La primera vez que una mujer alzó su voz en el Congreso de los Diputados lo hizo para defender la religión católica en las aulas
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En la actualidad, ver el Parlamento de muchos países de nuestro entorno con hombres y mujeres asistiendo y hablando por igual está plenamente normalizado. Pero hace menos de un siglo, el solo hecho de plantearlo era poco menos que ciencia ficción. Esta es la historia de Concepción Loring.
En muchos estados el sufragio femenino se encontraba aún en fase de proyecto; las mujeres salían a las calles a reivindicar su derecho al voto y a poder participar en la vida política.
En España, no se consiguió hasta el año 1931. Pero poco antes, durante la breve dictadura de Primo de Rivera, un puñado de mujeres pudieron participar en la llamada Asamblea Nacional.
Nombres conocidos como María de Maeztu, Carmen Cuesta o Natividad Rodríguez. Hasta trece mujeres se incorporaron al hemiciclo, entre ellas, Concepción Loring Heredia, quien tuvo el honor de convertirse en la primera mujer en hablar en un espacio en el que actualmente lo hacen decenas de mujeres de manera habitual.
Amor por el conocimiento
Concepción estaba a punto de cumplir los sesenta cuando escribió esta página de la historia parlamentaria y de la historia de las mujeres en España. Hasta entonces, había llevado una vida tranquila en Úbeda, el que se había convertido en su pueblo de adopción.
Nacida el 4 de mayo de 1868 en Málaga, era hija de Jorge Loring y Oyarzábal y de Amalia Heredia Livermore, otra mujer destacada en la historia por su excepcional papel como científica y filántropa.
Así que no es de extrañar que Concepción, junto a sus hermanos y hermanas, creciera en un ambiente de amor por el conocimiento, además de ser una familia profundamente católica. Concepción creció rodeada de cariño en un entorno culto y acomodado que le permitió poder realizar varios viajes que fueron muy enriquecedores para ella.
Caridad y trabajo social
En 1893 se casó con Bernardo de Orozco, Marqués de La Rambla y Grande de España, con el que tuvo dos hijos. Instalados en Úbeda, Concepción tuvo siempre un cariñoso recuerdo por aquella época feliz implicada activamente en la vida social de la ciudad y participando en actos filantrópicos.
Entre otras actividades, impulsó la creación del comité local de la Cruz Roja. Una amplia labor que le valió el reconocimiento de la familia real cuando la reina Victoria Eugenia le entregó por orden del rey Alfonso XIII, la Banda de Oro de la Orden de las Damas Nobles de María Luisa. En 1918, Concepción quedaba viuda pero siguió volcada en sus obras de caridad y en su trabajo social.
Subió al estrado para hablar de la enseñanza religiosa
Años después, bajo la Dictadura de Primo de Rivera, Concepción Loring aceptó el reto junto a otras mujeres de ocupar un escaño en el Congreso donde se había formado la Asamblea Nacional asumiendo un cargo en la sección de Acción Social, Sanidad y Beneficencia. El 23 de noviembre de 1927 subió al estrado para hablar sobre la enseñanza religiosa en los estudios de bachillerato.
“Quiero que mis primeras frases sean para saludar al Gobierno de S. M. y a toda la Asamblea. Sintiendo después la necesidad de encontrar disculpa por lo que pudiese parecer osadía (y,es obligación precisa) el ser la primera mujer que hace uso de la palabra desde este sitio, y siendo tan notoria la superior competencia de mis compañeras”.
Con estas palabras, recogidas en el Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados, Concepción Loring iniciaba su discurso que se centraría en una cuestión que ella misma consideró que “más que de ciencia, puede llamarse de conciencia”.
Sentencia de muerte para la asignatura
En su intervención, Concepción denunció que la religión en el nivel de estudios de bachillerato solamente se consideraba una asignatura voluntaria, algo en lo que no estaba en absoluto de acuerdo, y que suponía, en su opinión, “una sentencia de muerte de la asignatura”. Para ella, era necesario que los jóvenes crecieran con un conocimiento amplio de la religión para poder escoger su propia fe. Así lo explicaba:
“El fantasma de la libertad de conciencia no debe ya agitarse, porque solo la ignorancia o la mala fe pueden confundir la obligación de estudiar con la imposición de la creencia . El hombre debe saber por qué cree o por qué deja de creer. Al privar a los bachilleres de estos conocimientos se les da una notable inferioridad con las mujeres de alguna ilustración, que, aun las que no hemos hecho estudios especiales, estamos perfectamente seguras de nuestra fe y enteradas de por qué no creemos en Buda, ni nos identificamos con Mahoma, ni nos hacen mella las disertaciones de Confucio.”
La cuestión de la educación religiosa continuó siendo y es hoy en día, una cuestión que provoca encendidos debates. Concepción Loring defendió su postura con determinación.
Tras una vida dedicada a hacer mejor la vida de los demás y a defender su fe, falleció en Madrid el 20 de junio de 1935.
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