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Para Paul Claudel, es la Virgen quien “salvó a Francia una vez más”

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Domitille Farret d'Astiès - publicado el 14/11/18
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En el poema ‘La Virgen a mediodía’, el escritor Paul Claudel se dirige a la Virgen María que, según él, salvó a Francia durante la Gran Guerra

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Una noche de Navidad de 1886, Dios tocó el corazón de Paul Claudel en un encuentro fulgurante, convirtiéndose así “al instante”. De profesión diplomático, no vivió la Gran Guerra en el frente, sino donde sus funciones le llevaban, poniendo sus competencias al servicio de la difusión de información.

“A Francia has salvado”

Con La Virgen a mediodía, poema extraído de la antología Poëmes de guerre 1914-1916, el poeta y futuro académico de la Academia Francesa de la lengua se dirige a la Virgen María. “No tengo nada que ofrecer y nada tengo que rogarte”, exclama quien viene solamente a contemplar a su Madre celestial. Porque ha sido ella quien, según Claudel, “una vez más has salvado a esta Francia mía”, interviniendo “justo entonces cuando todo se hundía”. El grito de reconocimiento que libera el poeta suena como un himno mariano, una auténtica oda a quien también llamamos “Lucero del alba”.

La Virgen a mediodía

Es mediodía. Veo la Iglesia abierta. 

Tengo que entrar.

Madre de Jesucristo, yo no vengo a rezar.

No tengo nada que ofrecer, 

y nada tengo que rogarte.

Sólo he venido, Madre, para mirarte.

Contemplarte, llorar de dicha, saber así

Que yo soy tu hijo y que Tú estás ahí.

Nada más que un momento 

mientras se para el aire.

¡Mediodía!

Allí donde tú estés, estar contigo, Madre.

Sin decir nada, contemplar tu semblante,

Dejar al corazón cantar con su propio lenguaje,

Sin decir nada, cantar porque se tiene el corazón tan lleno,

Como el mirlo que sigue sus anhelos 

en súbitos gorjeos.

Porque Tú eres hermosa, 

porque Tú eres inmaculada,

La mujer de la Gracia por fin reinstaurada.

La criatura en su primer honor y en su desvelamiento final,

Tal como salió de Dios la mañana de su esplendor original.

Inefablemente intacta porque 

Tú eres la Madre de Jesucristo,

Que es la verdad en tus brazos, y la sola  esperanza y el fruto único.

Porque eres la mujer, el Edén de la antigua ternura olvidada,

Allí donde el mirar encuentra de golpe el corazón y hace saltar las lágrimas en él acumuladas.

Porque Tú me has salvado, porque a Francia has salvado,

porque también en ella, como en mí, Tú has pensado,

porque Tú interviniste justo entonces cuando todo se hundía,

porque una vez más has salvado a esta Francia mía.

Porque ahora es mediodía, porque estamos ahora en este día,

porque Tú estás para siempre ahí, simplemente porque Tú eres María, 

simplemente porque existes Tú.

¡Gracias y otra vez gracias, Madre de Jesús!

Paul Claudel (1868 † 1955), miembro de la Academia francesa.

Título original: La Vierge à midi, publicado en Poëmes de Guerre 1914-1916. Editado por Nouvelle Revue Française, París, 1922

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