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La misericordia de Jesús por los hombres no decae ni disminuye nunca, a pesar de los rechazos que Él encontró y encuentra hoy. Su amor por cada ser humano es profundo y eficaz para conducirlo, con ayudas eficaces, a la vida eterna, a la salvación. Y además, ese amor de Cristo es inmenso, sincero y quiere extenderse a todos.
Él es el Buen Pastor de todas las almas, a todas las conoce por su nombre y sale a su encuentro, sobre todo al encuentro de la oveja perdida, pues no quiere dejar a ninguna perdida en el monte.
Dios quiere salvarnos a todos
Dios quiere salvar lo salvable. Jesús no da a nadie por perdido. Nos ayuda aunque hayamos pecado. Su actitud, cuando alguna de las ovejas se aleja, es favorecer su regreso al redil; y todos los días sale a ver si la divisa en la lejanía.
Este tipo de ovejas o de fieles deben ser conscientes de que están invitados a favorecer la cercanía con Dios, la propia y la ajena (vivos o difuntos), y luchar porque dicha cercanía sea cada día sea más plena y perfecta.
El cristiano que sea consciente de que está lejos de Jesús, por las circunstancias que sean, está invitado, en medio de su dolor interior, a permitir de alguna manera que la luz divina, aunque sea tenue, ilumine cada vez más toda su interioridad.
Por ello, los fieles que están lejos de Dios, que no pueden comulgar, mal harían en mantener o, peor aún, en ampliar la distancia o el abismo que los mantiene separados de Dios; todo lo contrario. harían bien en esforzarse por reducir dicha distancia.
Algunas maneras de acortar la distancia:
1 | Recuperar y cultivar el sentido de trascendencia, la dimensión religiosa, la sensibilidad espiritual.
2 | Los que pueden confesarse, hacerlo cuanto antes.
3 | Recuperar la vida de oración con actitud penitencial y con corazón contrito y humilde: El Santo Rosario, la Misa dominical haciendo la comunión espiritual, viacrucis, etc.
4 | Con la misma actitud penitencial o de conversión hacer y ofrecer en la oración buenas obras, obras de misericordia por los demás vivos o difuntos. "Sed, pues, sensatos y sobrios para daros a la oración... pues el amor cubre multitud de pecados" (1 Pe 4, 7b-8). Recordar que una obra de misericordia espiritual es la oración por los difuntos.
5 | El ofrecimiento a Dios de su vida, de sus sacrificios y sufrimientos.
6 | La lectura de la palabra de Dios, vidas de santos, el catecismo o cualquir otro documento de la Iglesia para que así puedan fortalecer su fe.
7 | Ofrecer algún servicio en la Iglesia y mantener una relación con el párroco y con la parroquia.
¿Y los que no pueden confesarse?
Si algunos fieles no pueden confesarse, pues lo mismo. Los fieles que no pueden confesarse, entre otras cosas, por la falta de disposición y que, como consecuencia, no pueden comulgar, están igualmente invitados a poner de su parte para que no desaparezca en su totalidad el mínimo vínculo de unidad que puede existir con Dios.
Y en todo caso no perder de vista la Santa Misa, sobre todo la Misa dominical y solemnidades de precepto. Es más, en el caso de la Misa dominical, el hecho de no asistir a Misa entera incrementa la distancia que la persona ha interpuesto entre ella y Dios.
Entonces, ¿para qué ir a Misa?
Alguien podría decir: "¿Y para qué ir a Misa los domingos si no puedo comulgar?" Estas personas yendo a Misa harán mucho para sí mismas, pues es una manera de interesarse por su salvación; pero también lo harán para los demás, vivos o difuntos, pues se puede ofrecer a Dios el sacrificio redentor de Cristo, participando activamente con la propia oración.
El precepto de oír Misa entera todos los domingos y fiesta de guardar es para todos los fieles (Canon, 1247) desde que tengan uso de razón (Canon, 914),estén o no es gracia de Dios. Se cumple con el precepto mediante la asistencia completa, plena, consciente y activa en la Misa aunque no se comulgue por algún impedimento.
Que puedan o no puedan comulgar ya es otra cuestión; el precepto no obliga a comulgar. El cumplimiento del precepto dominical es absolutamente independiente de la comunión; quien asiste a Misa sin poder comulgar puede, un así orar y participar activamente en la misma.