A propósito de la discriminación de las madres solteras y sus hijos en diversos tiempos y sociedades
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Hay un festín informativo alrededor del descubrimiento de los restos humanos en St Mary’s mother-and-baby home de Tuam, Irlanda. Se trata del hallazgo de los restos de algunos de los 796 infantes fallecidos (no nacidos o hasta de tres años) citados en las actas de defunción oficial y mencionados por una investigación gobernativa (iniciada en 2015) sobre los hechos ocurridos durante tres décadas en los terrenos bajo los cuales estaba un hogar gestionado por religiosas católicas donde se asistían madres solteras y bebés.
La mortalidad infantil en toda Irlanda era alta hasta los años setenta, y al parecer en ese instituto era dos veces más que en el promedio nacional. Esto está en investigación: no obstante, ha sido motivo para atacar a las religiosas y a la Iglesia Católica. Contrario a lo que reproducen los medios en general, la comisión estatal encontró que el 1% murieron de malnutrición y otros más padecieron de enfermedades (comunes en esa época) como sarampión, tuberculosis, gastroenteritis o neumonía. El promedio anual de muertes en 36 años era de 22 infantes por año. No entraremos en los detalles de la investigación en el caso de la ex casa de madres solteras.
Sin embargo, más allá de la crónica, es real que tener un hijo fuera del matrimonio se consideró por mucho tiempo algo ‘pecaminoso’ o ‘vergonzoso’ y las madres solteras y sus hijos a menudo sufrieron o sufren discriminación y abuso en varios tiempos, lamentablemente también en el hoy y ahora, en varios países.
¿Pero qué dice el papa Francisco sobre las madres adolescentes, las mujeres solas cabeza de hogar, aquellas que tuvieron el coraje de decir sí a la vida y no abortar y enfrentar la injusticia dos veces: abandono y recriminación social?
“Sé que no es fácil ser una madre soltera, sé que la gente a veces las puede mirar mal”, dijo el papa Francisco durante una audiencia vía satélite con estudiantes, fieles y voluntarios en Estados Unidos antes de su viaje a ese país (Washington, Nueva York y Filadelfia del 22 al 27 de septiembre), grabada desde el Vaticano, y transmitida el 4 de septiembre de 2015 por la cadena estadounidense ABC News, también en ocasión del VIII Encuentro Mundial de las Familias en Filadelfia.
El Papa escuchó con gran atención y recogimiento el testimonio de una mujer, madre de dos hijas que han vivido en un refugio para las personas sin hogar. Ahora les han concedido una casa.
“No ha sido fácil para mí. He cometido muchos errores como persona y como madre. Varias veces me he sentido culpable y avergonzada… Pero sigo intentándolo todos los días, siempre espero y rezo”, sostuvo Rosemary Farfán, en ese entonces de 31 años, madre de Alyssa, de 11 años y de Celeste, de 8 años.
Francisco aludió al coraje de la mujer en respetar la vida y no optar por abortar. “Gracias, Rosemary por tu testimonio. Quiero decirte una cosa.. Sé que no es fácil ser una madre soltera, sé que la gente a veces las puede mirar mal, pero te digo una cosa, sos una mujer valiente porque fuiste capaz de traer éstas dos hijas al mundo”.
“Vos podrías haberlas matado en tu vientre, y respetaste la vida, respetaste la vida que tenías dentro tuyo, y eso Dios te lo va a premiar, y te lo premia. No tengas vergüenza, andá con la frente alta: ‘Yo no maté a mis hijas, las traje al mundo’. Te felicito, te felicito, y que Dios te bendiga”, añadió.
Los datos son villanos con madres y pequeñines dejados a la deriva. En América Latina y el Caribe (ALC), por ejemplo, en diversas sociedades, por muchas décadas persistió una diferencia discriminante entre el hijo ‘natural’ y el concebido en el ‘matrimonio’. Y a nivel económico, político y social, la CEPAL denuncia que en el Continente, la pobreza tiene aún rostro de mujer. Por cada 100 hombres en esa condición, hay 118 mujeres. Ni hablar de las madres cabeza de hogar y de sus hijos menores.
Amoris Laetitia, la Exortación Apostólica Postsinodal, firmada por el Papa Francisco sobre el Amor en la familia, reconoce el valor inestimable de la mujer y de la maternidad para forjar un mundo nuevo. “Las madres son el antídoto más fuerte ante la difusión del individualismo” (A.L – 174).
El Pontífice dirige un apelo especial para dar amor y acompañar “a las madres adolescentes, a los niños sin padres, a las mujeres solas a los niños sin padres, a las mujeres solas que deben llevar adelante la educación de sus hijos”. Habla de una comunidad-familia que deber dar mucho afecto a estas madres e hijos.
Una red de solidaridad. Francisco admite que estas situaciones hacen vulnerables, entonces se necesita apoyo de varios frentes para “compensar las fragilidades de los padres, o detectar y denunciar a tiempo posibles situaciones de violencia o incluso de abuso sufridas por los niños, dándoles un amor sano y una tutela familiar cuando sus padres no pueden asegurarla”.
Francisco tiene muy presente las familias monoparentales. La madre o el padre que huyen con sus hijos para escapar de la violencia del otro progenitor, la mamá o el papá que crece a los hijos solo debido a muerte o abandono y otras situaciones.
El Papa pide que cualquiera que sea la causa, el progenitor que vive con el niño “debe encontrar apoyo y consuelo entre las familias que conforman la comunidad cristiana, así como en los órganos pastorales de las parroquias”.
Además, asiente que “estas familias soportan a menudo otras problemáticas, como las dificultades económicas, la incertidumbre del trabajo precario, la dificultad para la manutención de los hijos, la falta de una vivienda” (AL 252).
En fin, Francisco exhorta a toda la comunidad cristiana a querer y apoyar a las madres porque son ellas transmisoras de la fe (AL 287) y amarlas porque son ellas las que nos aman (AL 102).
Hacer el bien acarrea riesgos. El que no quiere equivocarse nunca, pues no arriesgará jamás por los demás. Y esto es un sin sentido en una vida plena aun entre baches, obstáculos e incomprensiones. ¿Qué es mejor equivocarse arriesgando por los demás, o morir cada día y atrincherarse en sí mismo sin donarse al otro?