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Al Padre Pío le apasionaba celebrar la Misa y recibir la Comunión. En una ocasión dijo: “Sería más fácil que el mundo existiera sin el sol que sin la Santa Misa”.
Creía de todo corazón que Jesús estaba verdaderamente presente, en cuerpo, sangre, alma y divinidad durante la celebración de la Misa. Este gran don avivó en su propio corazón un amor profundo y persistente hacia Dios.
En sus propias palabras:
“Hay momentos durante la Misa en que me consumo por el fuego del Amor Divino. Mi rostro parece arder”.
A continuación se puede leer una honda oración que Padre Pío compuso y que rezaba tras recibir la Sagrada Comunión.
Es reflejo de su firme fe en la presencia de Jesús en la Sagrada Eucaristía y de su deseo de que Jesús permaneciera siempre en su corazón.
1Oración
Quédate, Señor, conmigo, pues soy débil y necesito tu fuerza para no caer muchas veces.
Quédate, Señor, conmigo, porque eres mi luz y sin ti estoy en tinieblas.
Quédate, Señor, conmigo, porque eres mi vida y sin ti pierdo el fervor.
Quédate, Señor, conmigo, para darme a conocer tu voluntad.
Quédate, Señor, conmigo, para que oiga tu voz y te siga.
Quédate, Señor, conmigo, pues deseo amarte mucho y estar siempre en tu compañía.
Quédate, Señor, conmigo, si quieres que siempre te sea fiel.
Quédate, Señor, conmigo, porque por más pobre que sea mi alma, desea ser para ti un lugar de consuelo y un nido de amor.
Quédate, Jesús, conmigo, pues es tarde y el día se acaba… La vida pasa; la muerte, el juicio y la eternidad se acercan y es necesario recuperar mis fuerzas para no demorarme en el camino, y para ello te necesito. Ya es tarde y la muerte se acerca. Temo la oscuridad, las tentaciones, la aridez, la cruz, los sufrimientos… ¡y te necesito mucho, Jesús mío, en esta noche de exilio!
Quédate, Jesús, conmigo, porque en esta noche de la vida, de peligros, necesito de ti.
Haz que, como tus discípulos, te reconozca en la fracción del pan; que la comunión eucarística sea la luz que disipe las tinieblas, la fuerza que me sustenta y la única alegría de mi corazón.
Quédate, Señor, conmigo, porque en la hora de la muerte quiero estar unido a ti; si no por la Comunión, al menos por la gracia y por el amor.
Quédate, Jesús, conmigo; no pido consuelos divinos porque no los merezco, sino el don de tu presencia, ¡ah, sí, te lo pido!
Quédate, Señor, conmigo; solamente a ti te busco; tu amor, tu gracia, tu voluntad, tu corazón, tu espíritu, porque te amo y no pido otra recompensa sino amarte más, con un amor firme y práctico.
Haz que pueda amarte de todo corazón en la tierra para seguirte amando perfectamente por toda la eternidad, querido Jesús.