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“No es un movimiento apostólico de laicos como muchos otros, sino un ministerio parroquial impulsado por los laicos, que ha atraído mucha gente y renovado la vida de fieles y comunidades”.
En estos términos define monseñor Pedro Salamanca, vicario de Evangelización y obispo auxiliar de Bogotá, el gran auge que tienen en Colombia, especialmente en la capital, estos retiros espirituales.
Se trata de un encuentro voluntario en el que grupos de hombres y mujeres “tienen un encuentro muy personal con Dios, fundamentado en el sentido del Evangelio de san Lucas (24, 13-35)”, el emocionante pasaje en el que Jesús recién resucitado camina hacia la aldea de Emaús junto a dos discípulos que no lo reconocen.
Según Cristina Soto, quien hace más de ocho años participó en este retiro, “no es una moda ni nada parecido, sino un encuentro de un Jesús que va junto a nosotros y al que no vemos, no reconocemos o ignoramos”.
Wilson Saldarriaga, otro participante, explica que Emaús “es una ocasión para que Jesús sea conocido por aquellos que poco o nada saben de Él, pero también por quienes están en su búsqueda, no lo aman, están disgustados con Él o se encuentran atrapados por los atractivos del mundo”.
¿Y cómo son los retiros? La metodología es idéntica en todas las parroquias que con meses de anticipación invitan a hombres y mujeres —por separado— a recogerse durante tres días, en un lugar silencioso, adecuado para reflexionar, orar y “estar dispuestos a quedar en las manos de Dios”.
Es tan creciente el interés que en muchas ocasiones los interesados deben quedar en listas de espera hasta que haya cupos disponibles.
Durante las jornadas —acompañados por laicos con experiencia, también llamados servidores, y bajo la dirección espiritual de un párroco— se comparten experiencias y testimonios, todos orientados hacia el crecimiento espiritual de los ‘caminantes’, como coloquialmente se denomina a los participantes.
Las conferencias y sesiones testimoniales son complementadas con lecturas bíblicas, oraciones, confesiones, eucaristías y adoraciones al Santísimo Sacramento.
En todos los casos, una regla de oro rige los retiros: “Lo que se diga y se oiga en Emaús, en Emaús se queda”, de manera que cada uno de los ‘caminantes’ que participe posteriormente descubra por sí mismo “todo lo que el Señor tiene para ofrecerle en esta experiencia que puede ser punto de partida o consolidación de una gran vida espiritual”.
Un sacerdote que promueve los retiros dijo a Aleteia que en varios de ellos conoció los casos de personas que a punto de suicidarse recuperaron su deseo de vivir. También se enteró de la situación de parejas que al borde de la separación reconocieron sus errores y sanaron heridas para empezar un camino de renovación interior y familiar.
Otros casos que recuerda se refieren a personas que volvieron a la Iglesia después de un largo resentimiento con Dios o de hombres y mujeres que en la madurez de sus vidas pidieron ser bautizadas o confesadas por primera vez.
Testimonios como el de Samia Estefenn Uribe, de la parroquia Nuestra Señora del Buen Consejo, en Bogotá, no dejan duda del cambio sustancial en su vida gracias a Emaús, un caminar espiritual que considera un gran regalo de Dios: “Ha sido la mejor herramienta para saber que ya no hay nada que yo no pueda cargar. Ya no tengo miedo a nada, dejé de huir, saqué la rabia y el dolor de mi corazón”.
El propósito de los Retiros de Emaús, fundados por la estadounidense Myrna Gallaher hacia 1978 en Miami, es “acercar las almas a Jesús e impulsar una renovación espiritual que transforme las vidas de personas, familias y parroquias”.
Como directora de Educación Religiosa de la parroquia de Saint Louis, ella le pidió al obispo de su diócesis autorizar un retiro espiritual diferente a los tradicionales, “organizado por laicos para laicos”.
La idea inicial, que se conserva después de cuatro décadas, es “reflexionar, orar y experimentar alrededor del mensaje de Lucas y ver que Jesucristo resucitado camina al lado de los hombres”.
El proyecto de Myrna creció rápidamente en comunidades católicas de Estados Unidos y se propagó a España, México y Colombia. En Argentina, el cardenal Jorge Mario Bergolio, hoy papa Francisco, la impulsó con decisión cuando era arzobispo de Buenos Aires.
En todos los países, fieles a los postulados iniciales, Emaús es entendido como un apostolado parroquial desarrollado por laicos que tienen como marco de referencia el espíritu de la nueva evangelización promovido por la Iglesia.
Hace más de diez años cuatro parroquias de Bogotá organizaron los primeros retiros siguiendo las orientaciones de parroquias de Miami.
“Un laico llamado Mario Reina, que hizo el retiro allá, me propuso traerlos a Bogotá, pero primero fui a Costa Rica a participar de un Retiro de Emaús para sacerdotes para conocerlo mejor y vivir esa experiencia. En ese entonces, otro sacerdote tuvo la misma iniciativa en Bogotá y, por tanto, fueron realmente dos los inicios”, recuerda con alegría monseñor Salamanca.
Según el prelado, “entre los obispos cada vez es más notorio que Emaús es un hecho eclesial de gran importancia y de seguimiento cercano y fraterno de la Iglesia para que se mantenga dentro de los cauces originales y sea fiel al carisma que lo suscitó”.
Estos retiros —recalca— tienen una finalidad precisa: “que la gente alejada se acerque y que los tibios comiencen a participar activamente en la vida parroquial y la enriquezcan”.
En 2018, solo en Bogotá, se efectuaron más de 200 retiros en cerca de 80 parroquias. El éxito es tan notorio que en grandes y pequeñas ciudades se organizan Emaús para sacerdotes, hombres, mujeres, parejas de esposos y jóvenes de ambos sexos.
También los hay en las penitenciarías hasta donde se desplazan grupos de ‘caminantes’ que adaptaron los retiros para ayudar a personas urgidas de un caminar junto a Jesús.