La palabra letanía tiene un origen griego y quiere decir súplica. Desde los inicios de la Iglesia, las letanías fueron utilizadas para indicar las súplicas rezadas en conjunto por los fieles, particularmente durante las procesiones.
Las 13 figuras simbólicas
En el Rosario, rezamos la "letanía lauretana", que contiene una serie de invocaciones surgidas en Loreto, donde cuenta la tradición que, milagrosamente, fue transportada la casa de la Santísima Virgen María.
En ella se encuentra un grupo de 13 invocaciones con figuras simbólicas que, en ocasiones, son difíciles de comprender para los fieles.
Nuestra civilización se ha cerrado al simbolismo, de modo que aquello que podría haber sido evidente en otras épocas hoy está oscurecido por el espíritu práctico de la vida contemporánea, que no favorece la meditación ni la contemplación de las maravillas de la creación.
A continuación el significado de esas 13 invocaciones simbólicas:
1Espejo de Justicia
Justicia, aquí, se entiende en el sentido más amplio de la santidad. Nuestra Señora se llama así porque es un espejo de la perfección cristiana. Toda perfección puede ser admirada en ella, del mismo modo en que podemos admirar una luz reflejada en el agua.
2Trono de sabiduría
Nuestro Señor Jesucristo es la Sabiduría, pues, siendo Dios, todo lo sabe y conoce. Y si Nuestra Señora lo llevó dentro de sí durante nueve meses, ella fue -por eso mismo- el Trono de la Sabiduría; y sigue siéndolo, pues en ella, infaliblemente, encontramos a Nuestro Señor.
3Causa de nuestra alegría
La mayor alegría que un hombre puede tener es la de salvarse y estar con Dios por toda la eternidad. Antes de la venida de Nuestro Señor, el cielo estaba cerrado para nosotros; fue el sacrificio del Calvario lo que nos reconcilió con el Creador y nos proporcionó la verdadera y eterna felicidad. Y como fue por medio de Nuestra Señora que el Redentor de la humanidad vino a la Tierra, María Santísima es, de esta forma, causa de nuestra mayor alegría.
4Vaso espiritual
Nada tiene más valor que la verdadera fe. En la pasión y muerte de Nuestro Señor, cuando hasta los apóstoles dudaron y huyeron, fue Nuestra Señora quien recogió y guardó, como en un vaso sagrado, el tesoro de la fe inamovible.
5Vaso digno de honor
En nuestra época, la honra casi no es considerada, por el contrario, muchas veces la falta de carácter y de vergüenza es alabada; sin embargo, éste es un valor en sí mismo.
Nuestra Señora guardó cuidadosamente, en su alma, todas las gracias recibidas, manteniendo la honra a pesar de la decadencia del género humano. Si no hubiera existido Nuestra Señora, habría faltado en la creación quien representara la perfección de la criatura, fiel hasta el heroísmo extremo.
6Vaso de insigne devoción
Devoto quiere decir dedicado a Dios. La criatura que más se dedicó y vivió en función de Dios fue Nuestra Señora, habiéndolo hecho de forma tal que mejor era imposible.
7Rosa mística
La rosa es considerada tradicionalmente la reina de las flores, la que posee de forma más definida y espléndida todo lo que caracteriza a una flor. De la misma forma, en el campo de la vida espiritual y mística, María posee de forma más primorosa todo lo que representa la perfección.
8Torre de David
Leemos en las Sagradas Escrituras que el rey David tomó la fortaleza de Jerusalén de los jebuseos y edificó la ciudad alrededor de ella. Naturalmente, el rey David fortificó la ciudad para volverla inexpugnable, dotándola de una fuerte guarnición.
La Iglesia católica es la nueva Jerusalén y en ella tenemos una torre o fortaleza que ningún enemigo puede destruir: a nuestra madre. Ella construyó el punto de mayor resistencia y mejor defensa. Por eso, en esta invocación honramos a Nuestra Señora reconociendo que nunca ha habido, nunca habrá, quien mejor proteja a los fieles y defienda la honra de Dios que ella.
9Torre de marfil
El marfil es un material de raras características naturales: es al mismo tiempo muy fuerte y muy claro, lo que genera un aparente contraste entre suavidad y fuerza. Igualmente, Nuestra Señora es muy fuerte espiritualmente, la mayor enemiga de los enemigos de Dios y, al mismo tiempo, es de una pureza y suavidad blanquísima. Ella contraría las ideas falsas de que las cosas de Dios deben ser dulcificadas y sentimentales y de que la fuerza verdadera debe ser bruta.
10Casa de oro
El oro es considerado el más noble de los metales. Si tuviéramos que recibir al propio Dios, buscaríamos hacerlo en una casa que no fuera superable: de ahí la comparación con una casa de oro. Ahora, la Santísima Virgen es esa casa insuperable, la "casa de oro" que acogió a Nuestro Señor cuando Él vino al mundo.
11Arca de la Alianza
En el Antiguo Testamento, quedaban guardadas en el Arca de la Alianza las tablas de la Ley dadas por Dios a Moisés, así como un puñado de maná milagrosamente recibido en el desierto. Por eso, ella recordaba las promesas y la protección de Dios.
María es, en el Nuevo Testamento, el Arca de la Alianza que protege al pueblo elegido de la Iglesia y recuerda las infinitas misericordias de Dios.
12Puerta del cielo
Nuestra Señora es invocada de esta manera porque fue por medio de ella que Jesús vino a la tierra y es por ella que nos vienen todas las gracias orientadas a llevarnos al cielo, a nuestra morada eterna. Así, ella favorece nuestra entrada al cielo.
13Estrella de la mañana
Poco antes de que nazca el sol, cuando la oscuridad es mayor y empieza a clarear, aparece en el horizonte una estrella de mayor luminosidad. Después, cuando las otras estrellas desaparecen en la claridad naciente, ella aún permanece.
Así fue la Virgen María, pues su nacimiento significaba que luego nacería el Sol de la Justicia, Nuestro Señor Jesucristo. Y cuando la fe se perdía hasta entre el pueblo elegido, ella seguía creyendo y esperando. Ella es el modelo de la perseverancia en la prueba y el anuncio de la Luz que vendrá.
Estas son, en resumen, algunas explicaciones de las más "curiosas" invocaciones marianas que componen la Letanía Lauretana. Comprenderlas ciertamente nos ayudará a rezar con mayor fervor tan meritoria oración.
Adaptación del texto de André Damino en “Na escola de Maria”, Ed. Paulinas, 4ª edição, São Paulo, 1962, y traducido al español, por Aleteia.