Generalmente, la palabra «fiesta» es usada por los católicos en referencia a cualquier celebración de la Iglesia: días dedicados a santos, a Nuestra Señora, a Cristo... No hay ningún error doctrinal en usar el término «fiesta» para todos los casos, pero es recomendable aprender que en la Iglesia existe una jerarquía de celebraciones. Estas se estructuran en tres tipos básicos: las memorias, las fiestas y las solemnidades.
Solemnidades
Las solemnidades son las celebraciones de grado más alto, reservadas a los misterios más importantes de nuestra fe: por ejemplo, la Pascua, Pentecostés, la Inmaculada Concepción; los principales títulos de Jesús, como Cristo Rey o el Sagrado Corazón, además de celebraciones que honran a algunos santos de especial importancia en la historia de la salvación, como es el caso de las solemnidades de los santos Pedro y Pablo y la del nacimiento de san Juan Bautista.
En las solemnidades, así como en los domingos, la celebración eucarística tiene tres lecturas, la oración de los fieles, el Credo y el Gloria (incluso cuando la solemnidad cae en Adviento o en Cuaresma).
Las solemnidades también tienen oraciones propias exclusivas: antífona de entrada, oración inicial, oración sobre las ofrendas, antífona de comunión y oración después de la comunión. En la mayoría de los casos, también hay un prefacio especial.
Algunas solemnidades son fiestas de precepto y otras no: esto depende de la realidad pastoral de cada país y, por tanto, del criterio de la respectiva conferencia episcopal.
Las solemnidades que caen en domingo se celebran como tales durante el tiempo ordinario y el tiempo de Navidad, pero acostumbran a ser trasladadas al lunes cuando caen en un domingo de Adviento, de Cuaresma, de Semana Santa y del tiempo pascual.
Fiestas
Las fiestas honran algún misterio o título de Jesús, de Nuestra Señora y de santos especialmente relevantes, como los apóstoles, los evangelistas y otros de gran importancia histórica como san Lorenzo.
La fiesta acostumbra a tener oraciones propias, pero se hacen solo dos lecturas y el Gloria. A diferencia de otras fiestas, las dedicadas a Jesús —como la Transfiguración y la Exaltación de la Santa Cruz— se celebran también cuando caen en domingo y en ese caso tienen tres lecturas, el Gloria y el Credo.
Memorias
La memoria es generalmente la celebración de un santo, pero podría también celebrar algún aspecto de Jesús o de María. Es el caso de la memoria facultativa del Santo Nombre de Jesús y de la memoria obligatoria del Inmaculado Corazón de María.
En lo que respecta a la liturgia, no hay diferencia entre la memoria facultativa y la memoria obligatoria. Toda memoria tiene al menos una oración propia de apertura. En cuanto a las lecturas, pueden ser específicas o no: en general se prefiere que se mantengan las lecturas del día para evitar que se interrumpa excesivamente el ciclo continuo de las lecturas propias de cada tiempo; al mismo tiempo hay lecturas específicas que deben usarse en el caso de algunos santos, especialmente los mencionados en la propia Sagrada Escritura, por ejemplo Marta, María Magdalena y Bernabé.
Durante la Cuaresma y en parte del Adviento (del 17 al 24 de diciembre) se usa solo la oración colecta del santo; todo el resto es lo ordinario de ese día.
Caso especial
El día de difuntos, celebrado el 2 de noviembre, tiene prioridad sobre el domingo a pesar de no ser una solemnidad.
Variaciones geográficas
Hay casos en los que una determinada celebración tiene una clasificación diferente según la región, ya que algunos santos son más venerados en un lugar que en otros. Es el caso de san Benito: su día es memoria obligatoria en el calendario universal, pero es fiesta en Europa por ser uno de los patrones del continente y es solemnidad en la diócesis de Montecassino, donde está enterrado. O bien, la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe en México y todo el continente americano, decretada por San Juan Pablo II en 1999.
Hay solemnidades, como el Corpus Christi, que pueden ser precepto o no conforme a la determinación de la conferencia episcopal de cada país: la decisión se basa en una realidad pastoral local. Por eso hay países que mantienen la tradicional celebración el jueves como fiesta de precepto, otros mantienen el día pero no como precepto y otros, que ya son mayoría, en los que la celebración se traslada al domingo siguiente para garantizar la máxima participación de los fieles.