Descubrir el paso del Señor a través de historias tan humanas y entrañables tanto en el cine como en la vidaCasi siempre –en los portales católicos—se provee al lector de una buena cantidad de películas para ser vistas en Cuaresma y, especialmente, en la Semana Santa. Lo mismo sucede –con énfasis en lo comercial—en Adviento y Navidad. Pero muy pocas ocasiones, casi contadas con los dedos de la mano, se recomiendan películas para la Pascua. Los cincuenta días que van desde el Domingo de Resurrección hasta Pentecostés, parecerían estar abandonados por el Séptimo Arte.
Pero no es así. El sacerdote jesuita Sergio Guzmán nos propone cinco filmes para “recordar el paso del pueblo hebreo de la esclavitud a la liberación, de la servidumbre al servicio”. Se trata, dice el sacerdote en su artículo publicado en la versión digital de El Observador, “de un tiempo en que celebramos que Jesús venció a la muerte, resucitó y nos ha abierto un camino de salvación”. Cinco películas, religiosas y no religiosas, “que nos pueden ayudar a descubrir ese paso del Señor en historias tan humanas y entrañables en el cine como en la misma vida”, señala el padre Guzmán.
Los diez mandamientos, de Cecil B. DeMille (Estados Unidos, 1956, 231 min.)
Rodada en Egipto, el Monte Sinaí y la península del Sinaí; protagonizada por Charlton Heston en el papel principal; esta película cuenta la historia bíblica de la vida de Moisés y su misión liberadora. La escena de Moisés abriéndose paso por el Mar Rojo ya es considerada por muchos críticos como clásica en la historia del cine. La última y más exitosa película dirigida por DeMille, ganadora del Oscar a Mejores efectos visuales en aquel año de 1956. Gran película épica que nos recuerda las palabras de la Escritura: “No ha vuelto a surgir en Israel un profeta semejante a Moisés, con quien el Señor trataba cara a cara […] No ha habido nadie tan poderoso como Moisés, pues nadie ha realizado las tremendas hazañas que él realizó a la vista de todo Israel” (Dt 34, 10-12).
Éxodo: Dioses y reyes, de Ridley Scott (Estados Unidos-Reino Unido-España, 2014, 150 min.)
Basada en el libro del Éxodo esta película narra la vida de Moisés desde el día en que nació hasta su muerte. Cine de gran formato, con un buen reparto (Christian Bale, Joel Edgerton, Ben Kingsley, Sigourney Weaver), centenares de extras y visualmente espectacular. Podemos destacar el paso de los carros y el ejército del Faraón por los caminos montañosos en la persecución de los hebreos y el mismo paso del Mar Rojo… pero a la hora de enfocar los conflictos humanos de los personajes: lo que vive internamente Moisés, su relación con Dios, con el poder, con el pueblo; la película nos queda a deber. Scott pretende contarnos una versión más realista de la historia bíblica pero falla en su intento. De cualquier modo conviene verla y confrontarla con el texto bíblico y, por qué no, con otras versiones cinematográficas de esta historia de fe y liberación.
La Resurrección de Cristo, de Kevin Reynolds (Estados Unidos, 2016, 107 min.)
Interesante propuesta cinematográfica que nos presenta “la épica historia bíblica de la Resurrección narrada a través de los ojos de un agnóstico”. Clavius (Joseph Fiennes) es un poderoso centurión romano a quien Poncio Pilato (Peter Firth) le pide investigar qué pasó con el cuerpo de Jesús después de su crucifixión. Pilato quiere desmentir los rumores de la resurrección de este Mesías y evitar una revuelta en Jerusalén. Clavius se avoca a esta misión de resolver el misterio del cuerpo desaparecido… y Jesús (Cliff Curtis) se deja ver o sale al encuentro como vemos en los relatos de resurrección (cfr. Mt 28, 1-20; Lc 24, 1-49, Jn 20-21). Clavius no es un personaje histórico ni bíblico, pero por qué no pensar en aquel centurión que al pie de la cruz alabó a Dios diciendo: “Verdaderamente este hombre era justo” (Lc 23, 47).
El sabor de las cerezas, de Abbas Kiarostami (Irán, 1997, 98 min.)
Conmovedora historia que guarda cierto paralelismo con la película Fresas silvestres de Ingmar Bergman (Suecia, 1957). En las afueras de Teherán, en un paisaje seco y polvoriento, seguimos a un hombre de mediana edad que quiere suicidarse y busca afanosamente a alguien que lo entierre si lo consigue. Después de la negativa de un soldado y de un seminarista, un hombre mayor accede a ayudarlo… Pero antes le habla de su propio intento de suicidio y cómo, gracias al sabor de las cerezas arrancadas de un árbol, prefirió seguir viviendo. Aquí podemos evocar la historia del profeta Elías que se adentra en el desierto y pide al Señor le quite la vida… y cómo el ángel del Señor le dice: “Levántate y come, pues te queda todavía un camino muy largo” (1 Re 19, 7). Y de tantas personas que atraviesan un desierto existencial y, de repente, misteriosamente, renacen y se abren a la vida.
El jardín secreto, de Agnieszka Holland (Reino Unido, 1993, 102 min.)
El jardín secreto nos cuenta la historia de Mary Lennox (Kate Maberley, encantadora) una niña de 10 años que tras quedar huérfana es enviada de la India al Reino Unido. Se hará cargo de ella su tío Lord Craven que vive con su hijo enfermo y una estricta ama de llaves Mrs. Medlock (Maggie Smith) en una gran mansión. El ambiente es ciertamente gris y decadente… pero Mary pronto empezará a descubrir los secretos que encierra un jardín oculto y misterioso. Como espectadores podemos acompañar a los personajes en una pascua o saltó de la enfermedad a la salud, de la oscuridad a la luz, de la muerte a la vida. Y recordar aquel relato de resurrección (cfr. Lc 24, 1-12) en que unas mujeres van al sepulcro y dos varones le dicen: “¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? No está aquí; ha resucitado” (Lc 24, 5-6).