El Pontífice pone punto final y exige una formación rigurosa en los seminarios y en los monasterios
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La homosexualidad entre sacerdotes y religiosos es algo que “preocupa” al papa Francisco porque el argumento no ha sido enfocado bien, argumenta. Así, hace hincapié en la formación que debe “cuidar mucho de la madurez humana y afectiva”. Lo asegura en el libro entrevista con el Misionero claretiano Fernando Prado “La Forza de la Vocazione”, (Edizioni Dehoniane), publicado en las librerías italianas y que será lanzado próximamente en español, 3 de diciembre, (La Fuerza de la Vocación) en Madrid.
El Papa es directo al responder a la evidencia de que existen en el clero también personas con tendencias homosexuales. “Tenemos que discernir con seriedad y escuchar la voz de la experiencia que también tiene la Iglesia. Cuando no se cuida el discernimiento en todo esto, los problemas crecen. Como decía antes, sucede que en el momento quizá no dan la cara, pero después aparecen”.
Desde siempre, Francisco invita a todos a respetar la dignidad de la persona. Los homosexuales merecen acogida; dos Sínodos en el Vaticano (Familia y Jóvenes) y el catecismo de la Iglesia Católica, exhortan a no excluir o las personas con tendencia homosexual. Sin embargo, el papa Francisco habla con claridad en la “vida consagrada y en la vida sacerdotal, ese tipo de afectos no tienen cabida” e insta a no dar escándalo con una doble vida y a mantener el celibato.
Y cuenta una historia para ilustrar su posición: “Tuve aquí a un obispo algo escandalizado que me contó que se había enterado de que en su diócesis, una diócesis muy grande, había varios sacerdotes homosexuales y que había tenido que afrontar todo eso, interviniendo, antes que nada, en la formación, para formar otro clero distinto. Es una realidad que no podemos negar. En la vida consagrada tampoco han faltado casos”.
“Un religioso me contaba que, de visita canónica a una de las provincias de su congregación, se había quedado sorprendido. Él veía que había buenos chicos estudiantes y que incluso algunos religiosos ya profesos eran gays”.
“Él mismo – continuó – dudaba de la cuestión y me preguntó si en ello había algo malo. ‘En definitiva -decía él- no es tan grave; es tan solo expresión de un afecto’. Esto es un error. No es solo expresión de un afecto. En la vida consagrada y en la vida sacerdotal, ese tipo de afectos no tienen cabida.
Por eso, la Iglesia recomienda que las personas con esa tendencia arraigada no sean aceptadas al ministerio ni a la vida consagrada. El ministerio o la vida consagrada no es su lugar.
A los curas, religiosos y religiosas homosexuales, hay que urgirles a vivir íntegramente el celibato y, sobre todo, que sean exquisitamente responsables, procurando no escandalizar nunca ni a sus comunidades ni al santo pueblo fiel de Dios viviendo una doble vida. Es mejor que dejen el ministerio o su vida consagrada antes que vivir una doble vida”, expresó.
Valga la analogía con estas reflexiones, Francisco sigue la línea del apóstol San Pablo que disipó las dudas de los Corintios sumidos en un mundo pagano, se referían a temas que son aún hoy de actualidad o que se discuten entre nosotros: el celibato y el matrimonio y el libertinaje sexual. “Huyan de las relaciones sexuales prohibidas” ( 1 Co. 6, 8-9).
En este sentido, el Obispo de Roma insiste en la formación de los candidatos: “La cuestión de la homosexualidad es una cuestión muy seria que hay que discernir adecuadamente desde el comienzo con los candidatos, si es el caso. Hemos de ser exigentes. En nuestras sociedades parece incluso que la homosexualidad está de moda y esa mentalidad, de alguna manera, también influye en la vida de la Iglesia”.
En este contexto, cabe recordar que los grupos conservadores católicos de derecha han explotado el tema de los escándalos de los abusos sexuales en la Iglesia contra menores y adultos vulnerables haciendo una fácil asociación entre homosexualidad igual abusador, y acusando sin pruebas al papa Francisco de favorecer a personas con esta tendencia en el clero.
Una vez más, el papa Francisco demuestra que desea con coherencia mantener la esencia del sacerdocio y la vida religiosa (celibato, pobreza y castidad), al mismo tiempo que no rechaza a las personas homosexuales por su condición, pero esto no significa mezclar la vocación, que no la da la Iglesia sino Dios, con la formación en los seminarios o monasterios, confundida a ‘moda’ gay friendly y libertinaje sexual, que escandaliza a los más pequeños y aleja a otros que posiblemente tengan una vocación auténtica.