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En 1926, el presidente Calles de México promulgó nuevas leyes en su país que apuntaban específicamente a sacerdotes y religiosos, así como a los edificios de la Iglesia.
Con ellas los sacerdotes no podían usar su atuendo religioso en público y el gobierno tomó el control de iglesias y monasterios.
Pronto se prohibió el culto público y las iglesias permanecieron cerradas a los fieles.
Alternativas creativas
A pesar de todas estas dificultades, el beato Miguel Pro continuó sirviendo a su pueblo como sacerdote, buscando formas alternativas de llegar a su rebaño.
San Juan Pablo II explicó en su homilía para la beatificación del Padre Pro cómo se ocupó de atender las necesidades de la gente.
La celebración diaria de la Santa Misa fue el centro de su vida, así como una fuente de fuerza y fervor para los fieles. El Padre Pro había organizado las llamadas “estaciones eucarísticas” en hogares particulares, donde el cuerpo del Señor pudo ser recibido diariamente en secreto durante los años de persecución.
Licenciado en Derecho, Miguel Pro era conocido como sacerdote, por lo que vestía varios disfraces para facilitar su ministerio.
Visitaba a las familias en sus casas, les decía misa, escuchaba su confesión e incluso bautizaba a los niños.
Valentía y perseverancia
Los cierres de iglesias y la amenaza de encarcelamiento no disuadieron a Pro de ser pastor, como señala san Juan Pablo II.
Su vida de apóstol lleno de dedicación y valentía estuvo inspirada por un incansable celo evangelizador. Ni los sufrimientos de graves enfermedades, ni la infatigable actividad ministerial que realizaba a menudo en circunstancias dolorosas y arriesgadas, lograron sofocar la alegría radiante y comunicativa que brotaba de su amor a Cristo y que nadie le pudo quitar (cf. Jn. 16, 22).
Su ejemplo sigue siendo una inspiración para muchos, por su valor para enfrentarse a la persecución religiosa y su voluntad de servir a su pueblo durante las situaciones más difíciles.
Su martirio, recogido en estas impactantes fotografías, fue solo un paso más -el definitivo- de su total entrega a Dios: