Desde su nacimiento la palabra de Dios ha llegado hasta los confines del continente y su figura es más grande que la de la legendaria familia mapuche
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Por vez 49 se realizó la peregrinación al santuario de Ceferino Namuncurá en Chimpay, paraje patagónico cuna del beato mapuche. Se trata de una tradicional fiesta que congregó a miles que arribaron a caballo, en bicicleta o en vehículos desde largas distancias y que celebraron ayer, como es habitual con el indiecito salesiano, su natalicio.
El epicentro fue el Parque Santuario donde se celebró la misa de cierre, pero durante todo el fin de semana, Chimpay hubo actividades al aire libre, en el cerro de la Cruz del V Centenario y en el Polideportivo. Se trata del pueblo en el que nació Ceferino, en 1886, en el que descubrió la fe, y en el que fue beatificado en 2007.
Aquella vez fue la primera que un pueblo de estas características acogió una celebración de ese tipo, como aclaró en aquella ocasión el enviado del papa Benedicto XVI para presidir la celebración cardenal Tarciso Bertone. Fue gracias a la negativa del cardenal Jorge Bergoglio de acoger la celebración en Buenos Aires, para que se haga en este paraje de 5000 habitantes.
El santuario, ubicado a un kilómetro de la ruta, distancia que alcanza para atravesar el pueblo, es frecuentado todo el año, por lo que poco a poco, y así lo están entendiendo las autoridades provinciales, se ha convertido en atractivo de turismo religioso para la zona. Pero estos días recibe peregrinos de a miles, que para esta peregrinación de 2019, además de rezar por sus intenciones particulares lo hicieron por la Patria, en el medio del proceso electoral, como invitaron los obispos patagónicos.
El lema de la peregrinación de este año, “Bautizados y enviados: servidores de nuestra gente”, basado en el anhelo del joven Ceferino, que decía “quiero ser útil a mi gente”, resulta particularmente especial en ese contexto.
“Les pedimos que cada uno aporte lo mejor de lo suyo, porque en cada lugar hacemos la Patria. No sólo los que gobiernan, los que son autoridad, sino todos somos importantes desde el lugar donde nos encontramos”, expresó el obispo de San Carlos de Bariloche, monseñor Juan José Chaparro, quien pidió especialmente la intercesión del beato Ceferino: “Estos momentos difíciles también afecta a la convivencia, porque falta trabajo, faltan recursos, lo que termina repercutiendo en la paz familiar, y se viene a menos la valoración propia, y con Ceferino queremos que se valorice el espíritu y la fe de todos”.
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Ceferino Namuncurá nació en Chimpay el 26 de agosto de 1886, hijo del cacique Manuel Namuncurá. Educado con la familia salesiana, viajó a Buenos Aires donde incluso compartió aula con Carlos Gardel. Estudiaba para ser útil para su gente, le decía a su padre. En 1903, sintió su llamado a la vida sacerdotal en la familia salesiana, para enseñar a sus hermanos el camino al cielo como se lo habían enseñado a él. Muy querido y cuidado por el impulsor de la obra de Don Bosco en la Patagonia Juan Cagliero, fue llevado a Italia a completar su formación y ser mejor tratado de la tuberculosis que padecía. Allí el joven Namuncurá conoció al Papa Pío X, que hasta se encariñó con él. Falleció el 11 de mayo de 1905 en la ciudad eterna.
Tradicionalmente se ha llamado al beato Ceferino el “Lirio de las Pampas”, por ser también heredero de aquel llamado Señor de las Pampas. De un tiempo acá, son muchos, particularmente en las tierras del sur, los que lo identifican como el Lirio de la Patagonia.
Desde su nacimiento, y gracias particularmente a la inmensa obra misionera de los salesianos, la palabra de Dios ha llegado hasta los confines del continente, y su figura es más grande que la de la legendaria familia mapuche. Incluso ha llegado más lejos que la Patagonia misma…Para consensuar las posturas, quizá valga ya decir: el “Lirio” argentino.
Oración al beato Ceferino, hijo de Dios y hermano de todos
Señor Jesús te damos gracias
por haber llamado a la vida y a la fe
al hermano Ceferino,
hijo de los pueblos originarios de América del Sur.
Él, alimentándose con el Pan de Vida,
supo responderte, con un corazón entero,
viviendo siempre como discípulo
y misionero del Reino.
Él quiso ser útil a su gente,
abrazando tu Evangelio y tomando cada día su cruz
para seguirte en los humildes hechos de la vida cotidiana.
Te pedimos por su intercesión que te acuerdes
de los que todavía peregrinamos en este mundo
(pedimos en silencio las intenciones que cada uno trae en el corazón)
Que también nosotros aprendamos de él:
su amor decidido a la familia y a la tierra,
la entrega generosa y alegre a todos los hermanos,
su espíritu de reconciliación y comunión.
Para que un día celebremos junto a él y todos los santos
la Pascua eterna del cielo.
Amén.
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