La mayoría de personas, en un momento u otro de la vida, consumen una bebida alcohólica. Sabemos sus nombres: vino, tequila, whisky, ron, cerveza, champagne pero la mayoría desconocemos cuál es su origen y cómo se producen, qué efectos tienen sobre nuestro organismo, cuál es su graduación o cuáles son las diferencias entre unas y otras. Las personas adultas tienden a consumir alcohol sobre todo en situaciones sociales, para celebrar momentos especiales y muchas como medio para relajarse o “desconectar”.
Digamos que en estos dos casos no es exactamente el efecto que producen pero la creencia está ahí y, por tanto, vamos a considerarla. Ello explica que, en muchas personas, el “alcohol” provoque un efecto casi inmediato en su comportamiento y estado de ánimo.
9 señales de alerta (Ver galería)
Las consecuencias
Los primeros efectos del alcohol aparecen a los 10 minutos de la ingesta. El alcohol entra en el riego sanguíneo y a medida que se consume en mayor cantidad, la concentración de alcohol en la sangre aumenta.
Algunas de las preguntas que nos planteamos y que son motivo de reflexión por parte de todos, consumidores habituales, ocasionales o abstemios son simples pero muy difíciles de responder según sea quién se las pregunte y quién responda:
- ¿Por qué las bebidas alcohólicas nos hacen sentir y/o actuar de manera distinta?
- ¿Qué cantidad de alcohol es moderado, demasiado o excesivo?
- ¿Por qué algunas personas se conviertan en adictas y otras no?
El alcoholismo está considerado una enfermedad crónica que se manifiesta por una necesidad imperiosa y una ansiedad incontrolable por consumir alcohol creando una dependencia física. No consumir provoca lo que denominamos como “síndrome de abstinencia”.
Los expertos consideran que el alcoholismo es equiparable a cualquier otro tipo de drogodependencia y en algunos países del planeta es, a día de hoy, un grave problema de salud pública.
El consumo de alcohol en América Latina crece
Según datos extraídos del informe “Situación regional del consumo de alcohol y la salud en las Américas” de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), “en América Latina y el Caribe, las personas consumen una media de 8,4 litros de alcohol puro por año, lo que supone 2,2 litros más que el promedio mundial” y, la primera consecuencia se mide en vidas humanas: 300.000 al año.
Además, el alcohol es el principal factor de riesgo de muerte y discapacidad para las personas de 15-49 años de edad, lo cual nos conduce a la conclusión de que sus efectos van más allá de la salud.
Ante estos datos, el Dr. Anselm Hennis, Director del Departamento de Enfermedades no Transmisibles y Salud Mental de la OPS/OMS advierte que, además, el consumo de alcohol contribuye al desarrollo de diversas enfermedades o traumatismos, como cirrosis hepática y otros tipos de cáncer, enfermedades maternas, nutricionales y trastornos mentales.
Efectos del consumo de alcohol
Las complicaciones más visibles que presenta, a corto plazo, el consumo excesivo de alcohol, según datos del National Institute of Alcohol Abuse and Alcoholism (NIAAA), son la desinhibición social, disfunciones del habla y del movimiento, confusión mental y problemas de concentración y, en las situaciones más graves, coma y complicaciones respiratorias.
Sin embargo, el alcoholismo no sólo provoca perjuicios graves a quienes beben sino a las personas próximas a los bebedores. Entre los daños a terceros destacamos el síndrome de alcoholismo fetal, la violencia interpersonal y doméstica, los traumatismos y muertes provocados por los accidentes de tráfico y accidentes laborales, el sufrimiento emocional del entorno y la inestabilidad económica.
En este sentido, las mujeres son las más afectadas por el consumo de alcohol aunque, según datos del informe de la OPS, el consumo de alcohol entre mujeres y jóvenes también está extendida y es motivo de preocupación.
¿Cuáles son las soluciones?
Tratamientos médicos
Aunque el alcoholismo sea una enfermedad grave hay esperanza en su tratamiento. Según expertos de la Clínica Mayo de Estados Unidos “el tratamiento incluye el asesoramiento por parte de un profesional de la salud. Una opción para aquellos que necesitan ayuda adicional son los programas de desintoxicación en hospitales o instalaciones médicas. También se dispone de medicamentos que reducen el deseo de consumir alcohol”. Sin embargo, el mejor tratamiento, como en el resto de adicciones, la “voluntad” y la decisión personal del abandono es la mejor terapia.
Actualmente, existen cuatro tipo de tratamientos para tratar el alcoholismo:
- Programas con protocolos médicos de desintoxicación y deshabituación
- Terapias conductuales con ayuda psicológica y participación en grupos de apoyo
- Fármacos que actúan como sedantes, vitaminas y medicamentos “sustitutorios”
- La abstinencia como decisión personal y acto de voluntad individual
Tratamientos “políticos y gubernamentales”
- Regular la disponibilidad
- Restringir la comercialización
- Aumentar los precios y los impuestos
- Restricciones en la conducción
- Aumentar la concienciación y los programas de educación para la prevención del alcoholismo
Si crees que tú o alguna persona de tu entorno muestra síntomas de ser alcohólico, por favor, ayúdale y/o pide ayuda a tu médico.