“Una mujer que confió en Dios para dar vida y junto a su esposo ha dado muestra de vida ejemplar en el matrimonio”: así define brevemente a Chiara Corbella el postulador de su causa.
“Como digo en algunas predicaciones: la santidad es difícil, no fácil, pero es sencilla, es un camino posible para todos. La prueba es la historia de Chiara y Enrico”, comenta a Aleteia Romano Gambalunga, Postulador General de la Orden de los Carmelitas Descalzos.
El 21 de noviembre de 2018 se abrió la causa de beatificación y canonización de Chiara Corbella.
Una joven enamorada
Era una joven, bella, amante de la música, tocaba el piano y el violín. En la tierra de santos y navegantes, Italia, ella vivía plena de una inquietud de infinito y aventura que agitaba su corazón romano.
El amor tocó a su puerta a los 18 años, en el santuario de Medjugorge, en el año 2002, cuando conoce a Enrico, un joven de 23 años, fisioterapeuta para enfermos de cáncer y ya comprometido sentimentalmente.
“En esa peregrinació deja a la que era su novia. Por eso, la relación iniciará cinco meses después con altos y bajos”.
El 21 septiembre de 2008 se casan bajo una espiritualidad franciscana de sencillo acercamiento en todo a Jesús y de consagración familiar a la Virgen María; terminan la jornada con la plegaria cotidiana con el Totus Tuus.
Destello de santidad
Pero a ojos profanos esta historia parecería tener un final infeliz y, en cambio quienes la ven desde la fe vislumbran un destello de santidad: la vida que vence la muerte, es el “Jesús pascual del Evangelio y del sacrificio por amor”, comenta el postulador.
Sí, porque Chiara Corbella falleció a los 28 años. Su hijo recién nacido, Francisco, no bebió de su leche materna y su esposo, Enrico, 33 años, estuvo hasta el final en su lecho de muerte arrodillado en plegaria confiando en la voluntad de Dios que es Padre y siempre quiere darnos vida verdadera.
Un cáncer en la lengua, fulminante e invasivo, deterioró su cuerpo lentamente. Chiara nace a la vida eterna el 13 de junio de 2012, cuenta el padre Romano Gambalunga.
Los sacrificios de una madre
Ella se negó en 2011 a recibir tratamientos médicos invasivos (radio y quimioterapia) para salvar la vida de su pequeño hijo, Francisco.
Chiara no quiso abortar, a pesar de que amigos y parientes le aconsejaban hacerlo o esperar a tener otro hijo, tras dos embarazos que concluyeron con la muerte prematura de las criaturas: María Gracia Leticia nacida con anencefalia en 2009 y Davide que sufría deformaciones incompatibles con la vida en 2010.
Después de un mes de las nupcias queda embarazada por primera vez, y en la segunda ocasión, los amigos les decían: “Ahora que ha muerto Davide, esperen antes de intentar a tener otro hijo. Ellos decían en cambio: ‘Confiemos en Dios’”.
El postulador de la causa explica que todos estos consejos de amigos o de los médicos les producían una sensación de tristeza, mientras que Dios les daba alegría.
Entonces decidieron optar por confiar completamente en Dios. “Poco tiempo después quedó embarazada de Francisco”.
Los familiares, amigos y conocidos no abandonan a Chiara en su lecho de muerte; rezan y celebran la misa a su alrededor.
Inspiración para muchos tras su muerte
Pero pasa algo inesperado –declarado como espontáneo por los testigos-, apenas muere Chiara las oraciones se transforman: ‘Hemos comenzado a rezarle a ella, a dirigir nuestra oración a ella’.
El postulador explica que esto es también una evidencia de la percepción de santidad en las personas que vivieron y conocieron el testimonio de Chiara y de Enrico.
Ya hay un primer prodigio que camina, juega y hace piruetas. Francisco, sano y juguetón como todos los niños a los seis años es la señal de vida y de fe más grande para su mamá y papá.
Y no sólo, también la vida de Chiara inspira a miles y miles de personas de todo el mundo que escriben, llaman y visitan su tumba en el Cementerio el Verano de Roma debido a su “decisión radical” y “evangélica”.
“Un amor concreto de la vida y del sufrimiento”
La causa se abrirá apenas el nuevo vicario de Roma lo decida. Sin embargo, ya existen pruebas de ‘fama de santidad’, explica Gambalunga.
La única noche oscura del alma en Chiara fue cuando se sintió abandonada por Dios durante la primera operación en la lengua, momentos de desánimo y de rebeldía; las medicinas contra el dolor no funcionaban y no dormía.
“Tuvo un momento de tentación pero lo superó con una serenidad que la acompañó hasta el final”, comentó el sacerdote.
Ella se dio cuenta de que el dolor la podía acercar a Dios más allá de la lógica humana. La oración se volvía carne viva. Y el amor latía en su vientre sin cesar.
“La normalidad de un cristiano está en el bautismo y todos podemos ser santos”, insiste el postulador.
Una respuesta de Dios en Medjugorje
Luego explica otro episodio definitivo en la vida de Chiara, que reza en Medjugorge para que Dios le explique por qué se rompió la primera vez el noviazgo con Enrico, un amor que prosiguió por diez años, hasta su muerte:
“Ella –narra padre Gambalunga- subiendo a una montaña donde se realizaba el viacrucis en Medjugorge, un escalar lentamente al calvario, rezando el rosario, un momento fuerte donde muchos son tocados".
"Allí, Chiara -lo dice-, escalando esa montaña ha rezado intensamente y ha recibido una respuesta de Dios”.
Sucesivamente, el signo llegó en su corazón porque después de cuatro años de matrimonio y diez años de haberse conocido, el amor vencería varias pruebas de fuego.
“Enrico vive la despedida de Chiara con serenidad y Francisco está rodeado de muchas personas cercanas y amorosas”.
En el Evangelio Jesús dice: Abandona todo y sígueme y se recibe mil veces más de lo que se ha aparentemente perdido.