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Un Padre de la Iglesia Primitiva famoso por su predicación y su profunda escritura espiritual, san Juan Crisóstomo, también era muy consciente de la batalla espiritual que se desarrolla alrededor de todos nosotros.
Enseñó a su pueblo un simple hábito en su comentario sobre el Evangelio de Juan, algo que él creía evitaría que cualquier presencia maligna entrara en una persona.
Crisóstomo examina el cuarto capítulo de Juan y empieza con una exhortación a sus oyentes a que entiendan las Escrituras y que no se limiten a ser propietarios de una versión bonita del libro.
De nadie oigo que ambicione entender los libros [de la Escritura]; pero en cambio sí se jactan muchos de poseer libros con letras de oro escritos. ¿Qué utilidad se saca de eso?
Las Sagradas Escrituras no se nos han dado para eso, o sea para tenerlas únicamente en los libros, sino para que las grabemos en nuestros corazones.
Palabra purificadora
Crisóstomo considera esta comprensión no solo necesaria para la vida espiritual, sino como una fuerte defensa contra el Maligno.
Quisiera que sus palabra y sentido de tal modo los traigamos en nuestra mente que quede ella purificada con la inteligencia de lo escrito.
Si el demonio no se atreve a entrar en una casa en donde tienen los evangelios, mucho menos se atreverán ni el demonio ni el pecado a acercarse a un alma compenetrada con las sentencias de los evangelios.
Santifica, pues, tu alma, santifica tu cuerpo; y para esto continuamente revuelve estas cosas en tu mente y acerca de ellas conversa.
Si las palabras torpes manchan y atraen a los demonios, es claro con toda certeza que la lectura espiritual santifica y atrae las gracias del Espíritu Santo.
La Biblia, un escudo
En otras palabras, san Juan Crisóstomo considera que un alma que se rige verdaderamente por las palabras de la Escritura y las mantiene siempre en su corazón y en sus labios, será virtualmente inmune a los ataques satánicos.
Esto es básicamente lo que dice san Pablo en su Carta a los Efesios:
Crisóstomo entendía claramente el terreno espiritual y sabía cómo derrotar a las fuerzas de Satán. Sus oraciones a menudo se usan en los ritos de exorcismo de la Iglesia ortodoxa.
Oración
¡Que el Señor te reprenda, Satán! — Él que en gloria ascendió al Cielo hacia Su Padre, sentado a la diestra de la Majestad en el trono de gloria. ¡Diablo: Que el Señor te reprenda!
Las Escrituras son una poderosa defensa contra Satán, pero para ello deben alcanzar las profundidades de nuestro corazón.
Según escribió el autor de Carta a los Hebreos: