Una de las primeras corresponsales de guerra, Sofía Casanova fue testigo de las dos guerras mundiales, vivió la Revolución Rusa y entrevistó a personajes históricos como Trostki. De profundas creencias católicas, defendió la paz y dedicó toda su vida a las letras. A punto estuvo de ser propuesta para el Premio Nobel de Literatura.
La suya fue, sin lugar a dudas, una vida de novela o un argumento digno de una película de aventuras. Su pasión por la pluma fue la principal razón de su existencia, una vida que la llevó a recorrer media Europa y ser testigo y parte de los acontecimientos que cambiarían el devenir de la historia reciente. Una pasión que nació en sus primeros años de vida.
Sofía Guadalupe Pérez Casanova había nacido en la localidad coruñesa de Almeiras el 30 de septiembre de 1861 donde creció junto a su familia hasta que su padre los abandonó. Cuando Sofía tenía doce años, se marchó con su madre y sus hermanos a vivir a la capital. Ya entonces había despertado en ella un intenso interés por la poesía pero no había mostrado sus versos en público. Sin embargo, fue su propia madre quien, al descubrirlos escondidos en un cajón, consideró que debían ser leídos por más personas y los remitió al Faro de Vigo donde aparecieron por primera vez publicados.
Su talento con la rima empezó a ser del dominio público en los círculos literarios de Madrid llegando a oídas del mismísimo rey Alfonso XII quien, convertido en uno de sus principales lectores y admiradores, ayudó a publicar su obra Poesías. Sofía compartió tertulias literarias con personalidades de la talla de Bernard Shaw o Emilia Pardo Bazán. En ese ambiente conoció al que se convertiría en su marido, un filósofo y diplomático polaco con el que se casó el marzo de 1887. Sofía y Wincenty Lutosławski llegaron a tener cuatro hijas pero una de ellas falleció siendo muy joven, algo que provocó en Sofía una profunda depresión.
En 1898 publicó uno de sus poemarios bajo el título de Fugaces, en el que aparecen hermosos poemas con emotivas referencias a Dios:
Voy a partir, la guerra me reclama,
madre mía, mitiga tu dolor.
— Adiós hijo del alma, ponte al pecho
esta imagen de Dios.
— No, madre, para qué, si allí muriese,
dejaré de anhelar y de sufrir;
tarde ó temprano moriremos todos
guárdala tú por mí.
— Pálido estás, mi bien, tristes tus ojos
desde que has vuelto al infeliz hogar.
¿Así la patria me devuelve al hijo,
luz de mi ancianidad?
— No culpes a la patria, madre mía,
si rehuyo la gente y el placer.
Era hermosa, la quise y me ha olvidado.
¡Ya nunca la veré!
Yo he vuelto victorioso de la guerra,
pero vencer no puedo al corazón
Dame la imagen que al partir no quise.
¡Necesito de Dios!
La escritora, instalada con su marido en Polonia, no dejaría de viajar por la Vieja Europa siguiendo los pasos diplomáticos de Wincenty. Sofía aprendió varios idiomas y conoció a personalidades de la talla de Marie Curie o León Tolstoi. A principios del nuevo siglo, la pareja se empezó a distanciar y Sofía empezó a pasar más tiempo en España. Por aquel entonces ya colaboraba con cabeceras como ABC o Blanco y Negro y dedicaba su poco tiempo libre a realizar tertulias literarias y a colaborar con obras sociales. Una de estas fue la fundación del Comité Femenino de Higiene Popular en Madrid que ayudaba a las madres de clase humilde.
En 1913 se atrevió con el teatro con una obra, La madeja, que fue estrenada por Benito Pérez Galdós. Un año después, en uno de sus muchos viajes a Polonia a visitar a sus hijas, Sofía se vio atrapada por las garras de la guerra. Además de ser testigo directo y plasmar sobre el papel los estragos de la Primera Guerra Mundial, se convirtió en una de sus miles de protagonistas al incorporarse al cuerpo de enfermeras de la Cruz Roja en Varsovia. Fue entonces cuando la dirección de ABC le propuso narrar para su periódico el devenir del conflicto. Se convertía así en una de las primeras corresponsales de guerra de nuestro país. El avance de los alemanes la llevó a huir hasta el corazón de un nuevo conflicto. Instalada en San Petersburgo, fue testigo directo de la Revolución Rusa y llegó a entrevistar a uno de sus protagonistas, León Trotski.
Yo pienso que es de Dios una mirada
ese rayo de luz pálida y bella
que viene a prometerme que los males
no herirán una vida que comienza.
Sofía vivió la guerra civil española desde una lejana Polonia en la que años después se vio atrapada por la Segunda Guerra Mundial de la que fue nuevamente testigo de la profunda barbarie humana. Unas experiencias que la convertirían en una convencida pacifista. Con sus creencias católicas como base y el sufrimiento que experimentó de primera mano como experiencia vital, Sofía Casanova gritó a los cuatro vientos que ningún conflicto político debía solucionarse con las armas.
Su valía personal y literaria le reportaron un sinfín de reconocimientos. En 1906 era elegida miembro de la Real Academia Gallega y en 1911 ingresaba en la Academia Española de Poesía. El rey Alfonso XIII le otorgó la Gran Cruz de la Orden Civil de Beneficencia por su implicación como enfermera durante la Gran Guerra. Su nombre llegó incluso a sonar como posible candidata al Premio Nobel de Literatura. Al final de su longeva existencia, su mayor reconocimiento fue su extenso legado en forma de poesía, novela, teatro y miles de artículos que se convirtieron en la crónica de un tiempo convulso del que ella fue testigo directo.
Te han enseñado de la forma humana
a desdeñar la plástica hermosura,
pero, siendo de Dios de donde emana,
¿porqué la admiración que nos inspira
sigues creyendo impúdica y pagana?
El cuerpo no es tan solo lo que vemos,
no es tan solo el conjunto inexplicado
de la línea y la luz, que unidas forman
el curvo seno, el torso nacarado.
No es de Eva la atracción y la hermosura
lo que el cuerpo atesora solamente.
Dios encerró prodigios en su hechura,
que adorar debe el alma reverente.
Sofía Casanova falleció el 16 de enero de 1958 en Polonia, rodeadas de su familia. Hasta el último momento, y a pesar de su avanzada edad y una ceguera que la imposibilitaban para escribir, continuó creando gracias a la ayuda de sus nietos.
Todos los poemas reproducidos en el artículos estás extraídos de la obra Fugaces.