Un espacio del hogar o de la oficina decorado con una imagen de la Virgen te cambia el día.
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Una mirada a la Virgen ayuda a resituar las cosas. ¿Por qué no dedicarle un espacio de tu casa con un icono, una imagen de madera o piedra, una pintura o un vinilo? O tal vez esa pieza vintage que encontraste en un anticuario o un chamarilero.
La decoración de nuestra casa transmite quiénes somos. Cuando ponemos los muebles y pintamos o decidimos la disposición del salón, hacemos una expansión de nuestra propia personalidad: escogemos colores vivos o suaves, le damos un toque romántico o funcional a un espacio determinado, colocamos imágenes de nuestros seres queridos…
Una muestra de cariño a la Virgen
Es lógico que la Virgen esté también allí:
“Nunca tengas miedo de amar demasiado a la Virgen. Jamás podrás amarla más que Jesús”. Lo dijo san Maximiliano Kolbe.
Tener un rincón de oración nos permite crear una atmósfera que nos ayude a rezar. Unas veces será con un buen sillón y algunos libros de lectura espiritual, para abrir el Evangelio o nutrirnos con autores como San Agustín o san Alfonso María de Ligorio, autor de uno de los clásicos sobre la Virgen, “Las glorias de María”.
Otras veces, buscaremos que aquella ventana que da a un jardín y deja entrar luz natural nos ayude a hacer oración mental y examen interior.
La Virgen es Madre de Dios y madre nuestra. Nos lleva a Jesús, nos tiende su mano. Y como nos valemos de signos materiales -a veces muy sencillos- para acercarnos al cielo, una imagen de Nuestra Señora en casa nos facilita ese “elevar la mirada interior”.
Tener presente a la Virgen en casa ayudará a vivir en la presencia de Dios, a mantener la “wifi” espiritual conectada.
Dice San Josemaría, a propósito de la Virgen:
¡Madre mía! Las madres de la tierra miran con mayor predilección al hijo más débil, al más enfermo, al más corto, al pobre lisiado…
—¡Señora!, yo sé que tú eres más Madre que todas las madres juntas… —Y, como yo soy tu hijo… Y, como yo soy débil, y enfermo… y lisiado… y feo…
El rincón de María puede estar en la pieza principal de la casa, en la que todos pasáis tiempo, como por ejemplo el salón. O puedes situarlo en una habitación más íntima, como el dormitorio o el cenador. Y, por qué no, también añade belleza una imagen en la terraza, en la cocina o en el recibidor.
Con los más pequeños
Tener un rincón de oración en casa, y que este rincón sea “el rincón de la Virgen” es además, un modo muy sencillo de enseñar a los hijos a amarla. Podemos rezar con ellos ahí, recomendarles que acudan a Ella cuando tienen una preocupación o un enfado… y vivir, cómo no, el mes de mayo, que es el mes de María.
Además de la imagen de la Virgen, la decoración de ese espacio se puede completar de mil modos: con unas velas, objetos religiosos personales, unas flores secas o naturales… El conjunto dará más importancia a ese punto de nuestro hogar y a la vez lo hará más personalizado.
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