La muerte de una mascota puede dejarnos muy tristes. Es un buen momento para acudir a Dios.
Admitir con humildad que estás sufriendo por haber perdido a tu perro, gato, periquito,… y entregarle tu tristeza puede ya ser una oración sincera que llegue al cielo como el incienso más puro.
Puedes dirigirte al Padre también con palabras de la Biblia, por ejemplo rezando el salmo 104 ("¡Cuán numerosas tus obras, Yahveh! Todas las has hecho con sabiduría, de tus criaturas está llena la tierra…”).
No se trata de rezar una oración fúnebre pidiendo la salvación eterna del animal porque aunque le tengamos mucho cariño, no es un ser humano.
No tiene alma, ese componente espiritual que sobrevive a la muerte. Pero sí puedes agradecerle a Dios y pedirle que te ayude a superar su pérdida, por ejemplo con estas palabras:
Te agradezco, Señor Dios, creador de todas las cosas vivientes
por mi hermano (nombre de la mascota).
Te agradezco, Señor, que por tu inmensa bondad has creado los animales,
poniéndolos a nuestro servicio.
Te agradezco, Señor, por aquellos animales
que ayudan día a día en las faenas del campo,
por aquellos que acompañan los juegos de los niños
por aquellos que llenan los últimos días de un anciano,
por aquellos que socorren a los enfermos
por aquellos que salvan personas en las catástrofes
por aquellos que nos protegen de siniestros.
Te agradezco Señor por su amor fiel e incondicional,
por haberme concedido el gran don de su custodia
y te pido Señor, ahora que se ha ido,
me des la fuerza para recomponer mi corazón quebrado por su ausencia,
recordando por siempre toda la emoción que reinó en mí
con cada movimiento de su cola, con cada ronroneo,...
Una vez más quiero agradecerte porque sin Ti, Señor mío misericordioso,
no hubiese conocido esta tu hermosa creatura.
“Alabado seas, mi Señor, en todas tus criaturas”