrinos que llegan de todas las partes del mundo es posible porque el Santuario Nacional posee el mayor estacionamiento de América Latina, con capacidad para más de 6 mil vehículos y extensión de 285.000 m², junto con un helipuerto.
El Complejo abriga, además, el Centro de Apoyo al Peregrino, con 380 tiendas, incluida la amplia Plaza de la Alimentación, un total de 874 sanitarios, 55 de ellos adaptados a personas con discapacidad y la Ciudad del Peregrino, donde está localizado el Hotel Rainha do Brasil.
Toda esta estructura está mantenida por los 2.000 colaboradores, además de cientos de voluntarios, que reciben cada día a los peregrinos de Nuestra Señora Aparecida y ayudan a sostener siete proyectos sociales que benefician a la comunidad.
El Santuario, administrado por los Misioneros Redentoristas desde 1894, recibe cada día a miles de devotos. En Aparecida (SP) late el corazón católico de Brasil y todo está disponible para el visitante, pues “acoger también es evangelizar”.
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