Santa Teresa de Lisieux se expresó con estas palabras: “Me consagro solemnemente a vuestro servicio. Prometo seros fiel e intentar imitar vuestras virtudes”Si buscamos lo que santa Teresa de Lisieux dice de los ángeles, no debemos esperarnos un tratado complicado sino, más bien, un collar de melodías que mana de su corazón. Los santos ángeles formaban parte de su experiencia espiritual desde pequeña.
“Me consagro a vuestro servicio”
A los 9 años, antes de su primera comunión, santa Teresita se consagró a los santos ángeles como miembro de la congregación de los santos ángeles con las siguientes palabras:
“Me consagro solemnemente a vuestro servicio. Yo prometo, frente al rostro de Dios, a la santa Virgen María y a mis compañeras seros fiel e intentar imitar vuestras virtudes, en particular vuestro fervor, vuestra humildad, vuestra obediencia y vuestra pureza”.
Ya como aspirante había prometido honrar con una devoción especial a los santos ángeles y a María, su augusta Reina:
“Quiero hacer lo mejor para corregir mis defectos, adquirir virtudes y cumplir con todos mis deberes como colegiala y cristiana”.
La devoción de la congregación
Los miembros de esta congregación practicaban también una particular devoción al ángel de la guarda rezando la siguiente oración:
“Ángel de Dios, príncipe del cielo, guardián vigilante, guía fiel, pastor amoroso, yo me regocijo de que Dios te haya creado con tanta perfección, de que Él te haya santificado por Su gracia y, finalmente, de que te haya coronado de gloria por haber perseverado en Su servicio. ¡Que Dios sea siempre alabado por los muchos bienes que te concedió! ¡Bendito seas por todo el bien que nos haces, a mí y a mis compañeras! Yo te entrego mi cuerpo, mi alma, mi memoria, mi inteligencia, mi imaginación y mi voluntad. Gobiérname, ilumíname, purifícame; dispón de mí como quieras” (Manual de la Congregación de los Santos Ángeles, Tournai).
“Me sentía atraída a invocar a los espíritus celestiales”
El solo hecho de que Teresa de Lisieux, futura doctora de la Iglesia, hubiera hecho esta consagración y rezado estas oraciones -como una niña generalmente no hace, por supuesto- hace que esto forme parte después de su doctrina espiritual madura.
De hecho, en sus años de madurez no solo se acuerda con alegría de estas consagraciones, sino que se encomienda de varias formas a los santos ángeles, como veremos más tarde. Eso da testimonio de la importancia que concede a este vínculo con los santos ángeles.
En Historia de un alma escribe:
“Casi inmediatamente después de mi entrada en la abadía, ingresé en la congregación de los santos ángeles. Me gustaban mucho los ejercicios de devoción que en ella se prescribían, pues sentía una especial inclinación a invocar a los bienaventurados espíritus celestiales, y en particular al que Dios me dio para que fuera el compañero de mi destierro” (Escritos autobiográficos, Historia de un alma, IV cap).
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