“Envía a los santos ángeles para que nos defiendan y para que arrojen fuera de nosotros al cruel enemigo infernal”
Según exorcistas y papas, el diablo desprecia a la Virgen María y huye de su presencia. Su humildad era tan radical que aplasta la “cabeza orgullosa” de Satanás y es la defensa más segura contra él y sus ataques.
Según contó el diablo al padre Amorth:
“Ella me enfurece porque es la más humilde de todas la criaturas y porque yo soy el más orgulloso. Porque ella es la más pura de todas las criaturas y yo no. Porque ella es la más obediente a Dios y yo soy el más rebelde”.
A la luz de esta realidad, es apropiado orar por la liberación de los espíritus malignos a través de la intercesión de la Virgen María.
A continuación se lee una poderosa oración escrita por una hermana Bernardina desconocida durante la década de 1930. Fue aprobada por el arzobispo de Nueva York en 1936 y desde entonces ha sido distribuida por varios libros de oraciones. La oración invoca la ayuda de María, “Reina del Cielo”, para enviar una hueste de ángeles dispuestos a luchar contra el maligno.
Augusta reina del cielo y soberana de los ángeles, tú que recibiste de Dios el poder y la misión de aplastar la cabeza de Satanás, te pedimos humildemente nos envíes las legiones celestes para que, a tu mandato, persigan a los demonios, los combatan en todas partes, repriman su audacia y los devuelvan al abismo.
(…)
¡Oh buena y tierna madre!, tú siempre serás nuestro amor y nuestra esperanza.
¡Oh madre divina!, envía a los santos ángeles para que nos defiendan y para que arrojen fuera de nosotros al cruel enemigo infernal.
Santos ángeles y arcángeles, defiéndannos y guárdennos. Amén.