¿Sabes que tú eres modelo de actuación para los que te rodean?
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Desde que nacemos, nuestra naturaleza es una balanza con dos platillos que tratan siempre de estar en equilibrio: la individualidad y la sociabilidad. Somos únicos, irrepetibles, singulares, pero al mismo tiempo formamos parte de la sociedad, de la familia, del conjunto de personas que nos rodean.
Conforme vamos madurando, las experiencias nos ayudan a conformar nuestra conciencia, a distinguir lo bueno de lo malo en acciones concretas, a saber cómo desplegar todo nuestro potencial de hábitos que cristalizarán en virtudes.
Aprendemos de los demás (de nuestros padres, de los hermanos, de los amigos, de los educadores) a escribir, a leer, a hacer una trenza, a dibujar una perspectiva, a ser puntuales, a mostrar respeto por los mayores…
Y en ese caminar por la vida, seguro que hemos encontrado a alguien (o a varias personas) que son como un faro. Un hombre o mujer cuya forma de vivir o de actuar se convierte en un referente: tus padres, un tío, una profesora, un hermano…
Para que una sociedad sea buena y crezca bien, es necesario que cuente con referentes, personas que sirvan de modelo de carne y hueso para otros.
¿Me sirve de modelo un jugador de fútbol americano que mató a su esposa? ¿Es lógico que admire a un empresario que se enriquece a costa de los trabajadores de países subdesarrollados? ¿Tiene sentido que quiera imitar la carrera de una cantante que “vende” su cuerpo para obtener fama?
Nos fijamos en los de nuestro alrededor (un entorno que también lo aportan los medios de comunicación y las redes sociales) y creamos modelos de referencia. ¿El narcotraficante Pablo Escobar sería un buen modelo? Con algunos logros (en su barrio siguen adorándolo), pero con más de 10.000 muertos a sus espaldas en Colombia a causa de la droga. Y aún así, nos resulta deslumbrante: dinero, mujeres, poder…
Nos atrae algo de los “malos” como Escobar: su liderazgo, su capacidad de destacar. Y a veces no hace falta irse muy lejos: en el barrio, el líder, o en el aula, alguien que se aprovecha de una cota de poder.
¿Quién es tu modelo y por qué? Esa es la doble pregunta que conviene hacerse.
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Por otro lado, esa experiencia que todos tenemos, ese saber que todos siempre “medimos” la conducta de los demás y juzgamos si es un ejemplo (moral) para nosotros, ha de impulsarnos a ser responsables porque también nosotros le debemos a la sociedad un actuar bien que sirva de modelo a los demás.
Contra-ejemplo de lo que no hay que hacer
Todos influimos, para bien o para mal, con cada uno de nuestros actos. Todavía recuerdo a un distribuidor de comidas en un self service, que mientras servía la sopa en los platos fumaba un pitillo con dos dedos de ceniza a punto de desprenderse de la colilla. Siempre he pensado que alguno de aquellos días de mi etapa estudiantil mis amigas y yo tomamos ceniza y nicotina disueltas en el caldo. Desde luego, era todo menos ejemplar. O más bien fue un contra-ejemplo para aprender lo que no hay que hacer.
Porque para ser ejemplo, no hace falta tener un puesto directivo o una cuenta corriente de siete cifras.
- Ejemplar es el dependiente de la tienda que escoge la mejor fruta para la clienta aunque ella no esté mirando.
- Ejemplar es quien pide en el restaurante lo mismo tanto si paga él como si lo carga a cuenta de su empresa.
- Ejemplar es quien cuida el coche de su empresa como si fuera el suyo.
- Ejemplar es el padre o la madre que se dedica plenamente a sus hijos haga sol o llueva, tenga fiebre o den el partido de fútbol por televisión.
- Y ejemplar es el profesor que a diario hace el seguimiento personalizado de los alumnos aunque eso le obligue a corregir mucho y dormir poco.
Contar con modelos vivos a nuestro alrededor da paz y esperanza, porque nos asegura que en el mundo hay bondad y que la podemos tener cerca. Por eso es tan importante que, por nuestra parte, sirvamos de “colchón” a otros y les proporcionemos tranquilidad de espíritu, sobre todo a los niños.
Es como un decir “puedes contar conmigo, no te fallaré”. Eso mueve a tener a la persona ejemplar como referencia.
Y no solo a nivel individual. Lo mismo puede aplicarse a los grupos, a las estructuras de la sociedad. Cómo nos ensancha los pulmones leer acerca de la conducta ejemplar de un equipo de fútbol, de una asociación vecinal o de un ayuntamiento. Y cómo nos gusta formar parte de una entidad que es honrada.
Por eso también es importante que las entidades e instituciones que forman parte de nuestra vida sean ejemplares: partidos políticos, gobiernos, oenegés, la ONU… Los ciudadanos tenemos derecho a exigir que nos brinden la paz social. Cuanta más responsabilidad y poder tienen en el mundo, mayor ha de ser su compromiso de dar buen ejemplo.