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Mamá, necesito decirte esto

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ResiliênciaMag - publicado el 24/05/18
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Una vez leí una antigua bendición mexicana que decía así: “A mis padres los libero de sentir que conmigo no pudieron dármelo todo o que crean que han fallado”. Y pensé en la innumerables veces que juzgué las pequeñas “fallas” de mi madre, incluso cuando el error no era de ella.

Por tener necesidad de encontrar un chivo expiatorio para mis dificultades, traumas y aflicciones, el camino más simple y seguro siempre fue acusar a la persona que más fácil me perdonaría: mi mamá.

Hoy quiero liberar a mi mamá del sentimiento de haberme fallado. Quiero que ella sepa que aunque yo no esté de acuerdo con algunas actitudes tomadas en el pasado, sé que ella hizo y juzgó que sería lo mejor para mí en ese momento.

Que ella se sienta ligera, sin arrepentimiento o culpas, y que entienda cuánto sirvió de pilar y ejemplo en nuestra casa. Quiero que mi mamá entienda que, aunque oyera innumerables veces que la culpa era de ella, incluso cuando hacía de todo para que el barco no se hundiera, fue porque la imaginábamos muy fuerte y dulce para fallar.

Deseo que sepa cuán agradecida estoy y cuánto comprendo los caminos, algunas veces equivocados, que siguió para que fuéramos felices.

Hay una frase del sacerdote Fábio de Mello que dice más o menos así: “Dime a quién has perdonado más en la vida, y entonces sabré decirte a quién has amado más”. En cuanto al corazón de madre, esa frase gana sentido y autenticidad. Porque, en general, aprendemos desde temprano que es ahí, en esos brazos de olor conocido, donde encontramos abrigo, afecto y, de una manera que no podemos imaginar, perdón.

Mamá falla intentando hacer lo mejor. Falla por la ausencia, intentando dar un ejemplo de independencia; falla por la presencia, intentando ser apoyo y compañía. Falla privando y frustrando; falla mimando y cuidando. Falla volviéndose leona en defensa de sus cachorros.; falla intentando ser sensata e imparcial.

Falla haciendo drama; falla tapando los errores. Mamá falla sufriendo en el lugar de la gente; falla ignorando las señales. Falla soportando todo; falla siendo impulsiva y poniendo los puntos sobre las íes.

Sin embargo, lo que la madre no hace, es desistir. Incluso al fallar, está ahí, intentando. Incluso equivocándose, estará siempre bendiciéndonos.

Mamá nunca se cruza de brazos. Aunque finja ignorar, en el fondo de su alma ella ora a Dios por nuestros caminos. A pesar de salir cerca, ella no nos abandona. A pesar de no estar de acuerdo con nosotros, ella seguirá siendo leal a quienes somos de hecho.

Pues sólo ella nos conoce de verdad, sin las máscaras que adquirimos con el tiempo. Sólo ella conoce nuestros miedos más primitivos, y puede explicar el origen de esa angustia o dificultad.

Crecemos, adquirimos nuevos hábitos y costumbres, y nos damos cuenta que no todo fue perfecto en la casa donde nacimos. Nos hacemos críticos, empezamos a cuestionarnos la educación que tuvimos e intentamos actuar de otra manera con nuestros hijos.

Sin embargo, también empezamos a repetir aquello que fue bueno. Sin querer, nos sorprendemos al repetir formas de hablar, gestos y apuntes de la sabiduría de nuestros padres: chistes, recetas y paseos… Tratamos de eternizar tradiciones.

Hoy pido a Dios que me ayude a perpetuar el gran amor de mi mamá por sus hijos. Que, al entrar en casa, yo olvide el peso de mi día y pueda disfrutar con la compañía de mi hijo. Que pueda inspirarle a ser bueno, fuerte y paciente, pero por encima de todo, que él entienda mi deseo de que sea más amoroso consigo mismo.

Que nunca deje de arrodillarme y pedir su protección, entendiendo que sólo Dios puede ir a los lugares a los que no llego. Que consiga acertar en lugar de errar, y que perdone mis fallas y faltas, entendiendo que también fui aprendiz, y siempre deseé su bien.

Que mi propia mamá se haga presente en alguno de mis pensamientos y gestos, ayudándome a repetir y perfeccionar el amor. Y que, al entregar a mi hijo al mundo, yo pueda confiar en el tiempo que pasamos juntos y creer, con satisfacción, que él estará seguro y en paz.

Pero un día, al ver a mi hijo volver, espero mirar en sus ojos el brillo de quien ha encontrado su camino, o por lo menos que lo está intentando. Pues en el fondo lo que las mamás quieren es sólo una cosa: que sus hijos sean felices.

 

Por Resiliência Mag

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