Entre el siglo XV y XVI, Europa estaba fuertemente amenazada por los turcos (musulmanes), que tenían como objetivo conquistar el mundo cristiano. Ya lo habían logrado con los cristianos del norte de África, mientras que Portugal y España se habían librado de ellos después de 800 largos años de lucha.
Pero una parte de Europa estaba muy débil, debido a la hambruna a causa de las malas cosechas. Y aunque había una tregua entre Venecia y el sultán Selim II por motivos de comercio, a pesar de que los musulmanes habían ya destruido un arsenal veneciano en Constantinopla, Selim rompió la tregua y exigió a Venecia que le entregara Chipre, o amenazaba con declararle la guerra.
Viéndose en una situación bastante complicada, Venecia pidió ayuda urgente al estado pontificio, que en ese entonces gobernaba el papa Pío V, quien a su vez pide ayuda a España, ya que poco podía aportar con tropas a esa guerra de carácter inminente.
España a manda una poderosa armada para proteger Malta y garantizar la ruta que llevaría auxilio a la isla de Chipre. Y la liga cristiana entre España y Venecia firma un tratado de carácter defensivo y ofensivo, contra la avanzada musulmana.
Su Santidad nombra a Marco Antonio Colonna, conocido de Felipe II (rey de España), como jefe de la armada auxiliar pontificia y Don Juan de Austria, hijo ilegítimo de Carlos V, generalísimo.
En total, la Liga Santa estaba integrada por el Reino de España, los Estados Pontificios, la República de Venecia, la Orden de Malta, la República de Génova y el Ducado de Saboya. Entre todos los aliados lograron reunir 198 galeras y cerca de 91.000 hombres. Una cifra en clara desventaja: la armada de los Turcos era de 210 galeras y cerca de 120.000 hombres, de los cuales todos eran combatientes, a diferencia de la Liga Santa, de los cuales sólo 20.000 hombres eran soldados.
Sin duda, parecía que los musulmanes, expertos guerreros, llevaban las de ganar. Por eso Pío V confió en la intervención divina de la Santísima Virgen.
Era el 7 de octubre de 1571. Don Juan daba la señal de batalla enarbolando la bandera enviada por el papa, con la imagen de Cristo crucificado y de la Virgen, y los generales cristianos dieron la señal a sus soldados, que cayeron de rodillas ante el crucifijo y continuaron en esa postura de oración hasta que las flotas enemigas se aproximaron.
Y mientras en el Mediterráneo se libraba la ultima gran batalla naval de la historia, en Roma miles de fieles recitaban el rosario acompañando al papa Pío V, que no cesaba de pedirle a Dios, con manos elevadas como Moisés.
La batalla duró desde las primeras horas de la mañana hasta la noche, y en la mañana siguiente el papa anunciaba la feliz noticia a todos los presentes reunidos en la plaza: la Santísima Virgen había concedido la victoria a los cristianos.
De allí en adelante, Pío V consagra el 7 de octubre como festividad a Nuestra Señora de las Victorias y más tarde al Papa Gregorio XIII modifica el nombre de la solemnidad por el de “Nuestra Señora del Rosario”, ya que fue gracias a la recitación de miles de rosarios rezados a la Virgen como se consiguió vencer la batalla en Lepanto.
En esta batalla participó Miguel de Cervantes, que resultó herido y perdió la movilidad de su mano izquierda, lo que le valió el sobrenombre del “manco de Lepanto”. Él calificó la batalla como: “la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros”.
Tanto en España como en Italia, el 7 de octubre se organizan distintas celebraciones y fiestas para conmemorar la gran victoria y se pueden observar en distintos lugares importantes obras de arte o reliquias que recuerdan el hecho.
La reliquia mas importante es El Cristo de Lepanto que se encuentra en la Catedral de Barcelona.
También en Barcelona, en el Museo Marítimo de Barcelona, en el astillero medieval, se guarda una reproducción a escala real (60 metros de eslora total) de la nave La Real de Juan de Austria.
En el Monasterio de Ntra Sra. de Guadalupe en España podemos contemplar un enorme farol capturado de uno de los navíos de guerra musulmanes en la Batalla de Lepanto.
En Roma, en el techo de Santa Maria en Aracoeli, podemos observar las decoraciones en oro tomadas de las galeras turcas.
En el palacio Doges de Venecia hay una gigantesca bandera islámica, trofeo de la victoria sobre uno de los barcos turcos en la batalla de Lepanto.
En la Basílica Santa María la Mayor, cerca de la tumba del Papa Pío V, se encontraba otra bandera islámica de la batalla, pero fue devuelta a Estambul en 1965 como gesto de concordia.
En Marino, localidad cerca de Roma, se recuerda la batalla con una representación medieval y la fiesta de la uva.