Más de siete años después de la canonización de la madre Laura Montoya, se siguen conociendo maravillosas facetas del extenso legado de la religiosa que adelantó su misión en la selva y en beneficio de los indios.
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Más allá de los milagros que Dios ha obrado por su intercesión, Santa Laura Montoya fue una religiosa colombiana que se adelantó a su época y su vida es una verdadera riqueza por descubrir. Misionera, mística, maestra, escritora, editora, fotógrafa, defensora de los débiles y fundadora de una gran comunidad son algunas de las facetas de la admirable mujer.
Así lo han demostrado investigadores de la Universidad de Antioquia, región donde nació y realizó su obra la primera santa colombiana, canonizada por el papa Francisco en mayo de 2013 y fundadora de la Congregación de Misioneras de María Inmaculada y Santa Catalina de Sena.
“La Madre Laura se adelantó a su época, su vida es de una riqueza maravillosa y debería conocerse más”. Esta es la invitación de Nancy López Peña, docente investigadora y quien obtuvo su Doctorado en Literatura precisamente con una investigación sobre la obra de la santa, trabajo que fue laureado con la distinción suma cum laude hace algunos meses.
Nancy López hace parte del grupo de investigación Estudios Literarios de la Facultad de Comunicación y Filología de la Universidad de Antioquia, donde un equipo interdisciplinario se ha dedicado a profundizar en las diferentes facetas de la religiosa: es muy conocido su legado como misionera, pedagoga y mística pero poco se sabe de Santa Laura editora o fotógrafa.
El trabajo investigativo de periodistas, artistas e historiadores ha permitido una mirada más amplia en torno a esta excepcional mujer que nació en mayo de 1874 y falleció en octubre de 1949.
Ponerle conocimiento a la fe
“En España, por ejemplo, sean creyentes o no, entienden y valoran la trascendencia de la obra de Santa Teresa. En Colombia debería ser igual con la Madre Laura, debemos ponerle conocimiento a la fe”, anota Nancy López, quien se apasiona al hablar de la vida de esta gran santa, que se adentró en espacios y temas prohibidos para la mujer en ese entonces y tuvo muchos opositores.
Así lo entendieron las Lauritas, como son conocidas las religiosas de su comunidad, quienes se pusieron en contacto con María Eugenia Osorio, una de las investigadoras principales de la universidad y experta en literatura conventual. De esa forma empezó este gran proyecto que da muchas más razones para que crezca la admiración por Santa Laura Montoya.
Gracias al trabajo de la doctora López y su equipo se conoció y publicó por primera vez el texto íntegro de “Historia de las misericordias de Dios en un alma”, conocido como la autobiografía de Santa Laura.
Encontraron que el padre Carlos Mesa, primer editor, realizó omisiones y trasmutaciones que alteraron el sentido del texto. “Comprobamos que le quitaron 150 páginas al original y llegaron a mover hasta 20 páginas de lugar. No lo hicieron con mala intención, sino para facilitar la lectura y por prudencia, ya que en ese momento aún vivían algunas personas de las que habla”, asegura Nancy López.
De los padres carmelitas, por ejemplo, que persiguieron a la religiosa y se opusieron a su labor misionera en la selva del noroccidente colombiano, la autora decía que eran “los enemigos” o “nuestros enemigos” y en la edición del padre Mesa se lee “los reverendos padres carmelitas”.
Todas las opiniones polémicas sobre personajes públicos del momento o sobre sacerdotes, también fueron omitidas. Igualmente ocurrió con apartes que muestran a la mujer de carne y hueso que, a pesar de grandes debilidades, llegó a ser santa. “Las referencias a sus temores, dudas y cuestionamientos fueron omitidos y con eso se le quitó humanidad”, asegura la investigadora, para quien esos apartes son aún más valiosos porque muestran la lucha de la misionera por ser cada día mejor.
Autobiografía de una misionera
Otro gran hallazgo de la investigación es que la religiosa colombiana sigue la tradición literaria del Siglo de Oro español de realizar autobiografías por mandato, al igual que Santa Teresa de Ávila, con quien se le ha comparado por la excelencia de su pluma. Algunos siglos después la madre Laura siguió esta tradición –por indicación de su confesor, el sacerdote eudista Esteban Le Doussal– aunque presenta una ruptura con sus antecesoras, ella no escribió dentro de un claustro, por el contrario, evangelizaba en inhóspitas zonas a donde ni los hombres se atrevían a llegar.
Es la obra literaria de la mujer que se enfrentó a un mundo en el que todavía se estaba considerando si los indios tenían alma, tema que desde la teología había sido aclarado tiempos atrás.
En medio de sus travesías a lomo de mula, entre 1925 y 1933, esta robusta mujer que llegó a pesar hasta cien kilos, escribía sus memorias pero también llevaba una imprenta, cámara fotográfica y equipo de revelado. La santa colombiana también fue editora y fotógrafa, como se ha ido documentando, lo que le permitió hacer aportes a la historia de la edición en Colombia.
Esto y mucho más lo siguen investigando profesionales de la mencionada universidad, un centro de estudios no confesional, que han quedado admirados con lo que han ido descubriendo, como lo afirma la doctora López: “Para el equipo ha sido una experiencia de vida, primero desde la sorpresa, porque no esperábamos encontrar lo que encontramos y no habíamos dimensionado lo valioso del regalo”.
Mientras continúa el análisis de la maravillosa vida de Santa Laura Montoya, sigue adelante el propósito de que sea declarada doctora de la Iglesia católica, por sus aportes teológicos a la doctrina y su prolífica y polifacética obra intelectual.
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