El Pontífice recordó lo que está escrito en la Biblia
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“La vejez es un tiempo de gracia, en el cual el Señor nos renueva su llamado: nos llama a preservar y transmitir la fe, nos llama a orar, especialmente a interceder”, expresó el papa Francisco que sostuvo que la ‘vejez’ es un “don”, una estación en la vida para el “diálogo” y la gratuidad.
Lo dijo al recibir a la Asociación Nacional de Trabajadores de la Tercera Edad en Italia, con motivo del 70 aniversario de su fundación. “Los jóvenes son la fuerza del viaje de un pueblo y los ancianos revitalizan esta fuerza con memoria y sabiduría”.
Estar cerca de los necesitados
“Los ancianos, los abuelos tienen una capacidad única y especial para comprender las situaciones más problemáticas. Y cuando rezan por estas situaciones, su oración es fuerte, ¡es poderosa!
A los abuelos, que han recibido la bendición de ver a los hijos de sus hijos (ver Salmo 128: 6), se les confía una gran tarea: transmitir la experiencia de la vida, la historia de una familia, una comunidad, un pueblo”.
También con motivo de la fiesta de la Navidad, el Sucesor de Pedro aseguró que se necesita “la sabiduría y la experiencia de las personas mayores para construir un mundo que sea más respetuoso de los derechos de todos”.
El afán, las carreras del mundo cotidiano, el interés en las relaciones (tú me das y yo te doy), están en el lado opuesto, del regalo que son las personas mayores cuando son voluntarios, cuidan de sus nietos y familia, o donan su tiempo y experiencia sin pedir nada a cambio; solo ser valorados, respetados y queridos.
En este sentido, Francisco instó para que a nivel social, las personas mayores no deban considerarse “una carga”, sino sean valoradas como “un recurso y una riqueza”.
“¡Son el recuerdo de un pueblo! Esto se demuestra por su contribución a actividades voluntarias, preciosas oportunidades para experimentar la dimensión de la gratuidad”, sostuvo.
“Las personas mayores con buena salud pueden ofrecer unas pocas horas de su tiempo para cuidar a las personas necesitadas, enriqueciéndose así”, manifestó. “El voluntariado es una experiencia que es buena tanto para quienes lo reciben como para quienes lo hacen”, agregó.
De hecho, indicó que el compromiso a favor de los demás es capaz de contrarrestar la percepción de soledad, mejorar el rendimiento cognitivo y aumentar el bienestar mental.
Es decir, “participar en el voluntariado promueve lo que se llama ‘envejecimiento activo’, ayudando a mejorar la calidad de vida una vez que faltan dimensiones importantes de la identidad, como el papel de ser padres o el papel profesional con la jubilación”.
Los ancianos en el voluntario y en las asociaciones son síntoma de una comunidad solidaria. “Se trata de activar redes de solidaridad en el territorio que se refieren a los ancianos como protagonistas activos y no solo como sujetos de intervenciones de tipo asistencial”.
Portadores de nuevas demandas
El Papa, 82 años, afirma que “será importante que los ancianos sean considerados portadores no solo de necesidades, sino también de nuevas demandas, o como digo a menudo, haciendo eco de la Biblia, de los “sueños” (cf Gl 3: 1), que los ancianos son soñadores”.
Abuelos y abuelas que impulsan los sueños de las nuevas generaciones – sueños, sin embargo, “llenos de memoria, no vacíos, vanos, como los de ciertos anuncios; Los sueños de los ancianos están imbuidos de memoria y, por lo tanto, fundamentales para el viaje de los jóvenes, porque son las raíces”.
“De los ancianos viene la savia que hace crecer el árbol, lo hace florecer, da nuevos frutos”, expresó.
Así subrayó que la vejez es “como una temporada de diálogo”. “El futuro de un pueblo presupone necesariamente un diálogo y un encuentro entre los ancianos y los jóvenes para la construcción de una sociedad más justa, más bella, más solidaria y más cristiana”.
Francisco con sus palabras que consideran la vejez “como la temporada del regalo y la temporada del diálogo”, se contrastará “el estereotipo tradicional de los ancianos: enfermos, discapacitados, dependientes, aislados, asediados por los miedos, dejados de lado, con una identidad débil por la pérdida de un rol social”.
El Pontífice, exhortó, al mismo tiempo, a evitar “centrar la atención general principalmente en los costos y riesgos, brindando más evidencia sobre los recursos y el potencial de las personas mayores”.
Desafortunadamente, subrayó, muchas veces los jóvenes son descartados, porque no tienen trabajo, y los ancianos son descartados con el pretexto de mantener un sistema económico “equilibrado”, en el centro del cual no está la persona humana, sino el dinero.
“Y esto está mal. El futuro, y esto no es una exageración, estará en el diálogo entre jóvenes y viejos. Si los abuelos no hablan con los nietos, no habrá futuro. Todos estamos llamados a contrarrestar esta cultura venenosa de los desechos”.
“Estamos llamados a construir tenazmente una sociedad diferente, más acogedora, más humana, más inclusiva, que no necesite descartar a aquellos que son débiles en cuerpo y mente, de hecho, una sociedad que mide su propio “paso” sobre estas personas”.
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