Para entender la escasez de informaciones sobre la vida de Nuestra Señora en los primeros siglos conviene tener en cuenta las particularidades de aquella época.
El mundo pagano, por efecto de la decadencia en que se encontraba, era politeísta, o sea, los hombres adoraban simultáneamente a varios dioses. Los paganos no consideraban ilógico que existieran varias divinidades o que estas fueran imperfectas.
Incluso consideraban normal que los dioses dieran ejemplo de devastación moral, siendo, por ejemplo, adúlteros, ladrones o borrachos.
Obviamente no todos los dioses eran representados por esos vicios. Pero el hecho de que hubiera varios en esas condiciones dificultaba que los paganos entendieran la noción católica del verdadero y único Dios, de perfección infinita.
Por eso la Iglesia primitiva tuvo mucho cuidado al representar a Nuestra Señora como Madre de Dios,
Porque aquellos pueblos, con fuerte influencia del paganismo, rápidamente tenderían a transformarla en una diosa.
Aunque nunca se ocultó la importancia fundamental de la Virgen Santísima en la historia de la salvación, fue sólo tras la caída del imperio romano de Occidente y de la sucesiva cristianización de los pueblos cuando la Iglesia empezó a colocar a Nuestra Señora en la evidencia que le compete, exaltando sus maravillas. Y con ello hizo un bien indescriptible.
Es fácil comprender por qué en ese largo periodo, de cerca de 400 años, muchas informaciones relativas a la Virgen María se perdieran y otras se hallaran en fuentes no totalmente confiables.
A pesar de ello, la Tradición de la Iglesia conservó fielmente esos atributos de María que eran necesarios para la integridad de la fe de los católicos.
Lo esencial se transmitió y para un hijo que ama a su Madre cualquier dato relativo a ella es importante.
Entre los datos sobre los que permanece un velo de misterio está el lugar en el que nació Nuestra Señora.
¿Belén, Séforis o Jerusalén?
Tres ciudades se disputan la honra de haber sido el lugar de nacimiento de la Madre de Dios.
La primera es Belén. Esa tradición se debe al hecho de que Nuestra Señora es de estirpe real, de la casa de David.
Siendo Belén la ciudad de David, fue esa la razón por la que san José y la Virgen Santísima, ambos descendientes del profeta rey, se dirigieron a esa localidad en ocasión del censo romano que ordenaba que todos se registraran en el lugar originario de sus familias.
Por eso el niño Jesús nació en Belén y es aclamado, en el Evangelio, como hijo de David.
El principal argumento de los que sustentan la tesis de que Nuestra Señora nació en Belén se basa en un documento titulado De Nativitate Sanctae Mariae [“Sobre el nacimiento de Santa María“], incluido en la continuación de las obras de san Jerónimo.
Hay una tradición, en paralelo, que señala la pequeña localidad de Séforis, localizada a pocos kilómetros al norte de Belén, como lugar de nacimiento de la Virgen María.
Esa opinión tiene como base que, ya en la época del emperador Constantino, a principios del siglo IV, se construyó una iglesia en la localidad para celebrar a san Joaquín y santa Ana, padres de Nuestra Señora, que residían allí.
San Epifanio menciona este santuario. Los defensores de otras hipótesis señalan que el hecho de que los padres de la Virgen residieran allí no indica necesariamente que Nuestra Señora hubiera nacido en esa localidad.
La hipótesis que congrega el mayor número de adeptos es la de que María nació en Jerusalén.
San Sofronio, patriarca de Jerusalén (634-638) escribió en el año 603 que esa es la ciudad natal de María Santísima. San Juan Damasceno defiende la misma postura.
La fiesta de la Natividad
En la Iglesia católica celebramos muchas fiestas de santos. Habiendo, felizmente, millares de santos, se conmemoran millares de fiestas.
Pasa que no se celebra la fiesta del nacimiento del santo, sino la de su muerte en esta vida, por ser el día de su entrada en la vida eterna.
Sólo en tres casos se conmemoran las fiestas el día del nacimiento: la Navidad de Jesús, el nacimiento de san Juan Bautista y la natividad de la Virgen María.
La fiesta de la Natividad se celebraba en el Oriente católico mucho antes de ser instituida en Occidente.
Según una bella tradición, esta se inició cuando san Maurilio la introdujo en la diócesis de Angers, en Francia, a consecuencia de una revelación en el año 430.
Un hombre de Angers se encontraba en la pradera de Marillais la noche del 8 de septiembre de ese año cuando vio a los ángeles cantar en el cielo.
Les preguntó cuál era el motivo de su cántico y le respondieron que cantaban de alegría por el nacimiento de Nuestra Señora esa noche (cf. La fête angevine N.D. de France, IV, París, 1864, 188).
En Roma, ya en el siglo VII, se encuentra el registro de la conmemoración de esta fiesta. El papa Servio la volvió solemne mediante una gran procesión.
Posteriormente, Fulberto, obispo de Chartres, contribuyó mucho a la difusión de esta fecha en toda Francia.
Finalmente el papa Inocencio IV, en 1245, durante el Concilio de Lyon, extendió la festividad a toda la Iglesia.
La conmemoración en la actualidad
Por una serie de motivos curiosos, la fiesta de la Natividad se celebra muy especialmente en Argentina, Venezuela, Andorra, varios lugares de España, Italia,... Y en la isla de Malta, donde la principal conmemoración de la fiesta consiste en una procesión solemne en la localidad de Xaghra.
En la ciudad de Florencia, el día de la fiesta, muchos niños se dirigen al río Arno llevando pequeñas linternas que se colocan en el agua y lentamente van atravesando la ciudad.
En Mistretta, Sicilia, la población celebra la fiesta representando un baile entre dos gigantes.
A primera vista parecería que eso no tiene nada que ver con la Natividad, pero corresponde a una tradición: una imagen de santa Ana con Nuestra Señora niña fue encontrada y llevada a la ciudad, pero misteriosamente volvió al lugar donde había sido hallada.
Los habitantes consideraron que sólo podría haber sido llevada por gigantes y de ahí proviene esa costumbre.
En Moliterno existe la bonita y pintoresca costumbre entre las chicas de fijar pequeñas candelas en los sombreros de sus trajes típicos.
Resulta que en un determinado momento se pagan las demás luces y sólo se encienden esas velas, mientras las jóvenes bailan una danza regional.
De hecho, en muchas localidades, las luces desempeñan un papel determinante en la fiesta. Podemos conjeturar una razón: la Natividad de Nuestra Señora representó un preanuncio de la llegada al mundo de la Luz de justicia, Nuestro Señor Jesucristo.
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A partir del texto de Valdis Grinsteins en catolicismo.com.br