“Dejar” implica respeto a pesar de las dificultades que puedas encontrar al relacionarte con tus suegros. Implica comprender que cuanto más luches por distanciar a tu pareja de sus padres peor será para ustedes¿Qué les parece que en esta serie de artículos para parejas felices saquemos el tema de los suegros?
La relación con la familia política supone a más de uno auténticos quebraderos de cabeza. A excepción de unos pocos afortunados, todos se topan tarde o temprano con algún tema espinoso:
- “¿Navidad con tu familia o la mía, o nos alternamos?”.
- “¿Aceptamos el departamento que nos ofrecieron mis papás debajo del suyo?” “No seríamos libres.” “Pero rechazarlo sería una ofensa.”
- “¿Es necesario que llames a tu mamá todos los días? ¿Incluso en vacaciones?”.
- “¿Por qué te encuentras todos los días con tu papá con el que ya trabajas en la empresa de la familia, en lugar de estar con tu hijo?”.
Cuando llegan los hijos el tema se enciende aún más:
- “Mi mamá está dispuesta a cuidarlo”. “Sí, pero se debe adaptar a lo que decimos nosotros”. “Pero a ver, sabes que es un poco susceptible”. “Sí, pero yo decido qué comen mis hijos”. “Ok, díselo, pero luego ustedes las mujeres se pelean”. “De hecho, no se lo voy a decir yo.Díselo tú que eres su hijo”.
Sudores fríos, ansiedad, conflictos de lealtad, equilibrismos, histerias silenciosas. A veces se pierde la paciencia, a veces se explota, luego se deja de hablar, se vuelven momentos tensos para restablecer las relaciones. ¡Qué difícil la vida cuando se mezclan distintas generaciones!
Tratamos este tema en un manual para “crisis de pareja” porque la pareja está en la encrucijada de tensiones entre los linajes y las generaciones.
Hagamos un pequeño esquema:
Imagínense geométricamente a una pareja. Imagínenlos en dos círculos cercanos con una raya horizontal roja que los une que representaría su relación. De esa línea hablaremos en este artículo. Ahí está el amor, el conflicto, el proyecto, todo lo que tiene que ver con lo que sucede entre la pareja, lo visible y lo invisible.
Ahora imagínense que de cada uno de estos dos círculos suben en vertical dos líneas azules que se conectan con cada uno de los padres de la pareja.
También los padres están unidos entre sí por una línea horizontal. ¿Están vivos? ¿Están juntos o separados? ¿Se quieren? ¿Se odian? ¿Han estado juntos solo por el hijo? ¿Hay otros hijos? Cada una de estas preguntas dará un significado a la línea vertical. Si tienen un poco de imaginación visual verán que se crea una especie de árbol, donde las líneas horizontales representan los vínculos afectivos, y las verticales los vínculos parentales.
De cada relación, si hay más hijos, descenderán más líneas y se crearán más círculos, que son los hermanos y las hermanas de la pareja.
Ahora – de la primera línea roja – hagan descender una línea verde o muchas líneas según los hijos que tengan. Y al final de cada línea un círculo. Son los hijos de la pareja. Intenten dibujarla a mano, verán que es más fácil de lo que parece.
Lo que vuelve todo aún más complejo es que este dibujo no está parado, estático, sino que se mueve en el tiempo. Es decir, esos dos círculos que son ustedes dos no están impresos en una hoja, sino que se mueven a la velocidad de la luz con todo este sistema. ¿Entienden por qué la familia es un asunto tan complejo? ¡Complejo y fascinante!
Pero volvamos a nuestra pareja. La pareja se encuentra en medio. Cada uno de los dos desciende de una familia a la cual está íntimamente vinculado. Este vínculo no se puede cortar, ni queriéndolo, es un vínculo de sangre, biológico, pero también de experiencias, de mitos, de maneras de entender la vida. Todas estas cosas nos hacen sentir muy enganchados a nuestros papás. Hay quien piensa que poniendo algunos kilómetros entre él y la familia, o enojándose, esta relación se debilitará, pero se equivoca. El vínculo es fuerte, primario, y es necesario aceptarlo.
La pareja crea un nuevo vínculo, pero este vínculo de alguna forma viene después, por eso no conviene nunca poner a competir estos dos planos, porque si se intentan arrancar los hilos de este dibujo, quien esté en medio sufrirá mucho.
Es necesario ordenar las cosas, y para ordenarlas es necesario tener mucha paciencia.
Cada uno tiene una idea sobre su familia, y la familia tiene una idea y también expectativas sobre él.
Cuando emprenden la vida en pareja, se hacen una idea sobre la familia del otro, de la otra. Y también su familia (sus miembros) se hacen una idea sobre ustedes y se crean expectativas. Estas ideas y expectativas recíprocas crean una tensión.
Por ejemplo, cuando tienen un hijo, para ustedes es un hijo, pero para ambas familias es un nieto/sobrino. Me vienen escalofríos de pensar en este gran milagro que ustedes, a través de su relación, han mezclado dos estirpes que no tenían nada que ver entre sí.
Pueden ser muy diferentes y mirarse con desconfianza, y ustedes los han unido. Si no captan la grandeza de esto, les costará entender por qué hay tantas tensiones, tantas incomprensiones, tanto peso, a pesar de tener muchas ganas, repercutirá en la pareja.
¿Cómo comportarse con los padres ?
Primero, unas indicaciones profundas que encontramos en la Biblia. No soy un teólogo y, por lo tanto, puede ser que no entienda completamente su significado; pero soy un experto en parejas y esto me empuja a usarla porque la encuentro muy útil para establecer correctamente la relación con las familias de origen.
El hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.
Lo encontramos al principio de la Biblia, en Génesis 2,24, aunque – gracias a las nuevas tecnologías – he descubierto que se repite en Marcos 10,7, en Efesios 5,31. Bueno es saberlo.
Esto significa que – cuando un hombre y una mujer, se casan – de alguna forma debe “dejar” a su padre y a su madre. No deja de ser hijo o hija, pero se vuelven sobre todo marido y mujer. Aquí la delicadeza está en los detalles y en el equilibrio.
Cada posición extrema es temeraria.
Como ya ha quedado claro que es absolutamente disfuncional estar más vinculados a los papás que al cónyuge y es también sabio no cortar con violencia el vínculo. “Dejar” es un verbo dulce, y se “deja” solamente con amor, con respeto, con gratitud.
Cada tirón crea una herida, y la herida consolidará más profundamente el vínculo. Traten de pensar en esas situaciones en las que, tras una discusión, se van azotando la puerta, y no se hablan entre sí. Pueden pensar que están desapegados, pero en realidad están atados, tan atados que, por ejemplo, cuando no están en paz con una persona, siguen pensando y comportándose haciendo referencia directa o indirectamente al otro … si esto no es un vínculo … es un vínculo muy fuerte, una prisión. Este vínculo de sufrimiento daña a la pareja.
Honra a tu padre y a tu madre.
Lo encontramos en el Deuteronomio 5,16, mejor conocido como el “cuarto mandamiento”. Aquí está la respuesta, o más bien la finalización de lo que estábamos hablando anteriormente.
Los padres deben ser tratados con “honor”, una palabra obsoleta pero muy sugerente. No se habla, de hecho, de “respetar” o “querer” (demasiado soso) ni siquiera de “dar la razón” (no tiene nada que ver). Se trata de “honrar”, algo que tiene más que ver con un sentido de profunda gratitud.
Gracias a esta gratitud me podré sentir suficientemente hombre, suficientemente mujer, suficientemente “perteneciente” para encontrar la fuerza para tejer una nueva relación con mi marido, con mi esposa. ¿Cómo le hago para relacionarme si me siento interiormente huérfano? ¿Lejano? ¿Enojado?
Con amor, por lo tanto, honro y dejo a mis padres y me uno a ti.
Ya que han pasado algunos milenios, y veo muchas situaciones familiares, me permito darles algunos consejos mucho más superficiales pero al mismo tiempo útiles para la vida cotidiana. Sobre estos pueden estar más o menos de acuerdo, y pueden adaptarlos a su estilo personal.
No cambien a los suegros, cambien ustedes
Las fiestas son sagradas, no sean infantiles
Es hermoso cuando las familias se encuentran felices, y espero que ustedes siempre lo sean. Si, en cambio, hay malhumor, mi consejo es que lo “suspendan” en algunos momentos “obligados”.
La comida de Navidad, los cumpleaños, los sacramentos: creo que es muy inmaduro no participar. No se trata de ser falsos ni de sufrir, yo lo veo así: hay momentos que están “por encima” de nuestras pequeñas y grandes disputas.
Me parece correcto ser maduros y enfrentar estos momentos con dignidad y respeto hacia todos, quienes nos caen bien y con quienes nos cuesta más trabajo.
No es necesario hacer caras raras o mandar mensajes no verbales: claro que con quien me cae bien me encontraré el próximo domingo, y en relación con los demás un saludo y un buen deseo nunca han perjudicado a nadie.
Nunca ponerse contra la mamá
Esto va (sobre todo) para las esposas. Puede ser que tu esposo te quiera sinceramente, pero que su madre ejerza tal poder sobre él que simplemente no puede contradecirla. No hay necesidad de explicarte cuánto pudo haber contado el hecho de que ella lo llevó en su vientre durante nueve meses, y lo acunó y crió.
Ahora, no sirve ponerlo a prueba con inútiles e hirientes frases como: “O ella o yo”. Sé inteligente, y pide a tu marido que sea listo.
A la mamá no se le deja descaradamente (de lo contrario te quedarás atrapado en sus brazos). Con la mamá se está de acuerdo, se sigue siendo (moderadamente) hijos, y se huye a otro lugar a vivir la propia aventura de amor, todos los días.
Nos lo enseña la historia a través de la mitología: Eros, para huir de la mirada de su mamá Venus, esconde su amor con Psique en un lugar secreto. Las madres sufren, acéptenlo y no las pongan a prueba inútilmente.
Hemos pensado largamente sobre nuestras raíces, sin las cuales simplemente no existiríamos nosotros, y ni siquiera nuestro amor.
Por Marco Scarmagnani