Ninguna generación de educadores se ha enfrentado a un reto como el de educar en Internet.
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Internet es la herramienta más poderosa, adictiva y omnipresente que ha inventado el ser humano. Probablemente también la más útil.
Da risa cuando algunos, para restar importancia a la preocupación por los riesgos de Internet, lo comparan con la imprenta, la televisión o los videojuegos, y dicen: “tampoco se acabó el mundo…”. Están comparando el Titanic con una zodiac.
Ante este desafío descomunal, me permito ofrecer algunas sugerencias para educar mejor a nuestros hijos en ese entorno… y, de paso, educarnos también un poco a nosotros mismos, ya que quien más quien menos es todavía un “ineducado digital”.
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Reflexiona
A la hora de afrontar un reto tan importante, lo primero es pararse a pensar. Necesitamos soluciones inteligentes y personalizadas. Cada familia es distinta, cada hijo es diferente. Cada educador tiene sus propias prioridades y preocupaciones. Para educar en Internet no hay recetas comunes ni panaceas.
Si quieres educar bien no puedes ir como un pollo sin cabeza: tienes que pensar detenidamente y trazar estrategias personalizadas e inteligentes.
Sé positivo
Educar en negativo no funciona. Si queremos ilusionar a los niños con sacar su mejor versión y desarrollar todo su potencial, no lo haremos con caras largas y prohibiciones constantes.
Hay que enviar mensajes positivos. Por ejemplo, en vez de protestar de la distracción constante que Internet genera y de las malas notas de tus hijos, háblales de trabajar con intensidad, al 120%, y de un futuro profesional brillante.
En lugar de prohibirles hacer bullying, diles cuánto te gustaría tener hijos valientes que dieran un paso al frente para defender a los débiles.
Pon reglas
Un niño sin reglas es un maleducado, un mimado y, a la larga, un infeliz. Los niños necesitan reglas para aprender a controlar sus impulsos y la tecnología.
Piensa bien qué normas te parecen razonables, explícalas con cariño, y decídete a hacerlas cumplir. ¿Ejemplos? Durante las comidas no hay móviles; el móvil se apaga a las 23.00; entre semana no hay videojuegos…
Da ejemplo
Las reglas son para todos, también para ti. No eres un déspota ilustrado que pone reglas para los otros, pero se considera exento de cumplirlas.
Tus hijos han de ver que tú también estás enganchado y que te esfuerzas por mantener a raya tu consumo digital. Einstein decía que dar ejemplo no es la mejor forma de influir en los demás, sino la única.
Habla mucho más
A través de Internet, tus hijos entran en contacto muy temprano con todo tipo de ideas y actitudes sobre la familia, las relaciones personales, la amistad, la sexualidad, la religión, el trabajo.
Si quieres seguir siendo importante en su educación y transmitirles tus valores, tienes que esforzarte por explicarlos una y otra vez. Y no en plan “discursito”, sino al hilo de ver juntos una serie, los vídeos de un Youtuber, o el canal de Instagram de su famosa favorita.
No te puedes quedar al margen. Pregunta, hazte el tonto, interésate… y da tu opinión. La necesitan más que nunca, aunque se hagan los autosuficientes.
Busca alternativas y compártelas en familia
Para luchar contra la adicción a Internet, nada mejor que una buena afición: cocinar, montar en bici, ir al monte, hacer pilates, pescar…
Si consigues hacer a tu hijo un poco “friki” de algo, le abrirás la puerta a un mundo genial de crecimiento personal, de interés, de relaciones con gente distinta. Lo ideal sería compartir con ellos dicha afición.
Dentro de cuarenta años tus hijos no se recordarán con cariño los ratos de videconsola, sino los ratos compartidos con mamá y papá o los hermanos, yendo al fútbol, saliendo en bici o jugando al Catán.
Paciencia
Para educar bien no hay atajos ni fórmulas mágicas. No se aprende inglés en una semana. No se domina la tecnología en un plisplás. Así que entierra la ingenuidad y decídete a ayudar a tus hijos de forma sostenida, aunque cueste. Todo lo que vale cuesta. Además, la alegría no está en la meta, sino en el camino recorrido juntos.
Disidencia
El día en que tu hijo proteste diciendo “somos los únicos que…”, tómate una copa de champán para celebrarlo. Me explico.
Si pretendes que tu hijo haga lo que hacen todos y piense lo que piensan todos, no te auguro un futuro sosegado.
Hay que aspirar a la excelencia, al sobresaliente. Y eso, muchas veces, implica saber resistir las modas y hacerse disidente. No somos raros, pero nos gusta ser especiales, únicos. Tenemos que fomentar el orgullo de la disidencia.
Buen humor
Con una sonrisa todo es más fácil. En lugar de tomarnos la educación en Internet a la tremenda, y pasarnos el día resoplando y asfixiados, decidámonos a pasarlo genial educando. Disfrutando de los éxitos, y sonriendo ante los fracasos.
Cariño
Esta décima actitud es la más importante, la que no puede faltar. El ingrediente mágico de la receta. No queremos educar bien por perfeccionismo, ni para evitar problemas, sino porque queremos de verdad a nuestros hijos.
Y por eso vamos a triunfar seguro. Porque el cariño puede con todo, también con la herramienta más poderosa, omnipresente y adictiva que han inventado los seres humanos hasta ahora.
(Publicado previamente en el Diario Las Provincias)