Del Escapulario a la Medalla Milagrosa, pasando por el Rosario, el agua bendita, la Medalla de san Benito, el Crucifijo, la sal bendita…El uso de sacramentales es una de las prácticas religiosas menos comprendidas de manera adecuada por los católicos.
Aunque forman parte de la vida de la Iglesia desde el principio del cristianismo, los sacramentales son vistos por mucha gente, de forma equivocada, como una especie de “superstición”.
Sucede que, de hecho, una gran cantidad de católicos, a lo largo de los siglos, ha usado los sacramentales de manera supersticiosa por falta de comprensión de su verdadero sentido: en lugar de instrumentos de la gracia de Dios, son tratados como objetos “mágicos”, cosa que no son.
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Los sacramentales sirven para enriquecer nuestra vida espiritual, no para perjudicarla. Fueron instituidos por la Iglesia para incentivar en nosotros una relación cada vez más profunda con Cristo y para ayudarnos a enfocarnos en la santificación de cada parte de nuestra vida, incluso en las más sencillas y cotidianas.
Los sacramentales son extensiones de los siete sacramentos y nos ayudan a ver y acoger la gracia de Dios en nuestro día a día.
Un lugar donde los sacramentales son especialmente poderosos es el hogar: si los usamos con espíritu de fe, los sacramentales pueden alejarnos de peligros espirituales e inspirarnos a vivir una vida santa, dedicada a Dios en la práctica de cada día.
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Pero no solo en casa podemos usarlos: también es recomendable tener sacramentales con nosotros en nuestro coche o en lugar de trabajo.
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