La famosa empresaria de moda e “influencer” enamoró al jurado y a la audiencia por su personalidad y valores
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Tamara Falcó comenzó su participación en Masterchef Celebrity con mal pronóstico: era pija, hija de Isabel Preysler, hablaba seseando y nunca había encendido los fogones de su casa donde, por cierto, hay cocinera.
Pero Tamara comenzó a entrar en la mecánica del concurso y así fue cómo se impuso al resto de participantes:
Sinceridad apabullante
Desde el principio, mostró sus cartas. Anoche Jordi Cruz, el chef jurado con 5 estrellas Michelin, la elogió por su nobleza: “Eres sincera y nunca se va a escuchar una mentira de tu boca”. Bromas aparte sobre los tejos que le ha echado y que daban mordiente al programa, ayer se puso serio y le dijo: “Tienes unos valores que no son muy frecuentes y que en los momentos actuales hacen mucha falta”. Olé por ella.
Una sonrisa siempre
Aguantó el chaparrón de bromitas y frases con doble sentido sobre su vida de rica, su familia de famosos (de Julio Iglesias, a quien llama “Tío Julio”) y su práctica religiosa. Y lo hizo sin doblez, sin imponer, sin guardar rencor, contestando a cada impertinencia con educación y con una sonrisa. Nos hemos enterado así de cuándo va a misa y qué reza, y que desde que se convirtió es bastante exigente con el asunto de los novios (incluido el tonteo televisivo con Jordi Cruz). Por encima de todo eso, hemos visto que ser católico tiene tantas maneras de serlo como personas hay en el mundo: y que la forma de ser de Tamara es única.
Amiga de todos
Se hizo amiga de los concursantes más variopintos. Anoche Isabel Preysler preguntaba quiénes eran Los Chunguitos, ese dúo de cantantes españoles que alegrarían cualquier velada. En el tiempo que estuvieron en el concurso estos hermanos, se hicieron amigos y los invitó a ir un día a su casa. Con el diseñador de moda Juan Avellaneda, tres cuartos de lo mismo.
Consiguió que Isabel Preysler mostrara su faceta de madre
Logró que su madre pisara el plató de “Masterchef Celebrity” para apoyarla en el programa final. Para Isabel Preysler eso debía de ser demostración de amor total, porque llevaba años sin aparecer en TVE y reservándose para la publicidad de Porcelanosa, Ferrero Rocher o los reportajes exclusivos (y cobrados) de “¡Hola!”. Ahí que estuvo, en “Masterchef”, y se llevó a su actual pareja, el Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, que seguramente habría estado más cómodo a esas horas en la butaca del salón de su casa.
El rosario, arma poderosa
Supo controlar los nervios, estar concentrada y no perder la calma en el reto final. Cuando otra chef del jurado, Samantha Vallejo-Nájera, le preguntó cómo había logrado esa ecuanimidad en un momento de tanta presión, Tamara Falcó respondió cuál era su secreto: “el rosario”. Rezarlo antes de situarse ante las cámaras fue su método de relajación, y se vio que le funciona.
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Aprendió y llegó a la estrella Michelin
Mantuvo una actitud humilde desde el primer minuto. Reconoció que no sabía nada de cocina, pero que estaba dispuesta a aprender. Los resultados están a la vista: ayer, el chef Pepe Rodríguez dijo al probar su plato que era “un tres estrellas Michelin”.
Todo lo bueno de su familia
Se inspiró en su familia para crear sus tres últimas elaboraciones en los fogones de Masterchef. Sacó de ella solo lo positivo. Habló de su abuela, que para ella es la persona más ejemplar, de su madre y las flores que planta en el jardín de su casa, de su padre y la caza, de sus hermanos alocados…
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Regaló su premio a los más desfavorecidos
Donó su premio de 75.000 euros, a la oenegé Mensajeros por la Paz, que dirige el padre Ángel y ayuda a personas que sufren la “cultura del descarte”: ancianos, niños, mujeres… aquí y en los países menos desarrollados.