Santa Juana de Arco, conocida como la "Santa doncella" es probablemente uno de los nombres propios más representativos de la Edad Media.
Su figura ha inspirado novelas, películas y ha sido todo un símbolo incluso para las feministas.
Su valor al frente del ejército durante la última fase de la Guerra de los Cien Años la convirtieron en un referente de coraje y valentía.
No en vano, la medievalista francesa Régine Pernoud dijo de ella que era "la mujer más conocida del mundo".
Juana era una joven piadosa que había nacido en un pequeño pueblo de la región francesa de Lorena, llamado Domremy, probablemente el 6 de enero de 1412.
La suya era una vida como la de cualquier niña de la Francia rural, ayudando en un hogar en el que vivía con sus padres y sus cuatro hermanos.
Juana explicó tiempo después que la piedad que la llevó a su gran destino la había aprendido de su madre.
Visiones y una misión
Cuando alcanzó los catorce años, empezó a tener visiones de santas como Catalina de Alejandría o Margarita de Antioquía así como también del Arcángel San Gabriel.
Por aquel entonces, Francia se encontraba inmersa en una de las guerras más terribles de la Edad Media, la Guerra de los Cien Años.
Y Juana creyó recibir de ellos una clara misión: guiar a la victoria con la ayuda de Dios al ejército de Francia.
Los soldados franceses resistían con grandes dificultades en uno de los últimos enclaves que no había sucumbido a las tropas inglesas, Orleans.
Juana supo entonces que era en aquella localidad situada en el corazón de Francia donde respondería a la llamada divina.
Antes de llegar a Orleans, Juana consiguió presentarse ante el Delfín Carlos en el castillo de Chinon.
Fascinante Juana de Arco
La entrevista, que tuvo lugar en 1429, fue su primera prueba ante el mundo. Receloso de aquella joven, el futuro Carlos VII se escondió entre los miembros de la corte y en su lugar puso a un joven del castillo.
Juana no se dejó engatusar por aquella artimaña y consiguió reconocer al delfín entre la multitud, que quedó sorprendida.
Superada aquella primera prueba, Juana consiguió convencer a Carlos de su misión divina y puso rumbo a Orleans.
De todos es conocida la gesta de Juana en el sitio de Orleans a favor del ejército de Francia que llevó a la derrota inglesa y a la coronación de un nuevo rey.
Francia cantó las alabanzas de aquella joven campesina que había elevado el ánimo a un pueblo que se creía ya derrotado.
En Poissy, la que sería considerada como una de las primeras feministas de la historia, Cristina de Pizán, volvió a coger la pluma tras años de estéril creatividad para dedicar su última obra a la Doncella de Orleans cuya gesta había traspasado los muros del convento en el que se había recluido:
Tú, Juana, en buena hora nacida
¡Bendito sea Aquel que te creó!
Doncella de Dios ordenada
En quien el Espíritu Santo derramó
su gran gracia y que tuvo y tiene
la generosidad de un elevado don.
Traicionada por su rey
Ese mismo año de 1429 el delfín era ungido soberano en la catedral de Reims. Desde entonces, Carlos VII, se distanció de la Doncella.
Ella pretendía continuar luchando contra el enemigo según los designios que recibía de los enviados de Dios.
Pero al rey, que ya había conseguido lo que quería, no le importó iniciar una serie de pactos aun a expensas de perder territorios.
Juana siguió batallando hasta que fue capturada por los ingleses. Carlos no hizo nada por salvarla.
A la hoguera acusada de hereje
A partir de entonces, el destino de Juana estaba marcado. Acusada de hereje, fue quemada en la hoguera el 30 de mayo de 1431. Tenía solamente 19 años.
Su familia no se quedó de brazos cruzados y 23 años después de su muerte se revisó el caso consiguiendo que el papa Calixto III la rehabilitara.
Casi cinco siglos después, el 16 de mayo de 1920, el papa Benedicto XV la proclamaba santa de la Iglesia católica en una misa solemne en San Pedro del Vaticano.
El 30 de mayo, aniversario de su muerte, quedó marcado como la fecha para su festividad.
Santa, mística y política
En 2011, el papa Benedicto XVI dijo de ella que “la compasión y el compromiso de la joven campesina francesa frente al sufrimiento de su pueblo se hacen más intensos por su relación mística con Dios".
"Uno de los aspectos más originales de la santidad de esta joven es precisamente este vínculo entre experiencia mística y misión política".